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LOS RIDÍCULOS DE LA EDUCACIÓNJosé Víctor Orón Semper

La base de la virtud es amar al vicioso

Solo el amor despierta la virtualidad de la naturaleza. Solo el amor se convierte en fuerza (virtud) en la persona

Actualizada 04:30

De ordinario se habla de la adquisición de las virtudes. Pero, ¿y si las virtudes no hay que adquirirlas? Adquirir remite a llegar a poseer algo que no se posee.

En el modelo aristotélico la virtud se refiere a algo que lograr perfeccionando lo recibido y así emergerá una fuerza (los términos fuerza y virtud comparten etimología) interior en la persona que orienta sus actos hacia el bien. Según esta propuesta, gracias a la repetición de buenos actos la persona se vuelve buena.

Este modelo aristotélico que no conoce quien es la persona está abriéndose camino hoy en día. Cuando se lleva a la práctica acaba haciendo con las personas algo similar a un adiestramiento. La virtud está ya claramente definida al margen de la persona y la persona tiene que hacer un camino hasta lograrlo. Se centra en las rutinas de comportamientos, instrucciones claras y posiciones firmes a la par que un trato relacional educado y amable. Combinan firmeza y cariño. Esto, si se piensa bien, sirve tanto para personas como para animales. Pues también vale la pena tratar a los animales con cariño. Confunden el bien, con lo que otros llaman bien. No conocen que el bien para la persona es único como consecuencia lógica de asumir que cada persona es única. Pero se centran en un bien estándar como asistencia a clase, evitación de conflictos, adquisición de competencias y otros sin que ni siquiera eso pueda probarse que es bueno para una persona en concreto.

Se está olvidando que la pretensión de la educación no es que crezca la media de la clase, sino que crezcan todos y cada alumno. Curiosamente no encontrarás que esos sistemas tomen por indicadores el crecimiento en libertad del niño, la integración de su vida, la creatividad, el interés, etcétera.

Al no conocer a la persona acaban dibujando una virtud estoica. Imagina la película de los niños del coro, pero haz que las aulas sean mucho más bonitas llenas de cristales y colores y patios ajardinados, quita el sistema de premios y castigos físicos y sustitúyelo por otro sistema más refinado (pero más adictivo) de la aceptación social. Además, haz todo eso en un ambiente de educación, cordialidad y respeto. Añade un liderazgo muy fuerte omnipresente en todos los niveles colegiales de tal forma que todo acabe pasando por la misma persona. Ya tienes la propuesta educativa de algunos centros en torno a la virtud en donde su cordialidad, respeto y amabilidad lejos de ser una acogida personal es un sistema protectivo, un sistema de autodefensa para que nadie se acerque a nadie. Manipulando, eso sí, con elegancia, finura y con una sonrisa en la cara.

Reconocer a la persona implica saber que el otro ya es virtuoso pues su naturaleza ya lo es. No tengo que enriquecer a nadie, porque el otro ya lo es. Y, que si además uno estuviera enredado en el vicio lo que de verdad generará novedad en él o ella no es el sistema anterior descrito, sino el amor. El vicioso (aceptando de momento tal término) lo que necesita para generar novedad es ser amado en su vicio. Porque si descubre que es amado en su vicio descubrirá que él o ella no es su vicio, pues su comportamiento vicioso o virtuoso no condiciona el ser amado. Una cosa es mi vicio y otra realidad bien distinta soy yo. Eso le permite descubrirse como persona.

Solo el amor despierta la virtualidad de la naturaleza. Solo el amor se convierte en fuerza (virtud) en la persona. Y ese crecimiento ya no busca un bien estándar y socialmente aprobado, sino que busca el encuentro con el otro por la propia dinámica del amor. Por amor, por un rostro concreto se cambia lo que sea.

Las propuestas usuales buscan alcanzar una situación socialmente deseable. La propuesta personal de la virtud busca encontrarse con el otro, porque el otro ya es deseable en sí mismo. De hecho, es común encontrar que las propuestas usuales de la virtud se lanzan hacia un «adelante» sin darse cuenta de que esa persona ya tiene un carácter totalmente formado y que no hay forma de crecer y de que aparezca la novedad sin acoger la realidad que ya es presente en uno mismo.

La propuesta personal de la virtud reclama reconocer la realidad, descubrir cómo mi realidad me afecta en mi forma de vivir en el día a día, aceptar mi realidad porque descubro rastros de mi propia humanidad en medio del caos, conocer cómo se llegó a esa situación, identificar las relaciones personales significativas en esa génesis, sanar dichas relaciones por el agradecimiento, el perdón y el servicio y experimentar una nueva forma de vivir lo que antes era causa de dolor.

¿Cómo vas a saber qué virtud necesita el otro sin conocer la vida del otro y sin que el otro se pronuncie sobre su propia vida? Ya comentamos que virtud y vicio están más cerca de lo que se cree, pues no son capacidades distintas, sino orientaciones distintas de la misma capacidad. La capacidad de fortaleza si se pone al servicio de lograr, cuidar o mantener un encuentro interpersonal es virtud, si se pone al servicio de un proyecto individual se convierte en vicio. Es la misma fortaleza, pero orientada hacia otra persona o hacia una cosa. Hoy el vicio de la autorrealización se vende como virtud.

Y lo que orienta la vida de la persona es el amor, bien porque es un amor abierto al otro, o bien porque es un amor que ha degenerado en protección de sí mismo. Por eso la base de la virtud es amar al llamado vicioso en su vicio, siendo vicioso. Por cierto, ¿no hizo Cristo eso con nosotros?

Hay un tipo de abrazo que no tienen nada de ñoño y consentidor, sino que lejos de dejar al otro donde está despierta en el abrazado el deseo de crecer para encontrarse con quien le abraza y abrazar a su vez a otros.

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¿Qué te parece ese propósito para inicio del año? ¿Te imaginas una educación que pueda hacer eso? Feliz 2025.

  • José Víctor Orón dirige Acompañando el Crecimiento y coordina la Unidad de Educación Médica de la Universidad Francisco de Vitoria

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