La «buena» situación de los profesores
Todos los estudios, incluso los que anuncian lo contrario, apuntan a un creciente hastío entre el profesorado
Un estudio publicado el pasado marzo, basado en numerosas encuestas serias, afirma que «el 79 % del profesorado considera que hay alumnos que no desean estar en el aula, lo que entorpece el aprendizaje del resto». De la misma manera, «solo el 44 % de los docentes percibe que el alumnado sale mejor preparado que en años anteriores». Por otro lado, «un 38 % de los docentes dice vivir su trabajo con indiferencia» —¡frente a un 2 % en 2007!— y solo el 24 % afirma «mantener la ilusión pese a los problemas, muy lejos del 60 % que lo hacía en 2007».
No olvidemos que la docencia es una profesión esencialmente vocacional. Y estos cambios, según el estudio, «parecen afectar especialmente a los profesores jóvenes».
Hay muchos más datos preocupantes en el estudio que, empero, en su resumen inicial, en el título de uno de los tres apartados en que se divide el mismo, afirma que «las condiciones laborales del profesorado son buenas en general, aunque han empeorado en algunos frentes». Sin embargo, cuando vas al capítulo en cuestión, se dice que eso solo ocurre con los profesores de secundaria —aunque no da datos concretos de los maestros de Infantil y Primaria— y se basa solamente en el salario y en la presunta realidad de la ratio alumnos/profesor.
Si se lee en profundidad este estudio —El estado de la profesión docente en España, firmado por Lucas Gortazar y publicado por ESADE— uno siente enorme preocupación por cómo están las cosas. Pero no pasa nada, porque «las condiciones laborales del profesorado son buenas en general». Y esto se afirma en base a unas tablas salariales que, evidentemente, dejan fuera la enseñanza privada, cuyos sueldos son notablemente inferiores a los datos que aquí se ofrecen. En realidad, según el propio estudio —al que se accede fácilmente en Internet— dicha afirmación no se sostiene.
Por otro lado, los datos aportados STEs-Intersindical muestran que los profesores habrían perdido de promedio 58.160 euros en el periodo 2010-2024 si sus sueldos hubieran estado ligados a la subida del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Algunos compañeros hemos hecho lo mismo con la educación privada, y nuestros cálculos dan una cifra aún más abultada.
El estudio de las «buenas» condiciones, a la postre solo un titular, incide en la preocupante situación de los profesores más jóvenes, desmotivados ya desde el comienzo. El futuro de la profesión es desolador pues apenas surgen vocaciones entre los mejores estudiantes escolares. O, cuando nacen, se suelen desechar por las oscuras perspectivas.
Ciertamente, no solo se trata del salario: la cada vez mayor desmotivación del alumnado, la dificultad de incorporar estudiantes de otras culturas, la enorme carga burocrática que conllevan las nuevas metodologías y corrientes psicopedagógicas, la presión de unos padres cada vez menos empáticos y más maleducados, jornadas maratonianas que en ningún caso compensan las «largas» vacaciones, el desprecio social hacia el aprendizaje auténtico en aras de un resultadismo estéril…
No puede, entonces, sorprender que la nota de corte para acceder a la carrera de Magisterio sea tan baja. Ni que las competencias lingüística y matemática de los nuevos maestros sean más que dudosas en un enorme porcentaje de los casos. Si una sociedad no consigue nutrir el sistema educativo con los mejores, está condenada a un futuro tenebroso. Y esto es algo que ocurre en gran parte de Occidente.
Si se mejorase notablemente la educación, con políticas para la mejora del profesorado, pero también en muchos otros terrenos, sería fácil para cualquiera descubrir que el estudio presenta una situación desoladora en sus 32 páginas salvo en esa única línea en la que dice, más que demuestra, que «las condiciones laborales del profesorado son buenas en general». No creo que haya mala fe, sino la ceguera propia de una sociedad absorta en su propio ombligo.
Basta hablar con profesores de cualquier nivel, cualquier comunidad autónoma, cualquier ideología… para descubrir un hartazgo mayúsculo. Es más, el citado estudio rezuma hastío profesional y honda preocupación porque los de arriba nunca hacen nada.
Quizás lo bueno sea que los profesores creemos tener la mejor de las profesiones y, bajo esta situación sociolaboral, padecemos un peculiar síndrome de Estocolmo, aunque cada vez conozco a más compañeros que han decidido cambiar de aires y dejar de lado la hasta hace poco reconfortante vocación.