Los anteriores comicios autonómicos, celebrados en diciembre de 2018, marcaron un antes y un después en la región. La que hasta entonces había sido la maquinaria electoral mejor engrasada de España, el Partido Socialista de Andalucía, perdió el poder tras 36 años de hegemonía en la comunidad.
La derecha, dividida en tres marcas e impulsada por el hartazgo ante la corrupción y el deterioro de los servicios públicos, logró superar por primera vez a la suma de la izquierda en votos y escaños.
La baja participación –apenas el 58 % de los andaluces fueron a votar– y la irrupción de Vox, que las empresas demoscópicas no consiguieron detectar, resultaron decisivas en el vuelco electoral de hace tres años y medio.
Pese a lo sorprendente del resultado, los socialistas ofrecían muestras de debilidad desde hacía más de una década. El partido que decía parecerse más a los andaluces sufría una sangría de votos desde 2008 y llevaba dos legislaturas lejos de la mayoría parlamentaria, gobernando primero en coalición con Izquierda Unida –tras la victoria estéril de Javier Arenas en 2012– y más tarde con el concurso externo de Ciudadanos.
Tampoco ayudó la mala imagen de la entonces presidenta de la Junta y candidata socialista, Susana Díaz, desgastada por su gestión y su debilidad interna tras la derrota ante Pedro Sánchez en la lucha por la secretaría general del partido.
¿Fin del miedo a la derecha?
Así, la derecha encontró, por primera vez desde la constitución de la autonomía, el camino expedito para llegar a San Telmo. El popular Moreno Bonilla, pese a devolver a su partido a cifras de 1990 –obtuvo solo 26 escaños–, configuró un Gobierno de la mano de Ciudadanos y con el respaldo parlamentario de Vox, si bien la filial andaluza del partido presidido por Santiago Abascal intentó ejercer el papel de socio incómodo durante toda la legislatura.
Todo apunta a que los más de tres años de presidencia de Juanma Moreno han logrado acabar con el estigma del miedo a que gobierne la derecha, un fantasma que los socialistas han agitado durante años en la comunidad.
La mejora en los principales parámetros económicos en la comunidad –a pesar del elevado nivel de paro que sigue golpeando a los andaluces, en especial a los más jóvenes– y la imagen moderada e institucional que se ha granjeado Moreno Bonilla durante estos años, parece haber acabado con los recelos de amplias capas de la población hacia la derecha, como revelan el CIS y los estudios de las principales casas demoscópicas.
Las disputas en el seno de la izquierda, que se han prolongado hasta el mismo momento del registro de la coalición Por Andalucía, y la falta de cintura de un PSOE que ha tenido que acometer una renovación interna y que aún no sabe cómo lidiar con su nuevo rol en la oposición, ha dificultado la conformación de una alternativa capaz de batir a Moreno, que ha surfeado la gestión de la pandemia con un éxito relativo.
El mapa de Andalucía, que en 2018 estuvo pintado de rojo con la única excepción de Almería, podría acabar este domingo coloreado de azul en su práctica totalidad. La última palabra la dirán los andaluces con su voto.