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Carpa Universidad Autónoma de Barcelona

Barcelona

«Borregos»: Jaume Vives, sobre el acoso sectario en los campus catalanes

Sin la compañía del rebaño y sin un pastor que les guíe no son capaces de gran cosa

Esta semana ha vuelto a ser noticia que un grupo de borregos ha atacado la carpa de unos estudiantes en la Universitat Autònoma de Barcelona, universidad que a veces más se parece a un campo de entrenamiento para los tontoborrokas del futuro que a un centro donde confrontar ideas y crecer intelectualmente.

Andaba yo pensando un término con el que referirme a estos pobres desgraciados y me he acordado de mi etapa universitaria.

El primer curso lo realizé en la Facultad de Derecho de la Universitat de Barcelona. Por aquel entonces el problema no era el idioma, lo que les molestaba era la capilla. La consigna del pastor en ese momento era: hay que echar a la Iglesia de cualquier espacio público. Y los borregos simplemente obedecían.

Era gracioso ver cómo pastaban por la universidad. Solían retozar en el césped del campus. Siempre rodeados de todo tipo de hierba. Cuando el pastor hacía sonar las castañuelas se ponían de pie con la agilidad de un elefante que se acaba de despertar y en manada se acercaban hacia la capilla de la facultad donde estábamos nosotros.

Verles avanzar era fascinante, parecían una suerte de rebaño de borregos mal trasquilados que había sustituido el ruido de los cencerros por el de los colgajos y pendientes tribales.

Intentar razonar con ellos daba el mismo resultado que intentarlo con una oveja. Ingenuos nosotros cuando pensamos que era posible hablar con borregos.

La capilla era un aula de poco más de 15 metros cuadrados. Se colocaban en la puerta y se quedaban inmóviles para impedirnos el paso. Mirarles a la cara era inútil, igual de inútil que esperar alguna reacción. El único lenguaje que compartíamos era el del empujón y la patada. Había que abrirse paso entre ellos como el pastor cuando se abre paso para buscar a los corderos más pequeños. Aparta con las rodillas a las ovejas para llegar al corderito. Nosotros apartábamos con los codos a los borregos porque dentro de la capilla nos esperaba el Cordero.

Alguna vez incluso habían llegado a interrumpir la Santa Misa lanzando panfletos y balando como borregos, como es natural. Y al final consiguieron que las misas tuvieran que celebrarse a puerta cerrada. Fueron precisamente ellos quienes convirtieron el lugar en un espacio privado.

Y ya para acabar, y para que veáis hasta qué punto son como los borregos, cuando iban solos por la facultad miraban al suelo y seguían pastando. Sin la compañía del rebaño y sin un pastor que les guíe no son capaces de gran cosa.

La mayoría de ellos no tendrá nunca la valentía suficiente para montar una carpa con otros 3 y repartir folletos en tierra hostil. Los borregos no reparten folletos y mucho menos solos o en grupos pequeños.

Si queremos universidades libres apoyemos a los estudiantes. Si proliferan los borregos nos convertiremos en una granja.

Ejemplo de la barbarie: Radicales independentistas arrastran por el suelo a un Catedrático de la UAB cuando defendía a estudiantes demócratasFoto: impulso ciudadano