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Entrevista

«En Cataluña se quiere crear un sistema de delación a los profesores que utilicen el castellano»

Iván Teruel, profesor de Secundaria en Cataluña, denuncia el plan del catalán de la Generalitat

IIván Teruel es profesor de secundaria en un instituto de la provincia de Girona, territorio profundamente independentista. Es autor del libro «¿Somos el fracaso de Catalunya?» en el que relata la deriva identitaria en Cataluña que él ha podido experimentar. Y con Iván Teruel ha hablado El Debate sobre el plan que quiere impulsar la Generalitat en todos los centros educativos para impulsar el catalán.

¿Qué le parece el plan? ¿Qué conclusiones saca de lo que ha podido leer o escuchar sobre él?

—Recibí información de alguien que había estado en la reunión con el consejero y esa acción de control de uso lingüístico de los chavales no se circunscribe sólo a los colegios o institutos, sino que también van a indagar en campamentos y casales de verano y en actividades extraescolares, deportivas, etc. La información que recibí fue bastante inquietante. Y se quiere instalar una especie de sistema de delación para denunciar a los profesores que utilicen el castellano no sólo en clase, sino también a los que se dirigen a los alumnos o a otros compañeros profesores en castellano

Iván Teruel

¿No le parece que esto va más allá de lo que le debe corresponder al ámbito escolar? Estamos hablando de la intimidad de las personas.

—Me cuentan de esta reunión, de gente que asistió, que incluso los directores de los centros le preguntaron al conseller sobre la constitucionalidad de algunas de las medidas que quería tomar, como controlar la lengua de uso en el recreo. Y el conseller les dijo que no se preocuparan, que los iba a defender hasta las últimas consecuencias y que se iba a poner siempre de parte de las direcciones de los centros.

¿Y qué papel juegan los profesores? ¿Además de dar clases tienen que dedicarse a controlar la lengua en la que hablan los alumnos?

—No es algo que sea estrictamente nuevo. Mi mujer, que fue a una escuela concertada de Figueras, me dijo que en los años 80-90, a principio de cada curso les pasaban un impreso en el que tenían que contestar qué lengua utilizaban en casa. Vamos, que ese control ya se ha llevado a cabo en anteriores ocasiones. Es un celo un poco obsesivo, no sólo por controlar la lengua de uso en clase, sino en aquellos ámbitos que exceden el radio de acción de la escuela.

La Generalitat se ha basado en un informe que se ha realizado a partir de preguntas a estudiantes de cuarto de ESO que demostraría que se usa menos el catalán en clase: entre alumnos, entre profesores, y también en la interacción docente-alumno. ¿Es este la realidad que ve usted en su instituto, en su día a día?

—Son realidades muy diferentes la de los profesores y la de los alumnos, y también hay que distinguir entre la provincia de Girona, que es la que yo conozco, y lo que ocurrirá en centros de Barcelona, donde la realidad es ligeramente diferente. Cuando escuché que el conseller había dicho que más de la mitad de los profesores usaban el castellano en sus clases, no sé, me sorprendí. No sé cómo han hecho las encuestas, no sé si han considerado o han incluido en ese porcentaje a aquellos profesores que alguna vez se han dirigido a los alumnos en castellano cuando éstos le han hablado en esta lengua. Porque ya me conozco este tipo de encuestas. 

Esa obsesión por la lengua empieza a generar un cierto hartazgo en el mejor de los casos, y un rechazo frontal en el peor de ellos

La realidad que conozco es que un 90 % o más de los docentes, al menos en los centros en los que ha estado, se expresa exclusivamente en catalán con los alumnos y con los profesores. Por ejemplo, una cosa que vengo observando desde hace años, es que, en el claustro inicial de curso, todos mis compañeros, aunque sean castellanohablantes, se presentan en catalán. He escuchado a pocos compañeros que se dirijan a los alumnos en castellano. En cambio, sí me han contado alumnos que les reconvienen cuando hablan en castellano, por ejemplo, en una clase que no es de lengua española. Según la realidad que conozco, los datos de esa encuesta no concuerdan con lo que yo experimento a diario, pero ni de lejos.

Quizás todo forma parte de esta campaña de supuesta «emergencia lingüística» en la que se encuentra el catalán y de la que hablan constantemente algunas entidades como Plataforma per la Llengua, e incluso el propio Gobierno catalán.

—Al final, el aumento es el de siempre. También es el que se usó para implantar la inmersión lingüística, el de la normalización. Es decir, que el uso del catalán se convirtiera en «normal» dentro de la esfera pública, y eso ya se ha conseguido. La lengua vehicular de la educación es el catalán exclusivamente. Hay más hablantes del catalán que nunca. Pero el nacionalismo es experto en defender una cosa y su contraria. Por un lado, se quejan de que el catalán no sea lengua oficial, por ejemplo, en el Parlamento Europeo, cuando tienen más hablantes que algunas lenguas nórdicas, y ponen el ejemplo del danés. Pero en cambio, dicen que el catalán está en peligro de extinción. 

Hay más hablantes del catalán que nunca. Pero el nacionalismo es experto en defender una cosa y su contraria

Una lengua que tiene esa protección institucional que tiene 8-9 millones de hablantes en ningún caso está en peligro de extinción. Hay estudios que cifran la horquilla de hablantes que aseguran la supervivencia de una lengua en unos 300.000 hablantes. Fíjate si hay margen. Este argumento siempre se ha utilizado para justificar todas las medidas que se adoptan en materia lingüística en Cataluña y que perjudican los derechos de los castellanohablantes. Es una forma de justificar. Dicen que el catalán está en peligro, y el castellano, no. Y la extracción de lo que sería la salud de una lengua, pasa por delante de los derechos lingüísticos de los individuos, de los alumnos, en este caso.

Si hay este supuesto retroceso del uso del catalán, ¿a qué se debe? ¿Se ha convertido el catalán en una lengua de imposición y eso la hace menos atractiva?

—Tengo la sensación, por lo que veo en mi entorno, por lo que veo en los chavales y también por lo que me cuenta gente que trabaja en el mundo de la educación porque son monitores, que hasta los más pequeños, niños de 6-7 años, han expresado su hartazgo por la obsesión que perciben por parte de los docentes para que hablen en catalán en todos los lugares y circunstancias. Me dicen que los chavales a veces expresan algo así como «bueno, ya está bien, todo el día catalán». Evidentemente en esas edades, y también en la adolescencia, cuando una cosa se intenta imponer por la fuerza es posible que genere rechazo. Y he creído percibir, aunque es algo subjetivo, que esa obsesión por la lengua empieza a generar un cierto hartazgo en el mejor de los casos, y un rechazo frontal en el peor de ellos.