Partido Popular
Mario Garcés, el político, escritor, músico y actor del Congreso
Compañeros de filas sitúan al polifacético portavoz adjunto del Grupo popular dentro del núcleo duro y económico ante un posible Gobierno casadista
Verso suelto pero fiel al partido. En Mario se da esa perfecta combinación de los liberales que aún quedan en el PP. De Aznar a Casado, pasando por Rajoy. Más de una veintena de años en política y sin tener la necesidad, pues casi con esos mismos dígitos el jacetano se convirtió en el inspector de Hacienda más joven de su promoción. Entre las idas y venidas del PP al poder, a Mario le dio tiempo a escribir libros y a rodar películas. Ahora, sobrevive en una guerra interna con brillantes discursos en la Cámara Baja temidos por algunos políticos como Nadia Calviño. Tampoco se acompleja en ocultar su buena relación con Edmundo Bal, Fernando Grande-Marlaska, Gabriel Rufián o, en su día, Pablo Iglesias. Mario Garcés atiende a El Debate después de una intensa jornada parlamentaria sobre presupuestos.
Mario Garcés nació en Jaca (Aragón) en 1967. De familia humilde, el jurista se granjeó logros profesionales desde muy joven. Se licenció en Derecho en cuatro años y aprobó la oposición de inspección de Hacienda en dos. Deseaba la «oposición jurídicamente más potente». Entró en política por «puro azar», a través de un compañero suyo y recibió oferta de los gabinetes de Rajoy y Aznar. Sáenz de Santamaría se quedó con el primero y él prefirió «trabajar en el gabinete del presidente», como reconoce a este medio. Su vida podría haber sido muy distinta hoy si aquella semana hubiera sido otra la elección, reflexiona.
Su carrera política ha sido muy fructuosa. Vocal asesor del gabinete de Aznar, consejero de Hacienda en el ejecutivo aragonés, subsecretario de Fomento y después, secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad con Rajoy. Ha sido redactor directo de leyes tan relevantes como la de estabilidad presupuestaria o la de subvenciones, periodo durante el que fue profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III de Madrid. Ahora, hasta los ojos más críticos le miran como el próximo ministro de Hacienda. Pero él no tiene esas aspiraciones. Nunca se ha postulado para ministro, consejero ni subsecretario. «Eres de las pocas personas que nunca me ha pedido nada», confiesa que le dijo Pablo Casado en una ocasión.
Historia, política y aventuras
Mario se define como un «liberal humanista». Una descripción que abraza el liberalismo económico a la par que la Justicia social. Y para muestra un botón, como cuando posó su mano sobre el pecho ante la lectura de las víctimas de ETA en 2020 o cuando durmió en Sol en apoyo de las mujeres. «Si eso lo hubiera hecho alguien de Podemos, sería un héroe nacional, pero si lo hace alguien del Partido Popular es un verso suelto», subraya Mario. Se metió en el bolsillo a las feministas, quienes en broma le dijeron que «levantaban el campamento porque no aguantaban más lecturas» de sus libros.
Ha escrito sobre la Historia de España, en clave económica o defendiendo un Estado autonómico «racional y viable». Sorprende cómo su primer libro estuvo 10 años enterrado en un cajón. Ahora, presenta ‘La huella española en la Ruta 66’ para aportar luz al desconocimiento del ciudadano sobre el pasado histórico en los EE.UU. Un libro cuya presentación se saltó Casado, sumido en la polémica Génova-Sol.
Vocación artística no frustrada
Pocos saben que además de tocar desde pequeño la bandurria, el acordeón, el piano y la gaita aragonesa, ha grabado dos discos. Una vocación por la música que comenzó con su idolatría a las obras de teatro. Su carrera cinematográfica, desde el profundo respeto que siente por los «actores y actrices profesionales» de verdad, comenzó como un favor a Nacho García Velilla, quien le invitó a un cameo en Perdiendo el Este, interpretando al doctor del personaje interpretado por Leo Harlem.
También participó en El secreto de Ibosím y ahora ha terminado de rodar su tercera película The man from Rome de Sergio Dow, adaptación de la novela La piel del tambor de Pérez Reverte. Cuando Mario explica cómo rodó sus escenas se le siente feliz. Confiesa que hasta se ha fracturado alguna costilla pero que, como buen aragonés, sufrió.
Unas interpretaciones que Mario no reconoce en los actores del Parlamento español, o al menos no entre sus cabezas. «La política tiene una parte de interpretación y de artificio», estima Mario, por lo que es responsabilidad de cada uno «disponer de una parte de conocimiento, para que no sea mera retórica». Una interpretación al menos necesaria para el entendimiento que exigen las encuestas de intención de voto. Lo dicen claro: sin socios, no hay gobernabilidad.
Para Mario Garcés «hace falta la centralidad, también en el Partido Socialista» pues «ese giro» extremo «a la izquierda perturba la centralidad española». Su jardín lo observa desde la rectitud, para no calentar más el ambiente, y lo compara con el fútbol: «Cuando alguien está de reserva, seguramente piensa que los que están jugando son peores que él». En cuanto a Vox, tiene claro que «es posible gobernar juntos», así como las salas de Cánovas y Sagasta se presentan de forma contigua en el Congreso.
Garcés conoce bien la fórmula del antipríncipe de Maquiavelo. Sobrevive en la política española, aun siendo brillante.