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Ilustración: Pilar Alegría ante una 'estelada'

Pilar Alegría ante una 'estelada'Paula Andrade

El perfil 

Pilar Alegría, la versión Heidi de Rottenmeier Celaá

Su tibieza en Canet de Mar, poniéndose más de perfil que Cleopatra en un grabado de época, enfría la expectativa de que con ella algo cambie

Pilar Alegría figura oficialmente como ministra de Educación, pero en realidad ocupa una de las vicepresidencias de Sonrisas que Pedro Sánchez incorporó en su última reforma del Consejo de Ministros: sacó a todo aquel que se pareciera a Harry el Sucio o a Cruella de Vil para meter, cosas del marketing, a todo aquel dispuesto a hacer el mismo trabajo pero sin parecer enfadado.

Salieron Ábalos, Calvo, Celaá y el barranquista despeñado, Iván Redondo; amén de una colección de ministros que nadie sabía que lo eran, ese grupo de astronautas de secano comandado por Duque, con Uribe y Campo en la tripulación de la nave estrellada.

Y entraron Isabel Rodríguez, Pilar Llop, Diana Morant o la propia Alegría; presentadas con habilidad como un símbolo de la nueva España sanchista pospandémica y anticrisis: con esas damas poniendo cara al «Salimos más fuertes», pensó el presidente, ¿quién se iba a fijar en la realidad pudiéndose mecer en tan amables cantos de sirena?

A Alegría, que tiene por segundo apellido Continente, la eligieron para suceder a Isabel Celaá, agotada tras asumir durante años el trabajo más sucio de Sánchez: hacer de portavoz de sus excesos, sus trampas y sus falsedades y, de paso, aprobar la LOLAILO, técnicamente llamada LOMLOE; la ley educativa que hace buena a la LOGSE y aspira a repartir dieces en ideología a cambio de perdonar ceros en todo lo demás.

Bastará con aprobar en sanchismo, con una ley nihilista que persigue a la enseñanza concertada y gustaría a Kim Jong-un, para recibir el título de bachiller y convertirse en el maestro Ciruela, que no sabía leer pero puso una escuela.

Pilar Alegría no ha modificado la Ley Celaá, pero sí la forma de contarla

Pilar Alegría de Vivir, a ritmo de Ray Heredia o La Barbería del Sur; no ha modificado nada de aquella ley impuesta contra media España en plena crisis sanitaria, pero ha cambiado la forma de contarlo.

Del gozo de Celaá ejerciendo de señorita Rottenmeier y convirtiendo las aulas en un reformatorio ideológico; se ha pasado a las buenas maneras de esta Heidi zaragozana de la cosecha del 77 a quien sitúan, algún día, como sucesora de Javier Lambán al frente del PSOE aragonés.

Él fue su mentor y la hizo consejera; pero ella puede acabar siendo Marco Junio Bruto en los idus de marzo que, algún día, le llegarán al actual presidente de Aragón.

La nueva Ley de FP en ciernes ofrece un punto de esperanza de rehabilitación en su Ministerio; pero el mantenimiento de la hoja de ruta de Sánchez, en lo sustantivo, lo desecha pronto.

Con ella sigue la promoción de curso con suspensos; la devaluación de la Religión; la exclusión del español como lengua vehicular; la estigmatización de la concertada y la apuesta por hacer de la enseñanza una herramienta ideológica, en lugar de un trampolín social.

Su tibieza en Canet de Mar, poniéndose más de perfil que Cleopatra en un grabado de época, enfría la expectativa de que con ella algo cambie y confirma, por contra, que el verdadero ministro de Educación es el propio Sánchez: a quien él escucha es a Aragonés o a Urkullu. A Alegría la tiene para sonreír mucho, mientras tararea aquello del «infierno de tu gloria».

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