Crónica debate 13F Igea, desatado; Mañueco, sobrio; Tudanca, ilusionado
Ha sido un debate correcto, quizás incluso por momentos demasiado correcto, que ha ofrecido a los espectadores una idea suficiente del 'quién es quién' programático para estas elecciones en Castilla y León
El segundo y último debate se ha celebrado este miércoles, 9 de febrero, en la Televisión de Castilla y León, cuatro días antes de la jornada electoral, y ha servido fundamentalmente para delinear las figuras de los candidatos. Si una persona que hubiera estado desconectada por completo de la campaña electoral hubiera visto este debate, le habría bastado para formarse una idea cabal de su 'quién es quién' programático.
Han participado tres políticos, Luis Tudanca (PSOE), Alfonso Fernández Mañueco (PP) y Francisco Igea (Ciudadanos), porque la ley electoral de esta comunidad solo permite que intervengan representantes con grupo parlamentario propio.
Antes de entrar en cuestiones de fondo, las formas; en este caso, encorsetadas en exceso. Para evitar un extremo, gritos e interrupciones continuas, se ha pasado al otro; a tasar y medir las intervenciones con cronómetro. El resultado es robótico, de carencia de naturalidad. El fogueo y la improvisación propia del debate, que permite conocer el talento y temple del candidato, se convierte con este modelo en una sucesión de monólogos. En realidad, no estamos ante un debate; sino ante una recitación de temarios –sanidad, economía, infraestructuras, etc.– y, encima, con apuntes.
Los tres han caído en el dataísmo tan en boga
En cuanto al contenido, los tres han caído en el dataísmo tan en boga. La enumeración de cifras, porcentajes, nombres propios y proyectos concretos genera en el momento un efecto 'muro de sonido' que abruma al oyente. Luego todo se olvida pronto dado su escaso caudal conceptual y narrativo. Aun así, se ha percibido que los tres políticos portan aspiraciones diferenciadas para Castilla y León.
Francisco Igea ha empleado descalificaciones gruesas –«mentira», «deshonestidad»– para referirse, siempre de forma bronca, a Fernández Mañueco, mientras que apenas ha interpelado a Tudanca, el candidato del PSOE. La estrategia de Igea ha sido la de llamar la atención, quizás para tratar de evitar mediante su sobreactuación la desaparición en el Parlamento autonómico de su partido, Ciudadanos; un pronóstico este, el de la evaporización de Cs, donde coinciden la práctica totalidad de las encuestas publicadas. Igea, en la parte final del debate, ha lanzado su propuesta estelar: un pacto centrista de gran coalición entre los tres partidos allí presentes inspirado en Angela Merkel, a quien ha citado explícitamente como ejemplo, para, de este modo, expulsar a Vox del gobierno. La moderación y equilibrio de sus propuestas no concordaba con lo avinagrado del carácter del que ha hecho gala en esta ocasión.
35 años de PP
Luis Tudanca, por su parte, trató de transmitir esperanza, ilusión por el cambio y una visión optimista de futuro, siempre dado por hecha su victoria; una posibilidad que por otro lado ninguna encuesta pronostica, aunque es cierto que su tendencia en la campaña va en ascenso. El ritornelo de Tudanca han sido los 35 años de gobierno ininterrumpido que el PP lleva en la comunidad. Estos 35 años los ha presentado como una sucesión de recortes, casos de corrupción y pérdidas de trenes que han conducido a la que, a su juicio, es la actual situación de atraso en la que vive la región. Tudanca incluso ha calificado de «régimen», palabras de connotaciones precisas, a estas más de tres décadas de ejecutivas 'populares' logradas en limpias concurrencias democráticas. Las propuestas de Luis Tudanca para los distintos sectores y áreas económicas y sociales estaban unificadas por su común orientación Estatista y de alzas en el gasto público.
Tudanca ha calificado de «régimen», palabras de connotaciones precisas, a estas más de tres décadas de ejecutivas populares
Alfonso Fernández Mañueco ha adoptado un perfil presidenciable y tecnocrático. Correcto en las formas –en realidad los tres lo han sido; no ha habido grandes excesos verbales ni gestuales; la sobriedad y contención castellana y leonesa se ve que imprime carácter–, mientras defendía sus políticas de gestión pública y fomento de la inversión. Los cuatro años de la próxima legislatura los ha interpretado en clave de completar la modernización de la comunidad. Para alcanzar este objetivo detecta dos obstáculos fundamentales: el primero, no lograr un gobierno «fuerte y eficaz» que le impida avanzar con estabilidad y, el segundo, el propio Pedro Sánchez, al que de vez en cuando ha agitado a modo de contraejemplo y de no muy velada amenaza para los intereses estratégicos de la comunidad.
Sobre el debate tanto Igea como Tudanca han azuzado la sombra de la entrada de Vox en el Parlamento autonómico, negando ambos con igual vehemencia su disponibilidad a pactar con la formación verde, al tiempo que trataron de acorralar a Fernández Mañueco para que aclarase si estaba dispuesto a ir de la mano con los de Abascal, o no. El candidato del PP se libró de esta pinza afirmando por activa y por pasiva que aspira a gobernar con una mayoría suficiente y que sus pactos serán con el conjunto de la ciudadanía.
Ha sido, en resumen, un debate correcto, quizás incluso por momentos demasiado correcto, de temática y el estilo autonomista, por y para castellanos y leoneses.