El perfil
Pere Aragonés, el nieto de un franquista que llegó al trono de rebote
El presidente de Cataluña que llamó «nazis» a diputados de Vox es el resultado de un sinfín de carambolas que eliminaron a sus rivales y auparon su 1,63 metros hasta lo más alto de la política catalana
Pere Aragonés (Pineda del Mar, 16 noviembre de 1982) es el fruto afortunado de una larga serie de carambolas que le llevaron a la presidencia de Cataluña por la caída, como fichas de dominó, de un sinfín de personajes que parecían destinados a ocupar el sillón que ahora es suyo.
Todos y cada uno de los nombres que, en su partido o en los demás, parecían sacarle tres cuerpos en la carrera hacia el Palau de la Generalitat, acabaron en la cuneta por distintas razones: Oriol Junqueras y Marta Rovira en ERC; Carles Puigdemont y Quim Torra en Junts y hasta Salvador Illa en el PSC estaban por delante en las líneas sucesorias, los sondeos electorales o los votos escrutados.
Pero todos ellos estrellaron sus autos locos y él pasó de optar al papel de Pierre Nodoyuna a quedarse con el de Pedro el Bello, ganador de la delirante carrera que es la política catalana desde hace demasiados años.
Todo empezó cuando Junqueras le señaló como sucesor en una visita a la cárcel en compañía de Marta Rovira: «Si le pasa algo, te toca a ti», le dijo al parecer muy poco tiempo antes de que la número dos de ERC hiciera el petate y se marchara a Suiza en otro maletero anímico como el que cobijó a Puigdemont para fugarse a Waterloo, donde sigue librando guerras imaginarias con cara de Napoleón venido a menos.
Eliminados dos competidores y amigos, la ley hizo su trabajo con el tercero, Quim Torra; y las urnas con el cuarto, Salvador Illa: al primero lo despachó una inhabilitación y al segundo, pese a ganarle en votos, le desplazó la aritmética nacionalista catalana, que crea matrimonios como el de «La guerra de los Rose». Casarse se casan, pero acaban a palos.
Así llegó a la cúspide un abogado discreto que, pese a las apariencias, ya nació en la élite: su abuelo, Josep Aragonés i Montsant, fue el alcalde franquista de Pineda del Mar, donde su familia tiene la ascendencia de los Channing de Falcon Crest.
Y su padre, Pere Aragonés Poch, sigue al frente de la cadena Golden Hotels, una poderosa firma que rotula sin problemas en español para atraer turistas a sus resorts de lujo, uno de los cuales tiene nombre de toro y abrió el primer parque acuático de España para resbalar sin riesgo de salirse del carril.
Aragonés, devoto del Stefan Zweig de «Momentos estelares de la Humanidad», tampoco es de resbalar, quizá por tener la pretemporada hecha en Taurus Park, aunque esta semana lo hizo llamando «nazis» a los diputados de Vox en voz alta y escuchando, como respuesta a micrófono cerrado, un «hijo de p…» indiciario que en Cataluña sigue en vigor el endémico pulso entre tirios y troyanos.
A algunos les sorprendió la vehemencia faltona del nieto de un franquista que tiene por segundo apellido García; pero el bajo disfraz de segundón en el departamento de Recursos Humanos o de pasante en una notaría, se esconde un pequeño lobo de colmillos muy afilados.
Porque Aragonés, militante de las Juventudes de ERC desde los 16 años, concejal, diputado, conseller, vicepresidente y ahora presidente; tuvo poco de cordero al impulsar la Ley de Consultas que, en el imaginario separatista, les avala para celebrar referendos de independencia.
O para impulsar el victimismo económico, que alguien resumió en el lema «Espanya ens roba» mientras la Generalitat ponía el cazo como nadie: en una década, los «mártires del procés» han sacado del Estado cerca de 120.000 millones de euros, cuarenta veces más que la Comunidad de Madrid, con bocados al Fondo de Liquidez Autonómica que en el último ejercicio roza el 46 % del total.
Casado con Janina Juli Pujol, con una hija, residente aún en Pineda de Mar, con cargo público desde 2011 y amante del teatro aficionado; en el 1,63 metros del pequeño Pere, 'boy scout' en la infancia, caben muchas caras: sindicalista y católico; de Ómnium Cultural y de Médicos sin Fronteras, quizá el contraste que mejor le define es el de él mismo paseando a solas con su perra, por el monte, mientras su familia, abajo en el valle, promociona el golf como gancho para el negocio de los hoteles.