Fundado en 1910

Paula Andrade

El perfil

Ángel Carromero, el fontanero caído en desgracia (otra vez)

El pequeño Rasputín de Génova aparece señalado por el episodio de los espías, un capítulo más de su larga hoja de servicios a los zares y de polémicas sonoras

Ángel Carromero (Madrid, 12 de noviembre de 1985) ocupaba ese papel necesario en todas las organizaciones para que las piezas encajen o, si no lo hacen, haya una cabeza de turco, servida en bandeja de plata, para intentar contener los daños.

En un equipo de fútbol sería el subdirector general; en una empresa el Jefe de Recursos y en la famosa novela siciliana de Mario Puzo encarnaría a Luca Brasi, el lugarteniente del patrón que nunca hace preguntas y hace todos los trabajos.

La guerra civil del PP ha encontrado en él la primera víctima, insuficiente para detener unas hostilidades que convertirán al ganador, sea Ayuso o Casado, en una copia del Rey Pirro de Épiro, a quien se adjudica una reflexión, tras vencer a los romanos dejándose tantas bajas en las filas propias como en las ajenas, que puede valer para el caso: «Otra victoria como esta y volveré solo a casa».

A Carromero, director general de la Alcaldía de Madrid con José Luis Martínez-Almeida, le señalan por «encargar» el supuesto trabajo sucio de investigar a Isabel Díaz Ayuso, un siniestro episodio en las intenciones pero cómico en la ejecución: no se conocía una chapuza así, de ser cierta la historia, desde que Ibáñez inmortalizara en Mortadelo y Filemón los métodos de la agencia TIA para resolver entuertos.

Su salida, dicen, es para defenderse mejor, aunque casi todo el mundo la ha interpretado justo a la inversa: se va obligado por las circunstancias y para evitar que la sangre derramada le manche a Almeida, el alcalde que le acogió en Cibeles con todos los parabienes de Pablo Casado, quien le tenía también en el departamento de fontanería de Génova.

Que a Ayuso la intentaron espiar parece claro. Que lo hiciera uno de esos monjes que terminan siendo más papistas que el Papa, está por ver, aunque resulte un tanto inverosímil que algo tan bochornoso responda al impulso de un «lobo solitario» sin instrucciones de algún jefe de la manada con galones.

Ha sido el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, quien más ha insistido en la indecencia de ese espionaje, tenga o no firma ilustre detrás; en un mensaje que parecía dirigido al pasado y referido a sí mismo: la especie de que él mismo sufrió algo similar y que eso le llevó a renunciar a la sucesión de Rajoy cobró de nuevo cuerpo a propósito de la salida de la Carromero.

Para entender el papel del dimisionario, hay que remontarse a aquellos tiempos de Esperanza Aguirre en los que las Nuevas Generaciones se convirtieron en un criadero de pastores alemanes en cautividad: obedientes con la jefa, implacables con el rival.

Ha sido Feijóo quien más ha insistido en la indecencia de ese espionaje, tenga o no firma ilustre detrás; en un mensaje que parecía dirigido al pasado y referido a sí mismo

Allí empezó Carromero junto a Pablo Casado, en una camada de nombres bien conocidos para la opinión pública y de otros más anónimos que, sin embargo, merodean siempre por los pasillos palaciegos del poderío popular: Isabel Díaz Ayuso, Ángel Carromero, David Erguido, Antonio González Terol o hasta el propio Pablo Casado vienen de aquella cuña aguirrista que la lideresa amamantó y ahora desprecia, con la única excepción de la presidenta regional, la niña de sus ojos frente al «chiquilicuatre» desplomado por presunto espía.

Una hoja de servicios polémica

Aunque el percance amenaza con retirarlo del todo, Carromero sabe lo que es sobrevivir en las condiciones más adversas: condenado en Cuba por homicidio imprudente, al accidentarse el coche que conducía y matarse el líder opositor Oswaldo Payá; logró el permiso para cumplir la condena en España y, con el tiempo, volver de nuevo a las cocinas del PP que en realidad nunca había abandonado.

Licenciado en Derecho por la Universidad Católica de Ávila; antiguo propietario de un gimnasio en Madrid; número dos de las Nuevas Generaciones Madrileñas; presidente del PP en la Agrupación de Chamartín y un sinfín más de cargos orgánicos de segunda fila para los primeros espadas; Carromero siempre ha sido un pequeño Rasputín del zar de turno.

Y como el célebre asesor de los Romanov rusos, no parece sencillo de matar: si al monje tuvieron que envenarlo con cianuro y dispararle tres veces antes de tirarlo al río Neva, donde ya murió ahogado; a Carromero lo han enterrado de nuevo tras otro oscuro episodio cortesano. Pero que nadie descarte una próxima resurrección. No sería la primera.