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El Rey, el presidente, Díaz y Feijóo en la inauguración del AVE a Orense

Crisis en el PP

El tren de Feijóo: el futuro líder del PP se pone el reto de diseñar un partido ganador

Cuando en diciembre Alberto Núñez Feijóo se montó en el AVE que cubría el trayecto inaugural entre Madrid y Orense, una infraestructura largamente demandada y esperada por los gallegos, el presidente de la Xunta no podía ni imaginar que dos meses después iba a pasar ante él un tren más importante. Y lo que es más raro en política, casi imposible: por segunda vez en cuatro años.

Durante la reunión que el pasado miércoles él y el resto de los presidentes regionales del PP mantuvieron con Pablo Casado en Génova, Feijóo recordó en su discurso que ya en 2018 varios de los allí presentes le habían pedido que se presentara para suceder a Mariano Rajoy.

Fue cuando, en medio de la depresión colectiva por haber sido desalojados de La Moncloa mediante una moción de censura, varios de los popes del PP creyeron que si el gallego daba un paso al frente, los demás pretendientes de la Presidencia del PP darían uno atrás y no habría primarias. Y ocurrió justo lo contrario: quien se achantó fue él. Aunque jamás lo reconoció. Siempre dijo que le había pesado más su compromiso con los gallegos.

Estos días Feijóo camina aclamado y bajo palio directo a la Presidencia de un partido que hasta ahora ha sentido una especie de amor platónico hacia él. Cuatro mayorías absolutas no son para menos. Pero desde abril, el idealizado Feijóo deberá encarnarse en líder de la oposición a Pedro Sánchez. Y él mismo es consciente de la magnitud del reto que tiene por delante.

«Era él o el caos. La supervivencia o el tanatorio», resume uno de esos barones que el miércoles estuvo con Casado, escuchando cómo el líder del PP reconocía por primera vez sus errores. Hasta el mismísimo Mariano Rajoy, que no es dado a dar consejos a quien no se los pide, le recomendó a Casado que embridara la crisis con Isabel Díaz Ayuso antes de que se lo llevara por delante. Tampoco a él le escucho.

La gran pregunta

La gran pregunta es qué PP viene con Feijóo, después de cuatro años en los que el partido ha dado algunos tumbos. Unas veces más a la derecha; otras más al centro. Y ha cerrado toda puerta de entendimiento con Pedro Sánchez, más allá de pactar el reparto del Consejo de RTVE, el Tribunal Constitucional, el de Cuentas y el Defensor del Pueblo.

Ya se encargó el presidente del Gobierno de ajustar cuentas con Casado el miércoles en el último cara a cara parlamentario entre ambos, que ni entonces pudo morderse la lengua. «En estos dos años, la oposición se ha instalado en la descalificación constante, negando hasta incluso un principio democrático esencial como es la propia legitimidad y la existencia de este Gobierno emanado de la voluntad popular», le afeó Sánchez. Y se quedó a gusto.

Tiempo de cambios drásticos

El primer cambio drástico para Feijóo será pasar de presidir un gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento gallego a liderar la oposición a un gobierno de coalición al que aún le queda más de un año y medio de vida. Y sin siquiera poder hacerlo desde el Congreso, porque no tendrá escaño en la Cámara Baja.

El segundo cambio será saltar de la política gallega a la piscina olímpica. A Feijóo siempre le ha gustado estar muy al corriente de la política nacional y salsear por Madrid, pero una cosa es ir de visita y otra hacerlo para quedarse. «Esto es una máquina de picar carne. Ahí tienes como han acabado Albert Rivera, Pablo Iglesias y ahora Pablo Casado. Y a ver qué pasa con Yolanda Díaz… ya puede venir mentalizado», advertía el miércoles en los pasillos del Congreso un diputado popular que lo ha visto casi todo. Y es verdad que los últimos líderes políticos parecen venir con obsolescencia programada de fábrica.

De esta fotografía solo queda Pedro SánchezAFP

Y claro, en Madrid está Vox. Tercera diferencia. Hasta ahora Feijóo ha ocupado todo el espacio de centro derecha en Galicia, lo que le ha permitido pregonar y practicar una centralidad que forma parte de su zona de confort. Con el nacionalismo gallego tirando del PSOE hacia posiciones más a la izquierda –el BNG de Ana Pontón es ya la segunda fuerza del Parlamento–, el campo está expedito.

La duda es si, en Galicia, Feijóo encontró la fórmula contra Vox o es Vox el que no supo encontrar la fórmula contra Feijóo, su criptonita. Sea como fuere, se avecina una segunda fase de esa batalla contra Santiago Abascal. Y ahora mucho menos desigual.

Feijóo siempre ha entendido la política de forma más pragmática

Aunque es cierto que el congreso extraordinario no se celebra para ningún «rearme ideológico» –una expresión tan manida entre los partidos que en parte ha perdido el sentido– sino para cambiar a Casado por Feijóo, algún tipo de declaración de intenciones del gallego tendrá que haber en ese sentido.

Su forma de hacer y entender la política siempre ha sido más pragmática, pero no será fácil encajar eso en un universo político sumamente ideologizado y polarizado. Con Pedro Sánchez y Yolanda Díaz azuzando el flanco izquierdo con la Ley de Memoria Democrática, la reforma de la Ley del Aborto, la reforma fiscal que se viene…

Lo bueno para Feijóo es que la autoridad ya la tiene. Y el liderazgo, también. Se lo han dado cuatro mayorías absolutas. Así que no tendrá que correr a apuntarse el tanto de Juanma Moreno, si es que éste consigue revalidar la Junta de Andalucía en las elecciones que se celebrarán antes de fin de año. Como en 2019 sí corrió Casado. De hecho, su primer examen como tal serán las elecciones municipales y autonómicas de 2023, y para ésas queda más de un año.

Internamente, el examen vendrá antes. A Feijóo le toca curar las heridas de un partido «maltratado» por su hasta ahora secretario general, en opinión de un presidente provincial. «Siempre ganaban los pelotas, no los buenos», añade.

Un partido que hasta se avergonzó de su pasado. «Casado nunca quiso hacer suyas las grandes reformas de Rajoy, singularmente la laboral y la de pensiones, porque construyó una enmienda a la totalidad de la acción de Gobierno esos años, estigmatizando a sus gestores. Solo tarde y mal se puso a defenderlas», rememora un exalto cargo del Gobierno de Rajoy. Hay mucho daño que sanar.