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Ione BelarraPaula Andrade

El perfil

Ione Belarra, «La niña de la curva» que desafía a Pedro Sánchez desde el asiento trasero

Belarra y Montero han querido ser John Lennon y Yoko Ono cantando Give peace a chance pero les ha salido una marcha soviética que ahonda en la decrepitud de Podemos

A Ione Belarra (Pamplona, 25 de septiembre de 1987) la bautizó Carlos Herrera como «La niña de la curva», ese espectro nocturno que, en la leyenda urbana, se aparece a ciertos conductores para echarles de la carretera o, quién sabe, prevenirles de un accidente por exceso de velocidad.

Su aspecto aniñado contrasta con esa frialdad tan navarra y ofrece un resultado inquietante: parece no tener edad para haberse sacado el carnet de conducir, pero pilota el coche de Podemos, a menudo sin frenos, con las luces apagadas y en dirección contraria.

Eclipsada por la alargada sombra de su mentor, Pablo Iglesias; de su madrina, Irene Montero, y de su rival, Yolanda Díaz; la secretaria general del partido morado y ministra de Asuntos Sociales tiene más competidores internos que votantes convencidos: desde que ella sucedió al Patrón, los sondeos electorales se han convertido en partes de guerra con más bajas que en el sitio de Stalingrado.

Quizá ahí deriva el tono bélico de su pacifismo, una aparente paradoja que no lo es tanto: en la incesante búsqueda de un espacio propio en la coalición, para ondear banderas que nadie quiere, Belarra y Podemos han declarado la guerra al PSOE, aunque suene un poco como aquel alcalde de Móstoles haciendo lo mismo con Napoleón en ese 1808 en que los madrileños ejercieron de ucranianos.

La oposición de Podemos a enviar armas españolas a Kiev tiene menos de flower power adolescente que de táctica de combate electoral para recuperar a votantes perdidos con estampas que funcionarían algo mejor si Pablo Iglesias e Irene Montero posaran en una cama como John Lennon y Yoko Ono mientras suena Give peace a chance.

Si alguien representa el belicismo podemita son los dos bruscos capitanes que sobreviven en el Alto Mando pablista

Que en su lugar los protagonistas de la escena sean Belarra y Echenique, con Montero al fondo ejerciendo de señora Danvers, la siniestra ama de llaves de Rebeca; resulta difícilmente compatible con el relato pacifista que dicen mantener: si alguien representa el belicismo podemita son los dos bruscos capitanes que sobreviven siempre en el Alto Mando pablista entonando himnos soviéticos.

Pero a quien se parece de verdad Belarra es a Montero, amiga de estudios y dueña de una carrera similar: ninguna tuvo nunca un trabajo antes de llegar a un Ministerio, que es algo parecido a fichar por la NBA sin haber entrado nunca en una tienda de zapatillas deportivas.

La titular de Asuntos Sociales publica en estos términos su humilde currículo antes de lograr un sueldo público de cinco cifras que contradice la germinal apuesta de Podemos de no cobrar nunca más del triple del SMI: «Ha trabajado en Cruz Roja, Comisión Española de Ayuda al Refugiado, MECD y Universidad Autónoma de Madrid. SOS Racismo. Consejo Ciudadano de Navarra Podemos. Consejo Ciudadano Estatal Podemos».

Pasar de ahí a un Consejo de Ministros solo se explica por una cuestión de afinidades más que de méritos: Iglesias y Montero eligieron a su amiga íntima para controlar el aparato, en ausencia del primero e inconveniencia de la segunda, y para vigilar de cerca a Yolanda Díaz, que nunca ha tenido ni el control del partido ni el de su propio Grupo Parlamentario pero puede ser, paradójicamente, el penúltimo clavo en el ataúd de Podemos.

Sánchez está empachado de populismo pero inhabilitado para soltar lastre sin caer él mismo

Y, si llega ese momento, ella morirá políticamente en ese búnker en el que lleva ya instalada cuatro legislaturas y ha logrado prosperar económica y familiarmente: si a la Facultad de Psicología le debe la hermandad con Irene Montero, un año menor que ella y varias cabezas mayor en poder; al partido le debe su pareja, Nacho Ramos, sus recursos para adquirir un pisito en Madrid alejado en la Sierra y el hijo que alumbró en ese viaje de la nada a la Agenda 2030.

Difícilmente llegará viva a ese año que da el segundo apellido a su Ministerio. Y nunca si depende de Margarita Robles, compañera de Gabinete y enemiga declarada para todo lo demás en nombre del propio Pedro Sánchez, empachado de populismo pero inhabilitado para soltar lastre sin caer él mismo.

Ione es el nombre de una orquídea púrpura y de una piedra violácea, pero también bautiza a la marcha fúnebre contenida en la célebre ópera de Errico Petrella, inspirada en Los últimos días de Pompeya que también parece sonar ya para la camada favorita de Iglesias por situarse casi siempre en la curva equivocada.