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Juan Enrique Padín Costas, capitán del Villa de Pitanxo

Investigación judicial

Los marineros, al capitán del Villa de Pitanxo: «¡Arría cables! ¿Nos quieres matar o qué?»

Los últimos minutos del buque que naufragó en Terranova, contados por el superviviente africano

Los últimos y angustiosos minutos del Villa de Pitanxo tienen una versión alternativa a la proporcionada por su capitán, Juan Enrique Padín Costas. Es la que, en el marco de la investigación abierta por la Audiencia Nacional, el marinero ghanés Samuel Koufie contó el pasado 25 de febrero. Diez días antes, en la madrugada del 15 de febrero, el hundimiento del barco causó 21 víctimas mortales.

Vayamos al día de de la tragedia. Pasadas las tres de la mañana, hora española, las maquinillas que se emplean para lanzar y recoger las redes funcionan con normalidad. Lo hacen, eso sí, de forma lenta, parsimoniosa. Después, súbitamente, empiezan a operar de forma anómala. Hacen fuerza, pero no recogen los cables. Es justo en ese momento cuando el buque de bandera española empieza a escorar a babor: así ocurre porque el cable tensa, pero no recoge, siempre según el testimonio de este superviviente.

Son, así lo concluyen los marineros, los dos motores de las maquinillas los que van mal.

El problema es que, al escorar a babor, empieza a entrar agua en el Villa de Pitanxo. A raudales. El superviviente africano y otros de los tripulantes gritan al capitán que arríe los cables. Se trata de un mecanismo de seguridad que suelta de forma inmediata la red.

Las olas oscilan entre los cinco y los seis metros. La velocidad del viento, entre 60 y 70 kilómetros por hora. Las condiciones son muy hostiles en la gélida Terranova.

Una voz familiar se dirige a Juan Enrique Padín Costas por megafonía. Es Eduardo Rial Padín: «Juan, arría cables, arría cables», pide el sobrino al tío.

Otros tripulantes que están en cubierta también ruegan: «¡Arría cables! ¿Nos quieres matar o qué?».

Confían en que al activar ese mecanismo de seguridad y soltar la red, el buque recupere la estabilidad. Pero esa orden no llega, según el relato del superviviente africano.

Humo y extraños sonidos

Empieza a salir humo oscuro de la chimenea de popa. Extraños sonidos salen del motor, que hace bambolear al Villa de Pitanxo justo antes de pararse para siempre. Los tripulantes cercanos a los cables piensan entonces en cortarlos. Pero no hay tiempo porque la parada del motor acentúa mucho más la escora del barco y, por tanto, el agua entra con más intensidad. Es en ese momento desesperado cuando el capitán exige a la tripulación que suba hasta el puente.

Los que acceden a esta parte del barco logran abrir, no sin dificultad, la balsa salvavidas. Solo se montan en ella nueve hombres. Sobrevivirán tres, dos vestidos con traje de supervivencia (el capitán y su sobrino) y uno sin dicho ropaje protector, Samuel Koufie, autor del relato que contradice en puntos clave el ofrecido por Juan Enrique Padín Costas.