La crónica política
El PP empieza a asumir que deberá pactar con Vox en Andalucía y en cientos de ayuntamientos
El acuerdo de gobierno en Castilla y León ha provocado vértigo entre los populares –también en Vox–. Pero, tras la desaparición de Cs, temen que no será la excepción sino la norma
Cuenta la leyenda que Pablo Casado, ansioso por retomar el ciclo electoral, decidió apretar el botón rojo del adelanto electoral en Castilla y León en vista de que Juanma Moreno se resistía a hacerlo en Andalucía. Tanto el todavía presidente del PP como Alfonso Fernández Mañueco han negado una y mil veces esa extendidísima versión, pero a estas alturas ya poco importa.
El resultado, fuera cual fuese el detonante, es que el PPCyL no obtuvo los escaños previstos y por primera vez hay en España un gobierno al alimón entre el PP y Vox. Y que compartir lecho gubernamental ha motivado cierta sensación de vértigo en ambas formaciones: tradicionalmente, de una coalición uno de los socios sale más fuerte y otro más débil.
La cuestión es quién será cada cual. A Pedro Sánchez le costó una repetición electoral (la de noviembre de 2019), pero al final acabó por entender que meter a Podemos en su Gobierno era la única forma de aplacarlo, dadas las circunstancias.
«Los mismos que nos llamaban ‘derechita cobarde’ hace unos días ahora tendrán que aplaudir a Alfonso en las Cortes. Y tendrán que gobernar y tomar decisiones, con el desgate que les supondrá. A ver cómo lo gestionan», opina un diputado del PP castellano y leonés en tono retador.
Baste un dato como ejemplo. Vox ha rechazado amablemente el ofrecimiento de Mañueco –medio en broma, medio en serio– de quedarse con la complicada Consejería de Sanidad, que en la pasada legislatura ostentó Verónica Casado, de Ciudadanos. La cobertura sanitaria en una comunidad despoblada y sumamente envejecida fue precisamente uno de los principales puntos de fricción entre el PP y Francisco Igea. El famoso Plan Aliste de Cs.
El PPCyL ha cerrado filas con Mañueco por un acuerdo que en Valladolid consideran «inevitable», habida cuenta de que Vox exigía sí o sí entrar en el Ejecutivo tras obtener 13 escaños. ¿Se resistieron los populares? Lo que pudieron.
Dirigentes como Isabel Díaz Ayuso le recomendaron a Mañueco en privado que aguantara el órdago de Santiago Abascal hasta el final, según ha podido saber El Debate. Pero el presidente de Castilla y León acabó convenciéndose de que éste no iba de farol cuando le llamó por teléfono para poner las cartas boca arriba horas antes de que sonara la bocina de la constitución de las Cortes, el jueves.
Los complejos
La realidad es que este paso del Rubicón ha generado división de opiniones entre los populares, en un momento delicado para el PP por el cambio de liderazgo. Y a algunos les provoca escozor, sobre todo en Andalucía. «Lo que tenemos que hacer es dejar de avergonzarnos y de pedir permiso. ¿No pacta Pedro Sánchez con Bildu? Pues entonces no tienen nada que decirnos», remacha un miembro del actual comité de dirección.
La hipocresía socialista
El PSOE sella dos nuevos pactos con Bildu y ERC mientras demoniza el de Mañueco y Vox
La tesis más extendida es que este momento tenía que llegar, antes o después, porque la desaparición de Ciudadanos ha dejado al PP sin otra posibilidad de pacto que con Vox. Y viceversa. «Ciudadanos podía pactar con el PSOE o con nosotros según le viniera bien, pero con Vox sabemos que somos su única opción», señala un barón regional del PP viendo el vaso medio lleno.
Aunque Alberto Núñez Feijóo esté tratando de acotar el perímetro del pacto con Vox a Castilla y León, el escenario que se le presenta al PP en el medio plazo es otro. Primero en Andalucía y después en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023. «Nosotros abrimos camino, pero esta situación se va a repetir en Andalucía y en cientos, miles, de ayuntamientos el año que vienen. Allí tampoco quedará otra que gobernar con Vox», auguran desde el entorno de Mañueco. Lo de pactar con el PSOE que gobierne la lista más votada suena a política ficción, conociendo a Sánchez.
No obstante, desde Vox aclaran que pese a haber dado el paso en Castilla y León no tienen una estrategia común para toda España: habrá que ir viendo –remachan– el «mandato de las urnas» en cada lugar.
La onda expansiva llega a Andalucía
Y si en Vox no quieren adelantar acontecimientos, en Sevilla aún menos. Aunque Juanma Moreno ha visto las barbas de su vecino cortar, qué duda cabe. «Andalucía sigue su propio camino. No es tiempo de elecciones aquí. Los ciudadanos decidirán en su momento. Nosotros les pediremos una mayoría suficiente para gobernar. Cuando llegue el momento ellos decidirán», sostienen desde el equipo del presidente andaluz a este diario.
En enero albergaban la esperanza de que Ciudadanos Andalucía resistiera lo suficiente como para poder revalidar su pacto de gobierno, pero a estas alturas lo ven muy complicado. Las encuestas son tozudas y la suma a día de hoy no da con Cs, sino con Vox.
«Evidentemente, no nos podemos permitir perder un solo gobierno donde den los números con Vox por no pactar con ellos. Ni en Andalucía ni en ningún lado. Ya no estamos en esa etapa, es un debate superado», reflexiona una veterana diputada.
Superado… pero no para Pablo Casado, que desde la lejanía ha seguido y sigue reivindicando su estrategia con Vox como la mejor. «Nuestra herencia no es el pacto en Castilla y León, que nadie engañe. Nuestra herencia es que con nosotros no se pactaba con Vox: no entraban en los gobiernos y apoyaban desde fuera», sostienen desde el equipo del aún presidente Casado.
El experimento
Mientras llegan las elecciones andaluzas y las municipales y autonómicas de 2023, Mañueco deberá ir gobernando con Juan García-Gallardo. Sabe que por ser el primero tendrá muchas miradas puestas en él; y también al Gobierno central encima, que ya le ha avisado de que cualquier «retroceso en derechos», especialmente los de las mujeres, lo llevará a los tribunales.
El presidente castellano y leonés confía en que el suyo sea un Gobierno de coalición duradero. Allí, a diferencia de lo que sucede en la Comunidad de Madrid (Ayuso tendrá que volver a las urnas el próximo año), la legislatura es para cuatro años. Pero siempre tiene la opción de convocar elecciones en mayo de 2023, es su potestad. No obstante, su entorno lo descarta de plano. «Antes romperíamos con Vox en un hipotético caso que volver a elecciones el año que viene», zanjan.