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Pedro Sánchez abandona el Congreso de los DiputadosEFE

La crónica política

El PSOE se mentaliza para afrontar una crisis peor que la pandemia y no morir en el intento

El Gobierno aún está tratando de asimilar la película de terror en la que está inmerso. En las dos últimas semanas se ha mostrado titubeante, falto de ideas y superado. Además de dividido

A Pedro Sánchez han empezado a apodarle «el Quijote» en los cenáculos políticos de la Unión Europea. Por la voluntariedad con la que emprendió una gira de dos semanas para convencer a los Veintisiete de que la solución a los problemas energéticos de toda la UE pasa por desacoplar el gas del precio de la electricidad.

A lomos del Falcon, que no de Rocinante, buscó una «solución europea» y el viernes se trajo de vuelta una «solución ibérica». En cualquier caso, se anotó un buen tanto, qué duda cabe. Ahora que tiene el permiso de Bruselas, el resto le toca a él.

Ya le gustaría al presidente del Gobierno enfrentarse a molinos de viento, como Alonso Quijano. Lo que él tiene delante sí es un gigante: una crisis mucho peor que la motivada por la pandemia, de la que a España ni le ha dado tiempo a recuperarse del todo.

Así lo reconoció con toda la crudeza la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en una entrevista el jueves por la noche en la SER. «Me gustaría decir lo contrario, pero esta crisis no es la de la pandemia. Va a generar un enorme escenario de incertidumbre. Sinceramente, creo que va a haber una ralentización económica y por tanto va a afectar al empleo. Me gustaría no tener que decir esto, pero me parece que esto es lo que puede pasar», pronosticó.

Su arranque de sinceridad y realismo fue como un latigazo al otro lado de las ondas. Quién sabe si fue un desahogo. Poco después anunció que aparca el inicio de su «proceso de escucha» por todo el país para centrarse en la magnitud del desafío que tiene delante el país.

No está el horno para elecciones, y sin embargo el ciclo electoral no se detiene, mal que le pese a Sánchez: este año las andaluzas, después las valencianas y, en mayo de 2023, las municipales y autonómicas. Eso siempre y cuando el presidente no adelante las generales. Para los socialistas corren malos tiempos para que los españoles voten. Pero el calendario no se detiene. Es implacable.

La película de terror

El Gobierno de coalición aún está tratando de asimilar la película de terror en la que está inmerso. Por culpa, sobre todo, de Vladimir Putin, pero no solo. Y con la inflación como «asesino silencioso para la economía y el bienestar de los ciudadanos», que es así como la definió hace unos días la consejera delegada de Bankinter, María Dolores Dancausa.

El Ministerio de Economía mantiene con más fe que otra cosa su previsión de crecimiento para este año en el 7% del PIB, pero no hay panel de expertos que no la haya rebajado ya sustancialmente. Fitch estima un 5% del PIB, Funcas lo deja en el 4,6%, Caixabank pronostica que estará por debajo del 5,5% del PIB. S&P es la más optimista y, aun así, su predicción es bastante peor que la del Ejecutivo: el 6,1%.

En el Consejo de Ministros contienen la respiración ante la fecha que Sánchez marcó en rojo en el calendario hace ya tiempo: el martes 29 de marzo. Algunos miembros del Gobierno están deslizando que tal vez no debieron poner las expectativas tan altas porque ningún real decreto ley puede resolver de golpe todos los problemas a los que se enfrenta la economía española. Ni contentar a todos.

Los ministros son conscientes de que un resbalón el martes puede ser letal

Y todos son muy conscientes de que un resbalón el martes puede resultar letal. «Mira lo que ha pasado con los pescadores. El ministro Planas consiguió que volvieran a faenar sin ofrecerles nada en concreto, solo remitiéndoles al Consejo de Ministros del martes. Así que ahora no les podemos defraudar», señalan desde el entorno de la vicepresidenta Díaz. En efecto, los pescadores dieron, textualmente, «un voto de confianza al ministro» hasta el día 29 después de tres días con la flota amarrada.

Sin embargo, es difícil pensar que Sánchez va a contentar a los sectores más afectados por el encarecimiento de los carburantes cuando ni siquiera todo el Gobierno está contento con lo poco que va trascendiendo.

Unidas Podemos -incluida Díaz- quería un impuesto a las grandes eléctricas que el presidente y Nadia Calviño ya han descartado. El Gobierno parece la torre del juego de la Jenga: puede que siga en pie con cada pieza que pierde, pero se va volviendo más y más inestable.

Al margen de ese no impuesto a las eléctricas, el resto son incógnitas. Durante las últimas semanas, el Ejecutivo se ha mostrado titubeante, falto de ideas y superado, a decir de varios de los portavoces de los partidos políticos con lo que se han ido reuniendo tres vicepresidentas y el ministro de la Presidencia para recabar apoyos. «No traían ni un solo papel. No nos han explicado nada. Sospechamos que solo querían la fotografía», se quejó Gabriel Rufián el pasado miércoles, el día en que la delegación gubernamental cerró su ronda de contactos.

A los partidos no les han contado nada. A los presidentes autonómicos sí y ha sido casi peor, porque en cuestión de días Sánchez ha cambiado de idea. En la Conferencia de Presidentes de la Palma, el líder del Ejecutivo se comprometió a una rebaja de impuestos para los sectores más afectados, aunque sin concretar. Ahora ha rectificado. Ya no le parece tan buena idea. O tal vez nunca se lo pareció y solo pretendía salir de la castigada isla con una foto de unidad.

La Conferencia de Presidentes de La Palma

«En la anterior crisis hubo un momento en el que los diputados del PP no podíamos decir que lo éramos porque la gente se nos echaba encima. A este paso a los del PSOE va a pasarles pronto lo mismo», pronostica un veterano parlamentario popular a este periódico, rememorando los tiempos de los escraches a miembros del Gobierno de Mariano Rajoy y de su partido como Soraya Sáenz de Santamaría, Esteban González Pons y Cristina Cifuentes, entre otros.

Aquellos fueron años de recortes. Hoy nadie en el Gobierno quiere mencionar esa posibilidad, ni remotamente. Pero el Banco Central Europeo ya ha anunciado que este año va a empezar a retirar la respiración asistida a las economías de la zona euro: reducirá gradualmente la compra de deuda de los países. La subida de tipos de interés, en cambio, parece haber quedado aplazada por la invasión de Ucrania.

A España, con un déficit del 7,3% del PIB y una deuda pública del 121,8%, le falta oxígeno. Al Gobierno, también. Ya no hay agenda ideológica que valga para recuperar el aliento. Es la economía en toda su dureza.