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Pedro Sánchez, con Mohamed VI, en su reciente visita a MarruecosLa Moncloa

La Audiencia Nacional investiga

Sánchez se enfrenta a la posible implicación de Marruecos en el espionaje tras entregar el Sáhara

La operación política montada por La Moncloa para desactivar el catalangate amenaza con írsele de las manos. La directora del CNI está en la cuerda floja

La posible implicación de Marruecos en el espionaje a los móviles de Pedro Sánchez y Margarita Robles ha sacudido La Moncloa.

Con todas las cautelas, en el Gobierno sospechan del reino de Mohamed VI, según fuentes jurídicas y de la Inteligencia consultadas por El Debate. Si se demuestra que estuvo detrás, la imagen del presidente del Gobierno quedará muy comprometida, después de que hace apenas mes y medio aceptara el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental.

Sea como fuere, ni siquiera aquel caluroso sábado de julio en que el presidente anunció una profunda remodelación de su Gobierno en La Moncloa había amanecido tan temprano como este 2 de mayo, día de la Comunidad de Madrid y festivo en media España.

A las siete en punto de la mañana, la Secretaría de Estado de Comunicación envió la convocatoria de esa rueda de prensa celebrada dos horas y media más tarde en la que el ministro de la Presidencia y la portavoz del Ejecutivo reconocieron el hackeo de los móviles del presidente y la ministra de Defensa. Que se sepa, porque pueden haber sido más.

La comparecencia fue en sí misma una operación política diseñada en los despachos de poder de La Moncloa para desactivar el catalangate, que en la última semana ha puesto en jaque la legislatura.

A saber: la ruptura con ERC estuvo a punto de costarle a Sánchez el pasado jueves la caída de su decreto anticrisis, Unidas Podemos se unió al coro de voces del independentismo exigiendo la cabeza de Robles, los socios de Sánchez retrataron al CNI como un centro de espías descontrolado y al margen de la ley y, para colmo, Meritxell Batet empeñó la independencia del poder legislativo retorciendo el Reglamento del Congreso para meter a Bildu, ERC, la CUP y Junts per Catalunya en la Comisión de secretos oficiales. Todo después de que el ministro de la Presidencia hubiera viajado el domingo 24 de abril a Barcelona para postrarse ante la consejera de la Presidencia de la Generalitat.

El giro de guion tiene la clara voluntad de victimizar al Gobierno después de dos semanas de señalamiento. Porque el Ejecutivo no puede ser culpable de nada si ha sido también víctima, según el argumentario monclovita. De hecho, si algo remarcó Félix Bolaños durante la rueda de prensa fue que las intervenciones detectadas en ambos terminales fueron «ilícitas y externas».

La directora del CNI, en la cuerda floja

El ministro de la Presidencia reconoció implícitamente la vulnerabilidad de las comunicaciones del Gobierno. Unidas Podemos fue más lejos al pedir «que se depuren de manera ágil y efectiva responsabilidades», en palabras de la vicepresidenta Yolanda Díaz. La ministra y líder de Podemos, Ione Belarra, habló de una «profunda brecha en la seguridad del Estado» y de un fallo «inasumible».

Con Robles entre las víctimas del espionaje, las miradas se dirigen a la directora del CNI, Paz Esteban. Si el Ejecutivo ha dado el paso de revelar que el presidente ha sido espiado y que de su teléfono han extraído más de 2,6 gigas de no se sabe qué información es porque asume que alguien tendrá que pagar el coste político.

La directora del CNI, Paz EstebanEFE

Descartada la ministra de Defensa, Esteban tiene muchas papeletas de ser el chivo expiatorio. Reconocer semejante debilidad es algo que no ha hecho ninguno de los otros 14 jefes de Estado y de Gobierno que según The Guardian fueron víctimas de Pegasus. Entre ellos, el británico Boris Johnson y el francés Emmanuele Macron.

La última operación política con el sello de La Moncloa entraña tantos riesgos que al Gobierno puede írsele de las manos, si no lo ha hecho ya. Ya en la propia sala de prensa, Bolaños y la ministra Isabel Rodríguez se quedaron sin respuesta ante las muchas preguntas de los periodistas, especialmente una: quién está detrás.

En el Ejecutivo sospechan de Marruecos, según fuentes jurídicas y de la Inteligencia consultadas por este periódico. El ataque al móvil de Sánchez se produjo en plena crisis con el país vecino después de que, a finales de abril de 2021, el Gobierno trasladara al líder del Frente Polisario a un hospital de Logroño a espaldas de Mohamed VI. La Inteligencia marroquí no tardó en enterarse. Por su parte, el diario El País asegura que la por entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya, sufrió un ataque a su móvil durante el clímax de la crisis diplomática con Marruecos a raíz de la llegada de Ghali a España.

Si resultara ser Marruecos, la imagen de Sánchez quedaría muy tocada

En julio del año pasado, Marruecos ya fue acusado de estar detrás del espionaje a diversas personalidades francesas con Pegasus (políticos, abogados y periodistas), aunque el reino alauita negó con rotundidad las informaciones que publicó Le Monde citando fuentes de la Inteligencia francesas.

Si quedara probado que ha sido el país vecino, la imagen de Sánchez sufriría un daño irreparable. Puesto que se demostraría que el presidente español cometió una grave imprudencia al fiarse de Mohamed VI y reconocer, de forma unilateral, el plan de autonomía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.

Aquella fue una decisión que tomó con todo el Congreso en contra y con la que ha hipotecado las relaciones con Marruecos de todos los gobiernos venideros. Aunque, tratándose de Pegasus, es difícil pensar que la investigación abierta en la Audiencia Nacional pueda arrojar certezas.

En el corto plazo, la maniobra del presidente no ha conseguido aplacar al independentismo, que este lunes le acusó directamente de construir «una cortina de humo para eludir responsabilidades», en palabras del líder de ERC, Oriol Junqueras. Por su parte, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, se quejó de que todo eran «silencio y excusas» cuando el espionaje afectaba al independentismo y ahora «todo son prisas».