Revelamos su respuesta a Transparencia
Sánchez confiesa que usa el Falcon para asuntos propios con el pretexto de que es presidente las 24 horas
El Debate accede a las justificaciones de Moncloa para reconocer lo que negaba antes y convertir los vuelos privados o de partido en actos de la Presidencia
Primero se negó a dar información, después rechazó la existencia de vuelos privados, más tarde fue «condenado» por la Audiencia Nacional a dar detalles de todo y ahora, con la ejecución de una segunda resolución histórica, que esta vez Moncloa no ha querido recurrir tras el fiasco cosechado por la Abogacía del Estado, a la que Sánchez encomendó su defensa, contra un presidente del Gobierno, llega la confesión definitiva de Pedro Sánchez: sí usa el Falcon para asuntos alejados de sus responsabilidades institucionales, y lo hace porque es el presidente. Punto.
El Debate ha accedido en exclusiva a la ejecución de la Resolución 182 del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno en la que Sánchez, acorralado tras meses de ocultismo, no tiene más remedio que reconocer lo que llevaba negando o tapando desde 2018: que usa el costoso avión oficial para todo, incluyendo asuntos personales o actos del PSOE, y que lo hace porque es Presidente del Gobierno las 24 horas del día.
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«La condición de Presidente del Gobierno se ejerce de forma continua e íntegra durante todo el lapso de tiempo que discurre entre su nombramiento y cese, sin contemplar ningún periodo determinado, o determinable, en el que el Jefe del Ejecutivo no ostente esa condición», reza la respuesta de Moncloa al Consejo de Transparencia a instancias de este periódico, firmada por la Secretaría General de Presidencia en nombre de Sánchez.
Sánchez impuso un Código Ético en el PSOE o unas obligaciones de Transparencia al Rey que él no cumple: convierte sus excursiones privadas o de partido en actos institucionales del presidente para usar el Falcon sin límites
Se trata de una postura sorprendente que convertiría en acto presidencial todo lo que haga Sánchez, sea cual sea su naturaleza, en una especie de «inviolabilidad» de sus actos incluso privados que contrasta con las exigencias de transparencia y rendición de cuentas que su Gobierno, por ejemplo, le impone públicamente al mismísimo Rey de España.
Pedro Sánchez, a lo Richard Nixon
La pirueta de Sánchez rememora la del controvertido presidente americano Richard Nixon cuando, en plena polémica del Watergate, defendió el derecho a hacer lo que estimara oportuno alegando que todo sería siempre «legal» por el mero hecho de lo hace u ordena el jefe del Ejecutivo.
Con ese mismo espíritu, acudir en el Falcon con su esposa al Festival de Benicàssim o recorrer media España a bordo del avión para asistir a mítines del PSOE son actos presidenciales que primero se pueden proteger bajo el epígrafe de secreto de Estado y después, cuando la ley rechaza esa postura, transformar en misiones presidenciales.
Algo que lo mismo sirve para montarse en el Falcon e ir a un concierto que para acompañar a Juan Espadas en Andalucía, utilizar el Palacio de las Marismillas con amigos sin dar cuentas o marcharse de «excursión» a los Estados Unidos sin revelar cuánto dinero ha gastado, con quién ha viajado, en qué hoteles previsiblemente de lujo se ha alojado y para que ha servido en concreto ese enorme gasto público.
La realidad es que Sánchez ha sido el primer presidente que sufre una sentencia en contra de la Audiencia Nacional por el uso indiscriminado de recursos públicos y reiteradas resoluciones adversas del Consejo de Transparencia para que asuma las exigencias que le traslada, por ejemplo, a la Casa Real.
«La seguridad del Presidente del Gobierno se presta de forma integral en todas sus actividades, lo que supone el establecimiento de un dispositivo de seguridad en cada desplazamiento», arguye la Secretaría General en el mismo escrito de aceptación, a regañadientes, de la imposición de informar de los viajes de Sánchez, confundiendo la necesaria protección de Sánchez con el uso costosísimo del Falcon en lugar de una línea regular del AVE, como era habitual en todos sus predecesores.
El mismo Sánchez que convierte en viajes presidenciales sus excursiones en el Falcon acepta considerar privados decenas de expediciones en el coche oficial
En la misma «confesión» de Sánchez, acepta la existencia de hasta 51 viajes privados solo en el primer semestre de 2019, todos ellos en coche oficial; pero se niega a considerar como tales todos los que hubiera hecho en el Falcon para propósitos ajenos a las funciones presidenciales: el truco es convertirlos en actos oficiales del Presidente cuando viaje en avión, aunque sean iguales o parecidos a los que realiza en automóvil y sí se presentan como desplazamientos relativos a su intimidad.
La actitud de Sánchez resulta todavía más llamativa al contrastarla con el Código Ético que él mismo impulsó e impuso a todos los altos cargos del partido, en el que literalmente figura la siguiente obligación, incumplida de forma reiterada en Moncloa:
«Cuando deban desplazarse a cargo de un presupuesto institucional lo harán preferiblemente utilizando la tarifa que resulte más económica para el erario público o el Partido y solo se admitirán excepciones cuando esta tarifa no esté disponible o cuando el empleo de otros medios sea».
O esta otra, también flagrantemente incumplida: «Los cargos públicos y orgánicos socialistas actuarán siempre bajo los principios de eficiencia y austeridad, limitando los gastos del presupuesto público o del Partido generados en el ejercicio de sus funciones y evitando cualquier uso impropio de los bienes o medios puestos a su disposición».
De gira política
Lo cierto es que, en la práctica, Sánchez se comporta con los recursos públicos como si estuvieran a su libre disposición, con una reiteración sorprendente: solo en la primera mitad de 2019, según la investigación de El Debate, hizo al menos 33 desplazamientos aéreos por toda España sin tener nada en la agenda pública de la Presidencia del Gobierno, y se le vio en todo caso en actos internos del PSOE alejados de sus funciones institucionales.
El 12 de enero de 2019, por ejemplo, acudió a Barcelona a presentar al candidato del PSC a la alcaldía, Jaume Collboni, y a cargar contra Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal como secretario general del PSOE:
«Hoy en España hay tres derechas con un objetivo: la involución. Son los 'voxsonaros' de la política española y frente a ellos el Gobierno representa la tolerancia, el respeto, la igualdad y la convivencia».
Ese mismo día, la agenda de Moncloa no incluía ninguna actividad oficial de Sánchez, que comenzó una gira política por toda España a bordo de vehículos oficiales de los que ahora nadie se hace cargo, como presumió Miquel Iceta y corrobora el listado de desplazamientos elaborado por El Debate: gracias por «elegir Barcelona» para esta gira que te llevará por «tantos lugares de España», le dijo el entonces líder del PSC, adelantando una incesante cadena de vuelos que le llevó a Burgos, Canarias, Valencia, Aragón, el País Vasco y tantos otros destinos, quizá alguno de ellos también lúdico.
Todo ello lo negó, lo protegió como secreto de Estado o simplemente rechazó explicarlo o conocerlo hasta que la Audiencia Nacional le sentención con una advertencia que, de ser para otro dirigente político conservador, tal vez hubiera desatado una ola de protestas del PSOE y Podemos:
«Cuesta entender que Presidencia del Gobierno carezca de información sobre los desplazamientos privados del Presidente del Gobierno», reza el fallo judicial que hizo saltar el montaje de Sánchez para utilizar el Falcon o el Puma a su antojo.
Solo en mantenimiento, los cinco Falcon 900 y los dos Airbus A310 a disposición de Pedro Sánchez y de sus ministros, disponen de una línea de crédito de 90 millones de euros, a los que hay que sumarle el coste de tripulación, comitivas, queroseno y demás apartados necesarios para ponerlos en el aire.
«Pedro Sánchez considera que los medios públicos son suyos, pero son de los españoles, y no se los dan para que abuse de ellos, sino para que les dé la utilización razonable en el desempeño de sus funciones. Es un déspota», señaló la portavoz parlamentaria y secretaria general del PP, Cuca Gamarra, tras las primeras revelaciones de El Debate al uso indiscriminado del Falcon, que siguen siendo objeto de una ofensiva parlamentaria popular cuyo desenlace están aún por conocerse.