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Irene Montero (Madrid, 1988) es ministra de Igualdad del Gpbierno de España

Irene Montero (Madrid, 1988) es ministra de Igualdad del Gobierno de EspañaPaula Andrade

Irene Montero, la Reina sin reino que sobrevive a voces

La ministra de Igualdad impone su agenda ideológica más invasiva, pero no logra deshacerse de la sensación de que su tiempo ya ha pasado y no lo sabe

La ministra de Igualdad se llama Irene María Montero Gil (Madrid, 13 de febrero de 1988), aunque en el imaginario colectivo responde por la Marquesa de Galapagar, en referencia irónica a la mansión adquirida para criar a su hijos junto a Pablo Iglesias.

Ese salto urbanístico fue técnicamente de unos pocos kilómetros, los que separan los barrios obreros de Madrid de su privilegiada Sierra, pero políticamente abrió el peor de los abismos existente en política, ése que separa lo que predicas de lo que haces.

Fue Iglesias quien dijo aquello de que «los políticos que viven en un chalet son peligrosos», y de tener razón en su rotunda sentencia; él y la madre de sus hijos son formalmente un producto de riesgo.

La vida política de Montero no se puede entender sin la tutela de Iglesias, que eligió a una joven licenciada en Psicología para acompañarle en política y en su vida personal, con la extendida sospecha de que lo segundo promocionó lo primero: sean cuales sean las virtudes de la ministra, su meteórica carrera comenzó cuando el fundador de Podemos se fijó de ella para asaltar los cielos con el estómago lleno de mariposas.

No es del todo justo, pues en lo suyo Montero es de las mejores, pero no podrá quejarse de que la carguen los mismos estigmas que impulsaron a Podemos y que bien recuerdan Ana Botella o Luis de Guindos, víctimas del discurso populista que criminalizaba el sueldo o la casa ajenos pero provocaba referendos internos cuando se quería defender el derecho propio a disfrutar de ese tren de vida.

Fue Iglesias quien dijo que «los políticos que viven en un chalet son peligrosos», y de tener razón en su rotunda sentencia; él y ella son un producto de riesgo

El tándem Iglesias/Montero saltó por los aires, al menos en lo político, con la salida del primero del Gobierno y de Podemos y la imposibilidad de la segunda para sucederle: el achicharramiento era tal que las barbacoas en Galapagar podían hacerse sin necesidad de carbón.

La bicefalia entre el partido, con la íntima amiga Ione Belarra, y el Ejecutivo, con la ya menos amiga Yolanda Díaz; fue la solución que el Rey depuesto y la Primera Dama idearon para mandar sin figurar, un plan que hace aguas por el poco tirón de la nueva secretaria general y el nulo aprecio a las siglas que la auparon de la vicepresidenta segunda.

En ese contexto hay que ubicar el empeño de Montero por tener voz propia, al precio que sea, incluso el de impulsar leyes muy ideológicas que pretenden redefinir la propia esencia del ser humano o intervenir en sus relaciones más íntimas: desde la trans hasta la del «solo sí es sí», todo viene marcado por el mismo afán que la ministra aprendió de Gramsci, su autor de referencia, para luchar por la «hegemonía cultural» y marcar distancias con el PSOE, con el feminismo clásico y hasta con la izquierda escindida de Podemos que defiende casi lo mismo pero con menos voces.

Montero es la cara visible del «hermana, yo sí te creo», del consentimiento sexual, del sexo no binario, de los hombres lesbiana y de las madres protectoras, tildadas así incluso cuando secuestran a sus hijos: llevar al límite su credo forma parte indisoluble de un Ministerio que se cree compuesto por discípulas de Simone de Beauvoir pero a menudo se comportan como concursantes de First dates.

Rica en ahorros y herencias, con una vida laboral tan efímera como el arco iris que representa los colores de su bandera, Montero acumula más odios que amores, pero los dos registros son intensos: Gabriel Rufián la admira y medio Congreso la detesta.

Nunca se sabrá si ese rechazo se trasladaría a las urnas, pues nadie ya un duro por ella como candidata de su partido a nada: lo suyo es sobrevivir, simplemente, tras una época dorada de buena vida.

Aunque sus series favoritas son Juego de tronos o The wire, la que mejor la representa es Vikingos: muerto el Rey Ragnar, o reconvertido a tertuliano con ínfulas, a ella le toca ejercer de Lagherta para defender el trono, pero todo apunta a que su destino será el Valhalla, ese camposanto donde reposan eternamente las almas guerreras heridas.

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