Fundado en 1910

Pedro Sánchez en Cuevas de Almanzora (Almería) el domingoEFE

Su imagen, muy tocada

El enfado de la calle con Sánchez obliga a Moncloa a «encapsular» y limitar sus apariciones

Al presidente ya le está pasando lo que le pasó a Zapatero en la campaña de mayo de 2010, pero dos años antes. Se siente más cómodo en Moldavia, de donde acaba de volver, que en Almería

Precisamente este lunes se cumplieron cuatro años desde que Pedro Sánchez anunció la composición de su primer Consejo de Ministros, en el que a día de hoy solo sobreviven Nadia Calviño, Teresa Ribera, Margarita Robles, María Jesús Montero, Fernando Grande-Marlaska, Reyes Maroto y Luis Planas.

Aquella moción de censura catapultó a Sánchez y le convirtió en el líder político más valorado. Cuatro años después, el presidente apenas pisa la calle. Y, cuando lo hace, es sistemáticamente abucheado e increpado.

La imagen de este domingo fue la de un municipio gobernado por el PSOE de Andalucía, Cuevas de Almanzora (en Almería), cerrado casi a cal y canto para que ningún ciudadano descontento –y los había– pudiera acercarse a Sánchez. El presidente llegó en una burbuja al Castillo Marqués de los Vélez y en la misma burbuja se fue después de mitinear ante unas 2.000 personas. Cuando en esas tierras el PSOE llegó a reventar Dos Hermanas con casi 30.000.

Pedro Sánchez durante el mitin del domingoEva Ercolanese/PSOE

Las alarmas se han encendido en la Moncloa. A Sánchez ya le está pasando lo que le pasó a José Luis Rodríguez Zapatero en la campaña de las municipales y autonómicas de mayo de 2010; entonces, en medio de una crisis feroz, Zapatero era abucheado allá por donde iba. Ya fuera Guadalajara, Gijón, Tenerife o Vitoria. Solo que Zapatero llevaba más de seis años en el poder y Sánchez acaba de cumplir cuatro.

En cualquier caso, la solución del Gabinete de la Presidencia ha sido cortar por lo sano y encapsular a Sánchez en sus apariciones en Andalucía.

«Encapsulado» en Andalucía

La primera vez que el presidente del Gobierno participó en la precampaña de las andaluzas, el 14 de mayo, tuvo que cambiar el acto inicialmente previsto en la ciudad de Jaén a un instituto del municipio de Torredelcampo. El PSOE alegó que prefería hacerlo al aire libre, cuando la razón era más simple: allí era más fácil controlar a la gente y mantener los oídos del presidente a salvo de abucheos.

El 22 de mayo estuvo en Granada, en un recinto cerrado, el Palacio de los Córdova, ante 1.500 socialistas a los que los servicios de seguridad tenían bien controlados. El 28 de mayo intervino en un mitin en una caseta municipal en Dos Hermanas con ocho ministros socialistas entre el público.

En lo que va de año, el presidente del Gobierno se ha enfrentado a situaciones incómodas. El mes pasado recibió una sonora pitada nada más bajar del coche oficial en la Feria Nacional del Vino en Ciudad Real. También en mayo, un grupo de personas le esperó a la salida de un centro de formación profesional que visitó en Mislata (Valencia) para gritarle: «Eres la ruina de España».

En febrero, varias decenas de agricultores le increparon en Don Benito (Badajoz) y se enfrentaron a la Policía Nacional. En marzo, Sánchez volvió a Ceuta, donde diez meses antes había sido insultado por decenas de personas, en plena crisis con Marruecos. Esta vez la Policía se encargó de blindar el helipuerto con un rocoso cordón de seguridad para no tropezar dos veces en la misma piedra. En diciembre, el presidente tuvo que aguantar los gritos de «dimisión» y «sinvergüenza» en Mula, Murcia, cuando acudió a clausurar el Congreso regional de los socialistas murcianos.

Sánchez se siente más cómodo en Moldavia, Bélgica, Polonia, Marruecos, Francia, Rumanía, Eslovaquia, Italia, Irlanda, Alemania y hasta Ucrania, países todos ellos que ha visitado desde marzo, que en cualquier calle o plaza de España. Con él se cumple la máxima no escrita de que cuando un presidente del Gobierno empieza a intensificar su agenda internacional es porque en casa las cosas no le van bien.

Cambio de planes

La caída en picado de su popularidad ha obligado a su jefe de Gabinete, Óscar López, a guardar en el fondo de un cajón la estrategia que quiso desplegar cuando tomó posesión, en julio del año pasado.

Entonces, López pretendió que Sánchez pisara mucho más la calle para escuchar los problemas de los españoles y empatizar con ellos. Con las mismas, por aquellos días el presidente fue fotografiado sentado en una terraza de un bar de la pequeña localidad salmantina de Calvarrasa de Arriba charlando con varios vecinos. Aquello que iba a ser la norma se convirtió pronto en la excepción.

Pedro Sánchez en una terraza de Calvarrasa, en SalamancaEP

Desde entonces ha habido pocas fotos como ésa, salvo en las ocho ocasiones en que Sánchez viajó a La Palma durante la erupción del volcán y a su término, siempre prometiendo más fondos. Solo en la isla y en sus visitas a los centros de recepción de inmigrantes ucranianos en Barcelona, Málaga, Alicante y Pozuelo de Alarcón el presidente se ha sentido a salvo del ruido de la calle en los últimos meses.