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Supresión del Tratado de Amistad

Sánchez presumía en el Congreso de sus éxitos en el Magreb horas antes del varapalo argelino

La ruptura del Tratado va unida a la congelación de las operaciones de comercio exterior entre Argel y Madrid

Ni 24 horas ha tardado Argel en cortar sus lazos con Madrid. La ruptura ha resultado especialmente humillante para el actual Ejecutivo, dado que ayer mismo Pedro Sánchez se ufanaba en el congreso del supuesto éxito de su cambio e postura sobre el Sáhara Occidental que, en la práctica, significa reconocer la soberanía de Marruecos sobre la ex colonia española.

«No hay ningún problema con Argelia en relación con el suministro energético», dijo ayer, textualmente, Pedro Sánchez en el hemiciclo. Durante su comparecencia ante el Pleno del Congreso de los Diputados, que fue convocado precisamente para aclarar el cambio de postura con respecto a Marruecos, y si este «bandazo» en el Sáhara pudiera tener algo que ver con el espionaje del 'caso Pegasus', Pedro Sánchez justificó que su Ejecutivo pretendía, con su oficialización de la entrega del Sáhara Occidental a Mohamed VI, finalizar un conflicto «que se prolonga durante décadas» y «avanzar en una solución diplomática» que sea aceptada por ambas partes.

Pedro Sánchez respondió a las críticas de la oposición y de sus socios de investidura focalizando sus ataques en el PP, tanto en su su actual presidente, Alberto Núñez Feijóo, que no pudo responderle por no tener escaño en el Congreso, como en los anteriores líder del Partido Popular.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, saluda al rey Mohamed VI de MarruecosEFE

Echar el balón a Rajoy y Aznar

«A diferencia de otros presidentes del Gobierno como Rajoy, yo no tengo ningún problema con mi móvil», manifestó Sánchez, en tono jocoso, en su comparecencia en el Congreso. En cuanto a José María Aznar, el presidente Sánchez lo sacó a colación para señalar que «Aznar no compareció ni una sola vez ante un conflicto bélico como el de Perejil», presumiendo de que él, en cambio, ya ha comparecido dos veces en el Parlamento –la ayer fue la segunda– para hablar de Marruecos.

Y dos meses antes, el 23 de marzo, a penas cinco días después de reconocer Sánchez «la importancia de la cuestión del Sáhara para Marruecos», el presidente del Gobierno negaba que la entrega del Sáhara fuese a afectar a las relaciones con Argelia. «Nosotros con Argelia tenemos unas extraordinarias relaciones», llegó a manifestar textualmente. «Somos aliados de múltiples ámbitos y estoy convencido de que vamos a seguir siéndolo en los próximos años», recalcó Sánchez.

«Lo que ha hecho España es inaceptable, éticamente e históricamente», declaró por contraposición el presidente de Argelia, Abdelmayid Tebune, dos días más tarde, el 25 de marzo, en una entrevista concedida a la televisión pública argelina en la que recordó al Gobierno español que «su responsabilidad perdura en el Sáhara Occidental ante la legalidad internacional». Tebune indicó que la decisión adoptada por Pedro Sánchez ha deteriorado las relaciones entre ambos gobiernos. «El presidente del Gobierno lo ha roto todo, no España», lamentó el presidente argelino, antes de matizar que sus críticas iban dirigidas hacia el Ejecutivo de Sánchez, pero no hacia el Estado español.

En cuanto al Frente Polisario, el principal representante político del pueblo saharaui, ha interpretado este cambio de postura de Sánchez como una «traición». Esta es la palabra textual que ha empleado hace escasos días Brahim Ghali, el líder del Polisario, para referirse al cambio de postura del Gobierno español, que rompe con un consenso de décadas en la política exterior españoles y que, además, y esto quizás sea lo más relevante, orilla por completo los intereses en la zona de Argelia, país tradicionalmente aliado del pueblo saharaui y enemigo de Marruecos.

La postura de Sánchez, según fuentes diplomáticas próximas a El Debate, solo cabe entenderse como un intento «simplón» de someter la política exterior de España a los intereses en la zona de las grandes potencias, fundamentalmente Francia, Alemania, Países Bajos y EE.UU., para, de este modo, sacar a Pedro Sánchez del ostracismo internacional en el que se encuentra por su gobierno de coalición, que incluye a varios ministros comunistas.