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Pedro Sánchez, durante la presentación del PERTE aeroespacial, el juevesEFE

Crónica política de la semana

El Gobierno entra en barrena: Sánchez condena la legislatura a un final agónico

Entre sus socios cunde la sensación de que el Ejecutivo ha entrado en el tiempo de descuento y de que, más que gobernar, solo se dedica a achicar agua en medio de la tormenta

El del miércoles fue un Pleno con sabor a resaca en el Congreso. Literalmente. La noche antes se había celebrado la gala de la Asociación de Periodistas Parlamentarios, la primera después de la pandemia, y algunos diputados habían dormido menos de lo que les habría gustado.

Aun así, el parlamentario de Compromís Joan Baldoví subió a la tribuna y pronunció un discurso tan lúcido como demoledor para Pedro Sánchez. Primero preguntó al presidente y a la Cámara «a qué vino este Gobierno al mundo». Después advirtió a Sánchez de que la inflación, el elefante en la habitación de La Moncloa, está haciendo estragos entre aquellos –«trabajadores, pensionistas, autónomos, agricultores y parados»– a quienes prometió proteger.

Y terminó el veterano Baldoví, que antes que político fue profesor de escuela, con una enseñanza para el presidente: «Generar ilusión. En la vida, en la política, sin ilusión no se puede vivir. Tengo la impresión, y me duele, de que este Gobierno genera ya poca ilusión, que vamos a la defensiva y que hay poca audacia».

El aludido apenas le miró desde su escaño. Durante toda la mañana se dedicó a tomar notas en su gran cuaderno, absorto en sus pensamientos, consultando de cuando en cuando su móvil, incapaz de mirar de frente a la realidad.

Pero la frase retumbó en el hemiciclo, porque vino a poner de manifiesto una sensación que se ha extendido entre los socios de Sánchez: la de que éste es un Gobierno que ha entrado en el tiempo de descuento aun cuando su líder repite machaconamente que agotará la legislatura; un Gobierno que, más que gobernar, se dedica a achicar agua en medio de la tormenta.

Argelia, la puntilla

Y la tormenta no amaina. Arrecia. Ese mismo día, los nubarrones que se venían formando en Argelia desde que en marzo el presidente entregó el Sáhara Occidental a Marruecos de forma unilateral, descargaron con fiereza sobre la cabeza de Sánchez. Lo que iba a ser –eso creía el Ejecutivo– una pataleta de recorrido limitado ha acabado descubriéndose como una crisis política y diplomática de primer orden.

Ni el visto bueno que la Comisión Europea dio al tope del gas de España y Portugal la misma tarde del miércoles sirvió para disimular la vía de agua. Otra vez a la defensiva. Otro sabotaje al Gobierno infringido por sus propios errores, como cuando hace apenas tres semanas la aprobación definitiva de la ley del solo sí es sí –una ley bandera para la coalición– acabó eclipsada por Pegasus.

El jueves por la mañana, también día de Pleno, la vicepresidenta Teresa Ribera convocó a la prensa en el patio del Congreso para sacar músculo por la aprobación definitiva del mecanismo de la llamada excepción ibérica por parte de Bruselas; un mecanismo articulado en un decreto ley que el Gobierno sometía a la convalidación por parte del Congreso esa misma mañana y que entrará en vigor el próximo martes (el lunes es festivo en Portugal).

La vicepresidenta Teresa Ribera, en el patio del CongresoEFE

La titular de la cartera de Transición Ecológica y el Reto Demográfico empezó a hablar ante la cámara del «mecanismo innovador» y a felicitarse por el éxito del Ejecutivo. Entonces se produjo la anécdota. En ésas que los periodistas advirtieron a Ribera de que la cámara estaba apagada y que no estaba grabando nada de lo que decía. La metáfora de un Gobierno que habla, pero al que ya no se escucha. La vicepresidenta volvió a empezar, ya con la cámara encendida. Al terminar su exposición, y para su desgracia, se topó con que la primera pregunta de la prensa era sobre Argelia. Y la segunda, y la tercera.

La oposición no deja de preguntarse qué información tiene Marruecos de Sánchez

Lo mismo les ha ido pasando a todos los ministros que estos días han comparecido. Y, de fondo, la gran pregunta que se hace la oposición: ¿Qué información conoce Marruecos del presidente para que Mohamed VI tenga a Sánchez comiendo de la palma de su mano?

El Ejecutivo ha entrado en barrena; en un descenso acelerado por las constantes disputas entre el PSOE y Unidas Podemos, y de Unidas Podemos entre sí. Disputas que tienen a sus socios parlamentarios cansados. Cuando no es la prostitución es el impuesto a las grandes fortunas, o el aumento del gasto en Defensa, o el Sáhara, o las nuevas medidas de la prórroga del plan anticrisis.

O la reforma fiscal que quiere incluir Unidas Podemos en los Presupuestos de 2022, que serán la cuadratura imposible del círculo. Ya no en las negociaciones con la mayoría Frankenstein, sino en las que se den antes entre socialistas y morados.

La presidenta del BCE, Christine LagardeEFE

El plan de Sánchez si no consigue aprobar unas cuentas públicas para 2022 será prorrogar las de este año, pero es que la realidad es tozuda. El miércoles, la OCDE rebajó 1,4 puntos la previsión de crecimiento para España en 2022, hasta el 4,1 %, y elevó la inflación media del año al 8,1 %. El jueves, el Banco Central Europeo asestó un durísimo golpe a la maltrecha economía española –esperado, pero no por ello menos doloroso– al confirmar que a partir de julio subirá los tipos de interés por primera vez en 11 años y que ese mes dejará de comprar deuda pública de los países de la zona euro. La respuesta inmediata de Nadia Calviño fue restar importancia a la repercusión que la decisión tendrá en el euríbor y, por tanto, en las hipotecas a tipo variable de los españoles. La vicepresidenta económica habló de un impacto «relativamente limitado».

El viernes, como remate, se publicaron dos nuevas cifras pésimas. Por una parte, el Banco de España rebajó, por segunda vez en dos meses, su previsión de crecimiento para 2022 en cuatro décimas, hasta el 4,1 % del PIB. Por la otra, el dato del IPC de mayo cayó a plomo: el 8,7 %. Y el Gobierno parece instalado en el refrán mal de muchos, consuelo de tontos. En su comparecencia del miércoles en el Congreso, Sánchez llegó a poner a Moldavia –un país de apenas 2,6 millones de habitantes– como ejemplo de que no estamos tan mal. «El otro día estuve en Moldavia y venían de una inflación de un 3 % y están en una inflación del 27 %», afirmó, para estupefacción de la oposición.

Siguió hablando el presidente: «La realidad es que tenemos más de 20 millones de afiliados a la Seguridad Social, que no teníamos esas cifras desde antes de 2008; que tenemos un nivel de contratación indefinida que está en un 44 %; y que tenemos unos niveles de paro inferiores a los tres millones de desempleados y desempleadas, y eso no lo teníamos desde hace 15 años. En fin, hay una realidad económica con claroscuros». Siempre a la defensiva.