Fundado en 1910

La Biblioteca oculta del Senado: diez incunables, el Diario de Sesiones del Trienio Liberal, partituras, mapas y grabados

El Debate se adentra en la Biblioteca de la Cámara Alta de la mano de su directora de Documentación, Josefa Fuentes, para conocer el archivo que alberga lo que antaño fue el patio de un convento del siglo XVI

Corría el año 1834, y reinaba la regente María Cristina. España, que a principios de siglo se había levantado contra la invasión de los franceses y tenía desde 1812, como fijaba la primera Constitución, una única Cámara parlamentaria, estableció mediante el Estatuto Real que existirían Cortes bicamerales. Habría una Cámara Alta, con el nombre de Estamento de Próceres, y una Cámara Baja, el Estamento de Procuradores, los actuales Senado y Congreso de los Diputados –como pasarían a llamarse en la Constitución de 1837–. Nacía el Senado y con él esta biblioteca que hoy alberga más de 307.000 volúmenes. El Debate se adentra en ella para conocer su historia y su funcionamiento junto a la directora de Documentación de la Cámara Alta, Josefa Fuentes.

Josefa Fuentes, directora de Documentación del SenadoThorun Javier Piñeiro

De patio de convento a sala de lectura

Al instituirse el Senado, se eligió como sede el convento de doña María de Aragón, que había sido construido en el siglo XVI. Se decidió entonces rediseñar el edificio siguiendo el estilo de «un auténtico palacio del siglo XIX». La Cámara Alta debía estar a la altura de las que había en Europa, pues a ella llegaban autoridades y personalidades ilustres, como duques o cardenales. De ahí que se pusiera tanto empeño en dar una imagen de prestigio y diseñar una lujosa decoración, con mármoles, columnas, esculturas, cuadros y alfombras de la Real Fábrica de Tapices, que se conservan hoy.

Es en uno de los grandes patios del antiguo convento donde se decidió ubicar la Sala de lectura de la Biblioteca, que en un principio, era más austera y que con la redecoración que dirigió Emilio Rodríguez Ayuso se amplió y adoptó el estilo neogótico que tiene en la actualidad, con la fachada del Parlamento británico como fuente de inspiración. En hierro forjado se erigen las estanterías que conservan parte del fondo antiguo de la Biblioteca, con escaleras de caracol en las esquinas.

La Sala de lectura de la Biblioteca del Senado

Respecto a la decoración, en el centro de la sala se encuentra el facistol, un mueble circular que los monjes utilizaban en los conventos para apoyar los libros para seguir el canto gregoriano o sus oraciones. La razón de que se mantenga estriba sobre todo en el hecho de que «Rodríguez Ayuso no quiere perder esa esencia inicial del edificio», explica la directora de Documentación. El que hoy se puede ver al entrar en la sala de lectura es decorativo, está acristalado y está pensado para ser un expositor de obras.

También encontramos una mesa fichero, que es alta porque los bibliotecarios trabajaban de pie y manejaban allí las fichas para buscar los contenidos. Asimismo, se han mantenido los tinteros iniciales para preservar el ambiente inicial. Además, sobre una vitrina se eleva el busto del Marqués de Barzanallana, que fue senador e impulsó la redecoración de la Biblioteca.

Mesa de la Sala de lectura con los tinterosThorun Javier Piñeiro

Facistol decorativo con la exposición sobre el Trienio LiberalThorun Javier Piñeiro

Incunables, revistas y periódicos del XIX, mapas y otros tesoros

¿Cuál es la colección más valiosa? ¿La más antigua, la mejor conservada, la del autor más prestigioso? «Acerca del valor, hay mucho que decir, pero, desde luego, la antigüedad es algo que marca en los libros», señala Josefa Fuentes. Los más de 307.000 volúmenes de esta Biblioteca se agrupan en un fondo histórico, que abarca desde 1834 a 1923, y un fondo moderno, que comprende desde 1977 hasta la actualidad.

Dentro del primero, cabe destacar la biblioteca del Infante Carlos María Isidro, que, por disposición de la regente María Cristina, pasa a formar parte de esta Biblioteca. Hoy es «una de las grandes joyas del fondo antiguo de la Cámara del Senado», apunta la directora de Documentación. Parte de este fondo histórico lo componen obras procedentes de la Casa de Osuna, o de la biblioteca del general Gómez Arteche, que «era un bibliófilo de la Guerra de la Independencia» y, por lo tanto, recopilaba todo lo que tratara sobre la contienda.

Por otro lado, la experta subraya la enorme importancia que tiene la invención de la imprenta, porque «en el momento en que hay una máquina que puede hacer la impresión de hojas legibles más rápida, empieza a ser un vuelco para el conocimiento, para la transmisión». De esa época, el siglo XV, la Biblioteca del Senado conserva hasta diez incunables, «libros muy bonitos, muy codiciados, muy antiguos y muy únicos», que pueden considerarse los más valiosos. La obra más antigua que alberga es la Compendiosa Historia Hispánica, de Rodrigo Sánchez Arévalo, editada en Roma en 1470. Son igualmente reseñables obras de las que se conserva esa primera edición, como De los remedios contra próspera y adversa fortuna, de Petrarca, editada en Valladolid en 1510, o las Epístolas de Séneca, en Toledo en 1502, entre otras.

Estanterías de la Biblioteca del SenadoThorun Javier Piñeir

Gozan de gran valor también obras con grabados de Rubens, entre otros artistas; libros impresos en el siglo XVIII por las mejores imprentas que había entonces en España, como la de Ibarra; cartografías, como la colección del Atlas de la Península Ibérica y de las posesiones españolas de ultramar, de Tomás López que data de la segunda mitad del XVIII, o libros de gran formato con mapas de la primera vuelta al mundo; colecciones de láminas, como las de Piranesi, o partituras de autores de la talla de Mozart o de Verdi. Como dato curioso, la directora de Documentación apunta que en esta biblioteca se conserva, por ejemplo, la partitura del himno que mandó componer la esposa de Fernando VII para él, con letra y música. «Al final, es un conjunto de obras lo que hace pensar que es un fondo valioso e importante dentro del patrimonio bibliográfico español», asegura.

Los fondos cuentan con revistas y periódicos de los siglos XIX y principios del XX, como la Gaceta de Madrid, que es el precedente del BOE, Mercurio, o El látigo liberal, que reflejan la realidad política de entonces. Dado que es una biblioteca parlamentaria, está especializada en ese campo y alberga documentación del ámbito jurídico y político, y, por supuesto, conserva los Diarios de Sesiones de las Cortes desde que se crearon. De hecho, el pasado año adquirieron el Diario de Sesiones original del Trienio Liberal, período sobre el que gira actualmente la exposición de la Sala de lectura a raíz del congreso relativo a ello organizado recientemente en el Senado.

La Biblioteca del Palacio del SenadoThorun Javier Piñeiro

Exposición bibliográfica sobre el Trienio Liberal y busto del Marqués de BarzanallanaThorun Javier Piñeiro

Preservar y difundir

La labor de los bibliotecarios y archiveros se podría sintetizar en custodiar y transmitir a generaciones futuras parte de la historia de España del ayer y del hoy que se concentra en estos fondos. Entre las tareas que desarrollan, se encuentran la preservación del fondo antiguo, la catalogación de las nuevas obras, proporcionar documentación a los parlamentarios que están preparando un trabajo o una ponencia sobre una cuestión concreta, y difundir lo que la Biblioteca conserva, a través de exposiciones a raíz de efemérides -como la del V centenario de la primera vuelta al mundo de Magallanes y Elcano- o mediante la digitalización de los archivos, entre otras.

Cada obra que ingresa en los fondos tiene que estar catalogada mediante una ficha catalogo-gráfica que se realiza siguiendo unos determinados parámetros técnicos. Una vez cumplimentada, esa ficha pasa a una base de datos, de manera que se va configurando el fondo moderno, «que sigue creciendo», señala la experta.

Mesa fichero con la exposición sobre el Trienio LiberalThorun Javier Piñeiro

Además de incorporar lo nuevo, es clave preservar el fondo antiguo. «Pasan los años y muchas veces el libro ha estado en lugares donde ha habido inundaciones, ha habido saqueos... A lo largo de la historia los libros no han estado siempre en sitios seguros, sobre todo los que vienen de bibliotecas privadas», explica. Por ejemplo, la biblioteca del general Gómez Arteche antes mencionada había pasado por una guerra y había sido trasladada de cualquier manera, por lo que los documentos no siempre han llegado en buen estado.

Antiguo Salón de Plenos del SenadoThorun Javier Piñeiro

En cuanto a la colaboración con otras bibliotecas parlamentarias a nivel internacional, la directora de Documentación del Senado, que preside actualmente la sección de Bibliotecas Parlamentarias y Servicios de Estudios Parlamentarios de la International Federation of Library Associations (IFLA), indica que tratan de realizar seminarios y congresos a través de los cuales «mostrar unos a otros cómo sacamos mejor partido de nuestros fondos, cómo hacemos para una mejor difusión entre nuestros usuarios, qué cosas estamos avanzando con respecto a la preservación…».

Escaños del antiguo Salón de Plenos del SenadoThorun Javier Piñeiro

A escasos metros de la Biblioteca, se encuentra una de las salas más conocidas del Senado, el antiguo Salón de Plenos. Como curiosidad, cabe señalar que anteriormente era la iglesia del Convento de doña María de Aragón y que fue diseñada por El Greco. Su techo está decorado siguiendo el estilo que imperaba en el siglo XIX y cuenta con grandes lámparas, la tribuna del orador, la mesa de Presidencia, las tribunas donde se ubicaban las autoridades y las bancadas de escaños, que están enfrentadas, a la manera británica. En la actualidad, este salón se utiliza únicamente en momentos puntuales, cuando vienen personalidades políticas como jefes de Estado y pronuncian un discurso, o también para la apertura de Cortes y otras solemnidades.