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Ilustración: Mercedes González, la elegida de Sánchez para estrellarse en MadridLu Tolstova

Retratos dominicales

Mercedes González, la elegida de Sánchez para estrellarse en Madrid

La Delegada del Gobierno acepta el encargo de Ferraz para encabezar al PSOE en Madrid, con las mismas opciones que la Ponferradina contra el Bayern de Múnich

Mercedes González Fermández (Madrid, 1975) es la elegida por Pedro Sánchez, sin primarias ni discusión alguna, para intentar el imposible de reconquistar la alcaldía de Madrid para el PSOE, tan remota ya que la última vez que la tuvo fue no mucho después del legendario Carlos III.

La actual Delegada del Gobierno en Madrid, periodista de formación en la San Pablo CEU y política de ejercicio desde tiempos inmemoriales pese a su juventud, hará dupla con Juan Lobato para medirse dentro de un año con José Luis Martínez Almeida e Isabel Díaz Ayuso, lo que en términos políticos suena igual que un partido entre la Ponferradina y el Bayern de Múnich.

Nadie da un duro por el tándem socialista, el enésimo ensayo del sanchismo por recuperar algo que, desde Joaquín Leguina y Juan Barranco, ha sido la historia de un fracaso que ahora se antoja definitivo, irrecuperable y en buena medida achacable al propio Sánchez.

Porque ha sido él, madrileño de nacimiento, quien ha dedicado más esfuerzos a derrotar al PSOE de Madrid que a dejarle medrar, anteponiendo el control interno del partido, que se le resistía desde los tiempos de Tomás Gómez o de Antonio Miguel Carmona, a la organización de una propuesta política competitiva.

Y ha sido él, también, quien ha hipotecado el futuro del PSOE para varios milenios con su empeño en agredirles, vía Ayuso, con amenazas fiscales, 155 sanitarios y una inquina imposible de levantar por sus aspirantes municipales y autonómicos, sean quienes sean: aunque Miguel Ángel Rodríguez se lleva los méritos de las campañas de la presidenta popular, nadie la ha ayudado tanto como el presidente del Gobierno a metamorfosear de candidata desconocida a leyenda viva del PP.

En ese paisaje lunar, que le ha llevado al PSOE incluso a perder la segunda posición en favor de Más Madrid en la Asamblea y a pintar menos en el Ayuntamiento de la capital que un pingüino en el desierto del Gobi; la Delegada del Gobierno acude al frente electoral como un soldado prusiano enviado Guillermo II, el último emperador alemán: no hace preguntas, no discute las órdenes y sabe que su destino es caer sin demasiada épica en un combate sin misterio.

El PSOE madrileño ha pasado de discutirle a la cara a Felipe a postrarse de hinojos ante todos los caprichos perdedores de Sánchez

La disposición de González a ejercer de víctima de Almeida es coherente con la generación de dirigentes socialistas típica del sanchismo: todos de la quinta de los 70 o de los 80; todos obedientes con el jefe; y todo funcionarios del partido, aunque en su caso la adornan virtudes intelectuales, personales y políticas que mejoran el producto electoral que no le queda otra que ser por indicaciones de Ferraz.

La candidata, presentada en público por Adriana Lastra sin ningún respeto por la militancia madrileña, no ha hecho otra cosa que trabajar para el PSOE: a la vera de Manuel Chaves como asesora; en la Federación de Municipios y Provincias; en el Parlamento y el Consistorio madrileños y finalmente en el Palacio de Borghetto, la curiosa sede de la Delegación que un día fue Diputación Provincial, otro sede provisional de la Comunidad de Madrid y uno más embajada de Japón en la capital de España.

Todo para Sánchez

Ese currículo, sin experiencias laborales en el ámbito privado como tantos otros de su generación pero con trienios de experiencia institucional marcados por la moderación antes que por el berrido, le augura un buen futuro dentro del partido mientras siga Sánchez, pero pronostica también una debacle electoral y un cruel despertar cuando se vaya el César y el PSOE madrileño vuelva a ser, si acaso lo consigue alguna vez, una sombra al menos de aquella federación de renovadores, guerristas, leguinistas y acostistas capaz de levantarle la voz al mismísimo Felipe González en sus buenos tiempos.

El último que se atrevió a algo similar fue Gómez, que un día fue el alcalde más votado de España, y acabó estrenando la guillotina que Sánchez no deja descansar desde entonces para desgracia de un PSOE madrileño convertido en un triste títere de Pedro I de España y último de Madrid.