El perfil
Francisco de día, Patxi de noche: el extraño caso del nuevo portavoz del PSOE
Patxi López es el gran ejemplo de mutación sanchista: pasó de enseñarle a Pedro qué es una nación a ayudarle a deteriorarla codo con codo con Otegi
Francisco Javier López Álvarez (Portugalete, 4 de octubre de 1959) se hace llamar Patxi, para lograr la vitola vasca que sus corrientes nombres de pila y sus molientes apellidos tan españoles quizá no obtengan por sí solos.
Esa adaptación al entorno caracteriza la vida y milagros del nuevo portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, elegido por otro notable camaleón que le quiere para tapar sus acuerdos con Bildu: cada vez que a Pedro Sánchez se le mencione a Arnaldo Otegi, allá saldrá Superlópez a hablar con autoridad del asunto, como si ser vasco y del PSOE le concediera la prebenda de adecentar la indecente sumisión a la Batasuna vegana que es el nuevo socio de los socialistas.
La vida de Patxi está escrita en esa eterna contradicción, que es la manera fina de llamar a la falta de principios sólidos: fue lehendakari gracias al PP, se enfrentó a Sánchez en unas primarias en las que le examinó sobre el concepto de nación para hacerle suspender en directo y se acercó al PSOE de toda la vida con un discurso antinacionalista que ahora duerme el sueño de los justos.
Aquel Francisco tornó luego en Patxi, como lo hubiera hecho en Francesc en Cataluña o en Frank en Nueva Jersey si le hubieran enviado allí a abrir una delegación del PSOE, para ganarse un lugar bajo el sol sanchista y culminar así una de esas carreras funcionariales que contemplan más años de cargo público que vividos a la intemperie.
El nuevo portavoz ya era diputado con 28 años y desde entonces no ha hecho otra cosa que medrar hasta llegar a la vera del Dios efímero que reescribe el catecismo socialista desde Moncloa y Ferraz, algo en lo que Patxi ya tenía trienios: fue él quien se cargó el último rastro del socialismo vasco fetén, el de los Ramón Jáuregui, Carlos Torotica o Nicolás Redondo Terreros, de la especie que tanto odiaba ETA y el universo abertzale al que ahora mima Superlópez.
Con Patxi López acabó aquel ilustre socialismo vasco de Redondo Terreros, Jáuregui o Totorica y llegó el que se entiende mejor con Batasuna que con el PP
Antes de llegar a ese puerto, el hijo del histórico «Lalo» y nieto de un operario del cine de Portugalete, navegó por las aguas agitadas pero apasionantes del Gobierno vasco, del que desalojó al PNV durante tres años hasta 2012 gracias al mismo partido, el PP, al que está semana ha acusado de incitar la delincuencia por oponerse al «apagón» de Sánchez.
Gran Bilbao, pequeño PSOE
López confunde hablar bajo o lento con tener razón, y jalona cada una de sus intervenciones con un lenguaje corporal y un tono de voz con el que parece sentirse Demóstenes soltando una filípica y apenas llega a Monchito, el célebre muñeco del ínclito ventrílocuo venido a menos.
Casado con Begoña Gil, coleccionista de vinilos, DJ ocasional y mochilero, Patxi López es producto de esa zona del País Vasco cercana a la capital de Vizcaya a la que llaman «Gran Bilbao», caracterizada por una curiosidad: no existe administrativamente, por mucho que así la denominen. Quizá le acabe pasando lo mismo al PSOE, aquel partido que un día dominó Euskadi y ahora le lleva las maletas a Sortu.