Un debate desigual
La encerrona de Sánchez a Feijóo en el Senado: 132 minutos frente a 27 y ataques personales
El presidente jugó con mucha ventaja, y aun así el líder de la oposición le dio en algunos de sus puntos débiles. Sánchez pasó de un discurso institucional a uno partidista y sin líneas rojas
Estaba Alberto Núñez Feijóo dando la primera réplica al discurso de Pedro Sánchez en el Senado, que había durado 65 minutos, empleados en hacer un largo alegato en favor de su liderazgo europeo en la crisis energética -el tope del gas, el aumento de las interconexiones europeas, la intervención del mercado- y de las medidas adoptadas por su Ejecutivo, que repasó a conciencia.
El presidente había consumido su primer turno en eso y en hacerse un Scarlett O’Hara, al anunciar: «No vamos a permitir que haya empresas o personas que se lucren con esta crisis. La voluntad popular está en el Congreso y en el Senado y no en unos cuantos cenáculos madrileños».
Estaba Feijóo pidiendo al presidente del Gobierno que rompa con sus alianzas con Bildu y ERC y busque «apoyo» en el PP para terminar la legislatura. «Su ‘no es no’ es el único principio inmutable desde que usted entró en política. Nadie en España cree que es más constructivo Bildu que el PP. Rompa con sus alianzas, cese a los ministros que no ha nombrado», pidió.
En ese momento, el cronómetro marcaba los 16 minutos de intervención, uno más de los 15 que tenía asignados el líder de la oposición. El presidente del Senado, Ander Gil, le interrumpió súbitamente para pedirle que terminara. El secretario tercero de la Mesa del Senado, el popular Rafa Hernando, se giró hacia él para protestar por su poca flexibilidad, señalando su reloj de muñeca. La respuesta de Gil fue repetir por segunda vez a Feijóo que acabara.
El rifirrafe resume la desproporción del debate de este martes en el Senado, con un reparto de tiempos tan desigual entre el presidente y el líder de la oposición que Feijóo tuvo que resumir al extremo un año de errática gestión -según él- de Sánchez, que ha llevado a que España duplique la deuda pública media de la UE, el paro y tenga una inflación del 10,4 % del PIB. «España no puede seguir un año más a merced de sus urgencias demoscópicas», le recriminó.
Los tiempos
Sánchez abrió el debate y lo cerró. Tuvo un primer turno de 65 minutos; luego Feijóo habló por espacio de 18; Sánchez intervino otros 47 minutos; a Feijóo le concedieron 8:43 de réplica; y terminó Sánchez con otros 20 minutos. En total, 132 minutos del presidente frente a apenas 27 del líder de la oposición, que además al no ser diputado tiene muchísimo más limitadas sus ocasiones de interpelar al líder del Ejecutivo.
Aun así, el presidente de los populares hizo daño a Sánchez cuando le felicitó por haber rectificado una vez más, puesto que durante el debate el presidente anunció otra medida propuesta por el PP hace una semana (y van tres con la rebaja del IVA a la electricidad y al gas): la aplicación de la excepción ibérica a las plantas de cogeneración de gas. Ya que Sánchez últimamente es dado a asumir -a regañadientes- algunas iniciativas del PP, Feijóo aprovechó para enseñarle desde la tribuna el plan energético que va a enviar a La Moncloa. «Sin logos, con el escudo de la nación», presumió.
El Sánchez que salió a dar la réplica a Feijóo era otro. Ya no era el presidente de los mensajes a la nación («no va a haber medidas dramáticas, ni cortes ni racionamiento de bombonas», había garantizado), sino el líder del PSOE y candidato a las próximas elecciones generales. Un político necesitado de atacar a quien se le está escapando en las encuestas.
Y Sánchez se volcó en la tarea, con el reloj como aliado y todo un arsenal de ataques personales. El presidente cargó contra Feijóo por la falta de «rigor técnico» de sus propuestas, le acusó de no ser un «buen gestor» a pesar de sus cuatro mayorías absolutas en Galicia, despreció sus conocimientos en materia de impuestos porque son «justos» y le dio por perdido para cualquier tipo de pacto. «¿Es insolvencia o mala fe?», inquirió al popular reiteradamente.
Su estrategia combinó el ataque desaforado de quien se sabe en posición de ventaja y la asunción de una postura victimista. Señal de que tan seguro de sí mismo ante el líder de la oposición no estaba. Sánchez se dibujó a sí mismo como un presidente que tiene enfrente a un partido que considera su Gobierno «ilegítimo» y que le acusa de traicionar la Constitución y a las víctimas de ETA; a un poder judicial atrincherado y a unos medios de comunicación dominados por grandes energéticas e intereses oscuros.
Sánchez estaba estirando tanto su segundo turno de intervención que el popular Rafa Hernando le dijo con sorna: «Siga, siga». Su reacción fue girarse hacia el presidente del Senado para que reprendiera al popular. Y así lo hizo, disciplinado, Ander Gil. Vaya si siguió.
Cuando el líder de los populares pudo tomar por segunda vez la palabra, apenas tuvo tiempo para entrar en el sempiterno debate de la renovación del CGPJ -ahí le gusta a Sánchez llevarlo- y sugerir: «Si rectifica nos tendrá a su lado. Su intervención no es propia de un presidente, para hacer oposición solo tiene que esperar a las generales».
El líder del PP abandonó el hemiciclo bromeando. Por momentos, durante el debate llegó a creer -dijo- que aún estaba en el Parlamento de Galicia escuchando a la oposición haciéndole oposición, y no al presidente del Gobierno de España.