De profesión ministro
Cuando todo esto acabe, de Garzón recordaremos que nos enseñó a comer y de Montero que nuestros hijos necesitan hoy más permisos para ir de excursión que para cambiar de sexo
Hace ahora cinco años, mucho antes de la covid, la guerra de Putin y la publicación de Manual de Resistencia, un prestigioso estudio afirmaba que el 36 % de los estudiantes de Bachillerato tenía como aspiración profesional trabajar en el sector público, es decir, ser funcionario. Si esto era así en la primavera de 2017, no es descartable que la cifra hoy sea bastante superior. Los alicientes son muchos: según el INE cobran un 58 % más, trabajan un 10 % menos y gozan de una estabilidad laboral poco frecuente en el sector privado.
Sin embargo, dentro de la cosa pública hay una llamativa excepción: los ministros de Pedro Sánchez (y que conviene diferenciar de los ministros de Podemos). Todos disfrutan de una buena nómina y de las bondades del cargo, pues muchos no pagan transporte ni casa, dos de los principales gastos fijos de cualquier ciudadano medio. Por contra asumen que pueden caer en cualquier momento, pues la permanencia media de un ministro con el actual presidente no supera los 1.000 días, bastante menos que un emperador romano. Y eso que no tiene competencia sobre los ministros de Podemos, que son los más duraderos.
De acuerdo con la encuesta que publicamos hoy, Yolanda Díaz es la ministra mejor valorada y la única que aprueba. Además, hay otro dato revelador: y es que los ministros de Podemos (Díaz, Montero y Garzón) son los más conocidos por el conjunto de los españoles, no sabemos si por veteranos o por excéntricos. Cuando todo esto acabe, de Garzón recordaremos que nos enseñó a comer y de Montero que nuestros hijos necesitan hoy más permisos para ir de excursión que para cambiar de sexo.
De la encuesta se desprende también que Yolanda Díaz es la ministra mejor valorada incluso entre los votantes del PSOE (le dan una nota de 7,41), lo que da buena medida de la capacidad de Sánchez para captar talento. Por otra parte, resulta admirable la facilidad que tiene la izquierda para levantar ídolos, y que es casi la misma que tiene para fundar escisiones personalistas al estilo de Sumar o Más País. De Yolanda Díaz conocemos que habla bajito y que se las ha ingeniado para que el paro parezca menos paro. También sabemos que nos quiere mandar a la compra con una lista de productos básicos –una especie de arca de Noé de nuestras necesidades–, idea que suponemos que no saldrá adelante porque Sánchez bajará el pulgar: no es lo mismo ponerle la pegatina de Gobierno de España a las vacunas Pfizer que a una cartilla de racionamiento.