La crónica política
Sánchez elige el bando de Irene Montero y provoca el mayor desgarro en el PSOE
Algo se ha roto en el partido. La fractura interna que no provocó la alianza de su líder con Bildu la ha causado una ley de Podemos –la ley trans– asumida por Sánchez como propia
La política española tiene muchos giros de guion. Remontémonos a febrero de 2014. Se votaba en el Congreso una enmienda a la totalidad presentada por los socialistas a la reforma de la ley del aborto impulsada por Alberto Ruiz Gallardón, entonces ministro de Justicia.
La norma había suscitado polémica interna en la bancada de la derecha, así que el PSOE tendió una encerrona al PP forzando que la votación fuera secreta. Los socialistas buscaban que alguna diputada del PP rompiera la disciplina de voto y provocar así un cisma en el partido de Mariano Rajoy. «No voten como diputadas lo que no votarían como mujeres», llegó a pedirles la entonces vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, a sus colegas del PP.
Pero aquello no pasó: el grupo parlamentario popular cerró filas, y votos, en torno a Ruiz Gallardón. Una diputada socialista por Madrid, de nombre Ángeles Álvarez, feminista de las más combativas, salió como una exhalación del hemiciclo y en el patio de la Cámara Baja se encaró con varios diputados del PP: «¿Ésta es vuestra disciplina de voto?», les preguntó a voces.
Este viernes aquella diputada, que hoy preside la Alianza contra el Borrado de las Mujeres, concedió una entrevista a El Mundo a propósito de la ley trans y de la refriega que ha provocado en el PSOE. «Las mujeres del PSOE no estarían en esta batalla si Irene Montero fuera una mujer que defendiera posiciones feministas. El PSOE no debe moverse de sus posiciones históricas en el feminismo, que son compatibles con haber abanderado la lucha por los derechos LGTBI», sostuvo.
Como Álvarez, también Valenciano, actualmente presidenta de la Fundación Mujeres, se ha mostrado estos días muy crítica con el proyecto de la Ley de derechos para las personas trans y LGTBI, aprobada a finales de junio por el Consejo de Ministros que el PSOE y Unidas Podemos comparten. Un proyecto de ley que esta semana ha desatado una nueva batalla en la izquierda, a raíz de la decisión del grupo parlamentario socialista de forzar una ampliación del plazo de enmiendas.
Valenciano y Álvarez, que un día de hace ocho años y medio pidieron a las diputadas del PP que plantaran cara a la reforma de la ley del aborto de Gallardón, ahora imploran a las diputadas del PSOE, de su partido, que detengan la ley trans de la ministra de Igualdad. La política española, decíamos, tiene extraños giros de guion.
La ley que reconoce la autodeterminación de género –incluso para los menores de edad– y que se fundamenta en la teoría queer ha provocado un desgarro de magnitudes bíblicas en un partido que en los Estatutos salidos de su último Congreso Federal se define como «europeísta, feminista y ecologista». Y cuyo líder tiene, de media, un nivel de popularidad entre las mujeres dos puntos superior que entre los hombres, según el último barómetro del CIS.
Su problema no es Montero, es Sánchez
Pero el mayor problema para esas feministas clásicas de la escuela de Carmen Calvo no es Irene Montero, sino Pedro Sánchez. El presidente ha elegido bando, y no es el de Calvo, Valenciano, Álvarez y tantas otras compañeras de militancia.
Sánchez ha elegido en este caso el bando de Podemos, no por convicción sino por puro pragmatismo y supervivencia: el líder socialista quiere aprobar los Presupuestos Generales de 2023 y agotar la legislatura sin sobresaltos, subido en la ola de su Presidencia de turno de la UE en el segundo semestre de 2023.
Y ello implica no solo tener de su parte a Yolanda Díaz –a quien el martes en el Senado agradeció públicamente su trabajo, como también a las otras dos vicepresidentas–, sino también a Podemos. O lo que es lo mismo: a Irene Montero e Ione Belarra. Puede que la formación morada tenga su fecha de caducidad en el final de este mandato, pero de momento forma parte de su Consejo de Ministros.
El presidente sabe que, para su socio, la ley trans es una línea roja. Se lo advirtió la ministra de Igualdad el martes, indignada por la ampliación del plazo de enmiendas forzado por los socialistas en el Congreso: «No podemos hacer esperar más a las personas trans y a la comunidad LGTBI para que sus derechos sean ley, sin un solo derecho menos. Este es el compromiso del Gobierno». Y en esto Irene Montero tiene a Yolanda Díaz de su parte: «La ley trans es clave para nuestro país, porque como la reforma laboral concede derechos, recupera derechos para las personas que hoy son privadas de ellos», sostuvo la vicepresidenta segunda el martes, poniendo ambas normas al mismo nivel.
Sánchez no puede permitirse traspasar la línea roja de la ley trans
Así que Sánchez no traspasará esa línea roja. Es más, ha decidido intervenir manu militari, ordenando a su grupo parlamentario que no presente enmiendas a la autodeterminación de género, en medio del guirigay interno. Ni siquiera a la de las menores, como pretendía el sector de Calvo. No hay más que hablar. «La posición del PSOE está muy clara», zanjó el jueves la vicesecretaria general del partido y ministra de Hacienda, María Jesús Montero.
Pero el daño está hecho. Algo se ha roto en el PSOE. La fractura interna que no provocó la alianza de su secretario general con Bildu la ha causado una ley de Podemos asumida por Sánchez como propia.
Juega con fuego. Las feministas clásicas tradicionalmente han sido una familia poderosa dentro del socialismo. Muchas de ellas votaron a favor de Sánchez cuando éste se disputó el liderazgo del partido contra Susana Díaz y hoy se sienten traicionadas. Y la venganza es un plato que se sirve frío.