Sánchez marginó al Rey en tres crisis con Marruecos y no le informó de nada
El Debate publica por primera vez las pruebas del desprecio de Moncloa a Zarzuela en una crisis que desembocó en la cesión del Sáhara tras un episodio de espionaje al teléfono de Sánchez
Era un secreto a voces, pero ahora es además una realidad documental: Pedro Sánchez no despachó con el Rey ni le informó ni le permitió ejercer sus atribuciones constitucionales como Jefe de Estado en la mayor crisis internacional que España ha sufrido en décadas, con Marruecos como protagonista, saldada de una manera muy similar a la gran polémica del momento en España: si a los independentistas les ha anulado el delito de sedición, a Rabat le ha «regalado» el Sáhara. Y en ambos casos con la certeza de que antes hubo presiones.
Así consta en un documento oficial de la propia Presidencia del Gobierno, firmado por Judit González, directora Jurídica de la Secretaría General de Presidencia, en el que se reconoce por escrito hasta en tres ocasiones que Sánchez no despachó ni informó a Felipe VI en los momentos clave de las relaciones con Rabat que han desembocado en una crisis con Argelia y una cesión a Mohamed VI del Sáhara, con episodios entre medias tan siniestros como el asalto a la valla de Melilla o el espionaje al teléfono de Sánchez.
Aunque aún está pendiente de aclarar si Sánchez despachó con el Rey el cambio de posición de España en el Sáhara, un extremo al que la ley le ha obligado, pero Moncloa ha incumplido, tal y como reveló este periódico; ya está comprobado que no lo hizo en otros momentos clave de la misma trama.
«No existe documento o contenido» que demuestre una petición de Sánchez al Rey para que intermedie «con el Reino de Marruecos», confiesa la Secretaría General de la Presidencia, reconociendo la inexistencia de «despachos presenciales o telemáticos» en los que el presidente hiciera partícipe a Felipe VI de una crisis que afecta de lleno a la representación internacional de España, competencia del Monarca según el artículo 56.1 de la Constitución.
Moncloa no puede aportar prueba alguna de que Sánchez le informó al Rey, avalado por la Constitución en asuntos internacionales y de Estado
Sánchez no compartió con el Rey nada de lo relativo a todos los episodios que desde abril de 2021 han desatado los peores momentos internacionales de España que se recuerdan en décadas.
No lo hizo tampoco con la entrada del líder del Frente Polisario a España, Brahim Ghali, origen de todo el conflicto con Marruecos y después con Argelia:
«No existe documento o contenido» remitido por el Gobierno a la Casa Real poniéndole al corriente de aquella entrada clandestina que, con el supuesto pretexto de tratar en un centro sanitario al dirigente saharaui considerado un terrorista por Marruecos, desató una tormenta diplomática con Rabat culminada con el asalto a la valla de Melilla que dejó 24 muertos y con una crisis migratoria destinada a presionar a España.
Tampoco Sánchez contó con el Rey a continuación, cuando la extraña pleitesía hacia Ghali, objeto aún de investigación judicial, desató la ira de Mohamed VI y provocó una presión sin precedentes comercial, política y migratoria contra Ceuta y Melilla.
«No se ha mantenido ningún despacho entre el presidente del Gobierno y el Rey Felipe VI motivado por esas causas», reza la confesión escrita de la propia Moncloa, que llega a apuntar que, en el caso de haberse producido al menos alguna «referencia verbal», tampoco se tiene constancia formal de la misma.
El ostracismo al que Moncloa somete a Zarzuela no solo es insólito dada la magnitud de la crisis y los lazos históricos de la Corona española con la Casa Real marroquí; sino que contraviene al menos dos artículos de la Constitución que obligan al Monarca a representar a España internacionalmente y le dan derecho a estar «informado de los asuntos de Estado», como recoge el artículo 62.g de la Carta Magna.
Los tres «vetos» de Sánchez a Felipe VI coinciden, además, con dos momentos clave en el desenlace del conflicto con Marruecos: el primero, el oscuro espionaje que el presidente sufrió en dos ocasiones en mayo de 2021, en plena crisis con Rabat y poco después de recibir en secreto a Ghali, para muchos perpetrado por la Inteligencia marroquí para presionarle con la información sonsacada.
Del espionaje al volantazo
Y el segundo, decidido unilateralmente por Sánchez sin el respaldo del Congreso y seguramente sin el conocimiento del Rey, el viraje histórico de España con respecto al Sáhara: tras compadrear con el Frente Polisario; marginar a Felipe VI; sufrir una avalancha en Melilla y ser espiado con «Pegasus»; Sánchez decidió de manera personalísima cederle a Mohamed VI la mayor ascendencia imaginable en 50 años sobre la antigua colonia española.
«Reconozco la importancia que tiene la cuestión del Sáhara Occidental para Marruecos y los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos, en el marco de Naciones Unidas, para encontrar una solución mutuamente aceptable. En este sentido, España considera que la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007 como la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo», decía una misiva de Sánchez, fechada en marzo de 2022 y difundida sorprendentemente por Rabat, algo totalmente inusual en el mundo diplomático, que se culminó con una visita a Mohamed VI para oficializar el volantazo.
Ahora se sabe, con la documentación publicada por El Debate, que Sánchez llegó a esa cita sin informar al Rey de todos los hitos previos que ayudan a entender las razones de la cesión y quizá el modus operandi de Sánchez: no contó con nadie, pasó de alinearse con Argelia recibiendo a Ghali en secreto a entregar el Sáhara a Rabat y, entre ambos momentos, fue espiado probablemente por Marruecos, tal y como considera verosímil la Comisión Europea en su informe preliminar sobre el «Caso Pegasus».
En todo ese tiempo, el Rey no fue informado de nada y el Parlamento no participó en nada. Solo Sánchez sabe qué le llevó a ese viraje.
La resistencia de Sánchez, vencida
Para lograr que, pese a todo, el Gobierno informara de asuntos clave de una auténtica trama de intereses e intercambios decididos en persona por Sánchez, ha sido necesario desmontar quirúrgicamente cada negativa a dar explicaciones y entrar hasta la cocina al final tras un largo pulso del que ha salido ganador el derecho a la información.
Pero antes de eso, El Debate ha tenido que pelear durante más de un año como gato panza arriba desde el derecho, acumulando más de 300 páginas de documentación, utilizando todas las herramientas que la ley prevé para vencer la resistencia del Ejecutivo a dar cuentas, obteniendo el respaldo sistemático del Consejo de Transparencia y sorteando todos los trucos, trampas y atajos que Sánchez ha desplegado para esconderse.
Algo que también ocurrió con el caso del uso del Falcon presidencial, desde la Audiencia Nacional, que dictó una histórica sentencia que avalaba otra investigación de El Debate y condenaba a Sánchez a dar explicaciones sobre el uso que de él hace para sus actividades personales.
En el largo viaje queda claro que el presidente no informó al Rey, se saltó el veto político del Parlamento, desafió a Mohamed VI y luego le rindió pleitesía y varió la posición internacional de España de manera unilateral.
Y algo más. Aunque la crónica oficial separa cada episodio del culebrón como una historia independiente, todos los capítulos están conectados: el Polisario, el asalto a la valla de Melilla, la carta al Rey de Marruecos y la marginación de Felipe VI, la cesión del Sáhara y, desde luego, el espionaje al presidente en un tiempo en el que su esposa, Begoña Gómez, trabajaba casualmente en África.