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El silencioso (1944) Hablar por hablar o el todo Madrid de las tertulias, La Estafeta Literaria 2 (20 de marzo); pág. 31Universidad CEU

Crónicas castizas

Del azul al rojo en los Marqueríe

Los compañeros de copas de uno de los descendientes de Marqueríe eran azules y decidieron ayudar a su amigo de bacanales con un certificado de que estaba bajo la protección de la milicia falangista

Alfredo Marqueríe Mompín, como saben los más viejos del pueblo y algún culto que lo es, no impostado, era periodista y crítico teatral. Defensor de Mihura y Jardiel y creador de la expresión teatro del absurdo. Y un gran narrador de anécdotas.

Era hijo de un militar lector y activo, su padre fundó una sección de los Exploradores de España (boy scouts). El 9 de agosto de 1921, Marqueríe padre se negó a retirarse con el general Navarro y a su Estado Mayor, y salió de la posición al frente de sus soldados en formación de a cuatro, diciéndoles: «Hijos míos, si sois creyentes, rezad, porque este es el último momento de nuestra vida. Vamos a morir por Dios y por España». Y así fue, dejando a Alfredo huérfano de padre a los 14 años.

En Segovia fue discípulo del poeta Antonio Machado, al que frecuentó y describió con cariño como muy amigo del tintorro. Años después, Alfredo fue miembro de la tertulia La Ballena Alegre con Agustín de Foxá, Rafael Sánchez-Mazas, Víctor de la Serna, José María Alfaro, Dionisio Ridruejo y José Antonio, entre otros.

Marqueríe hijo, en una ocasión contaba que asistió a un estreno del gran Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura, honra y prez de las letras españolas. A dichos actos, las actrices solían ir acompañadas de sus madres por aquello de la prosapia y para que las niñas no acabaran como en un lupanar, ya saben qué decían de los cómicos y sus costumbres, con razón o sin ella. El caso es que cuando una madre de esas se presentó al gran escritor le espetó:

–Yo tengo un hijo que es como usted.

–¿Dramaturgo? – le contestó Benavente amable.

–No, homosexual –le dijo la mamá reaccionaria.

No es la única anécdota que refería Marqueríe, ni mucho menos. En otra ocasión posterior, se estrenó, no sabemos por qué, la obra teatral Verde Doncella de Emilio Romero, quien aceptaba invectivas como periodista, literato y político, pero no como autor de teatro. De hecho, cuando Enrique Llovet, diplomático y crítico teatral del diario Abc, autor del guion de la película Los últimos de Filipinas –la buena de 1945, no el bodrio de 2016- y de la célebre canción Yo te diré, puso de chupa de dómine esta de sus obras, una crítica que tituló Verde Romero, Emilio Romero hizo correr la voz de que Llovet tenía una amante y aireó sus trapos sucios, presuntos o verdaderos.

El caso es que durante la representación de Verde Doncella muchos opositores a lo que Emilio Romero representaba, era director del poderoso diario Pueblo, sostenido y editado por los sindicatos azules del régimen, se dedicaron a patear y silbar la obra. Tras la misma, acudieron los plumillas de Pueblo y otros a un ágape. Cuando entró Romero enfurruñado por la escandalera de buena parte del público asistente al estreno, se hizo el silencio, pues nadie se atrevía a criticar al director en su faceta de dramaturgo y la decencia literaria les impedía ensalzar la obra. Marqueríe le recibió con un grito: «¡Pirandello!, eres el nuevo Pirandello, el autor de las obras incomprendidas en el presente que triunfarán en el futuro», arrancando una sonrisa y disipando el mal humor de Romero. Algunos de los presentes se preguntaron quién era el tal Pirandello, un autor que pasaría por anarquista a pesar de haber sido militante fervoroso del Partido Fascista de Mussolini. Romero nunca olvidó el gesto de Marqueríe, al que la República había dado el Premio Nacional de Literatura en 1934 y el innombrable, el Premio Nacional de Teatro en 1953.

Muchos años después, muchos, uno de los descendientes de Marqueríe, que llevaba ese nombre en su segundo apellido, recaló en la universidad. Sus pelos largos y sus ideas cortas le situaron en la izquierda más cerril por lo que se llevó alguna bofetada en las algaradas que eran consustanciales con el caldeado ambiente estudiantil de entonces. Pero he ahí que sus compañeros de copas eran azules y decidieron ayudar a su amigo de bacanales, para lo que le dieron un papel, firmado y sellado, certificando que estaba bajo la protección de la milicia falangista y que cualquiera que le tocara se vería abocado a las represalias de los camisas azules de choque. Marqueríe junior lo llevaba siempre encima y lo usó con éxito más de una vez, evitando moratones gracias al liberalismo de talante de los que eran totalitarios en las cosas de la política.

Queridos lectores, pasen ustedes una feliz Nochebuena en compañía de sus seres queridos.