Entrevista al autor de ETA, ni olvido ni perdón
Jesús Longueira: «En Sabadell sustituyeron a los seis policías asesinados por municipales y siguieron el partido»
El autor, que ha vivido muy de cerca los peores años del terrorismo etarra, se resiste a que aquel sufrimiento quede como algo aparcado en el olvido
El subtítulo del libro dice «una sociedad que premia a los verdugos y olvida a las víctimas». Quizá por eso, el Policía Nacional Jesús Longueira (La Coruña, 1970), que vivió muy de cerca el terrorismo etarra por su trabajo en Bilbao y Pamplona y también la reacción de la sociedad vasca, se decidió a escribir un libro para revertir esa sensación de la forma en que reza el título: ETA, ni olvido ni perdón (SND Editores)
–¿Por qué ha escrito este libro? ¿Qué le impulsa a hacerlo?
–Esta obra nace oficialmente el día uno de febrero del año pasado, el 2022 cuando el editor Álvaro Romero me propone la idea, la que acepté de inmediato y además con agradecimiento. Mi despertar para el mundo terrorista se produce con 11 años, mi hermano también fue policía y tuvo un atentado en el que murió uno de sus compañeros. Otra de las fechas que sin duda deben figurar también como de «nacimiento», es agosto de 1992 cuando con mis tiernas 22 primaveras y con una clara vocación de servicio público y al prójimo me planto en mi segundo destino, Bilbao, y allí tomé conciencia de lo que realmente sucedía. Era «odio» e «ignorancia» lo que vi en sus ojos, no se describe de otra manera ni acepten nunca otra descripción que no será objetiva ni verdadera, y en mi juventud no sabía cuál de los dos conceptos predominaba ni veía normal que lo vertieran en un chaval como yo ni en mis compañeros. Y ahí lo pensé: alguien tiene que contar esto, dejarlo plasmado, bien sentado y por escrito. Jamás pensé que podría haberlo hecho yo, no me veía capacitado, y menos en esa época en la que carecíamos de forma total y por completo de cualquier obra que se atreviera a hacerlo.
–En el libro habla de bastantes casos concretos
–Hay un apartado en el que voy metiendo los casos que yo considero que necesitaba un poco más de desarrollo porque concurre alguna circunstancia especial o porque directamente es especial o la podemos calificar como increíble. Ahí, entre muchos otros, está Ramón Baglietto, que fue asesinado por un chaval al que el propio Baglietto había salvado la vida cuando era un bebé. O Domingo Merino Arévalo que llevaba una vida de lujo sin un medio de vida conocido y era porque se dedicaba por su cuenta a cobrar el impuesto revolucionario cuando nada tenía que ver con ETA. Hasta que los terroristas se enteraron.
–El libro se titula Ni olvido ni perdón
–Estas palabras fueron pronunciadas por Enrique Múgica cuando mataron a su hermano Me pareció, no sé. Digamos ya no sólo porque son sonoros, sino porque describe lo que yo creo que tiene que ocurrir con esto. El otro día le regalé el libro a un amigo y me dijo: «Esto hay que olvidarlo si hace ya más de diez años que ETA terminó». Eso es lo que piensa la gente, pero no estoy de acuerdo. Ni olvido ni perdón. Es que no puedo expresarlo de otra manera. El perdón tienen que expresarlo las víctimas. Nadie puede perdonar en su nombre. Tiene que decirlo la madre de la niña asesinada en Santa Pola, o las decenas de personas que han resultado mutiladas. Los padres de aquellos niños de dos y seis años, esa viuda que no logró rehacer su vida…
El perdón tienen que expresarlo las víctimas. Nadie puede perdonar en su nombre
–La sociedad, igual que en aquellos años callaba, ahora olvida. No hay más que ver la presencia de condenados en las instituciones
–La sociedad vasca jamás dio apoyo a las víctimas, no le interesaba y nunca lo sentimos. Pero también me refiero a la sociedad española, porque muchas veces existe el abandono también de esta última. Los que apoyaban o se beneficiaron del sufrimiento por el terrorismo también están en las instituciones nacionales.
–Ese silencio o incluso ganas de olvidar de parte de la sociedad. ¿Qué es más, miedo o indiferencia?
–La gente pensaba que, mientras le tocara a otros, mejor. El miedo era a que les tocara a ellos o que los señalasen por protestar. Pero esto es siempre a nivel individual, no como colectivo. Es cierto que ves una manifestación de un hecho como el de Zaragoza, o las movilizaciones que hubo en el caso del edil Miguel Ángel Blanco y acaban ahí. No sigue, no se traslada en el tiempo, cuando no sólo tiene que ser apoyo a las víctimas, sino también rechazo a los brazos ejecutores. La Policía Nacional tuvimos el atentado con más víctimas en Sabadell y nos causaron seis agentes asesinados que acudían a trabajar en un partido de fútbol. No suspendieron el partido, simplemente sustituyeron a los que habían muerto por policías municipales. La sociedad también es responsable.
No sólo tiene que ser apoyo a las víctimas, sino también rechazo a los brazos ejecutores
–¿Qué espera que aporte este libro de cara al futuro?
–Bueno, desde mi punto de vista, yo acabo de decir que considero que la cosa aún no está acabada La obligación de estar con las víctimas sigue aquí. Porque las víctimas son de antes de ayer y están entre nosotros Lo mismo a día de hoy hablo con mis compañeros que están allí y la sociedad allí no cambió. Sigue exactamente igual. El acoso sigue ahí.
–¿Dónde hay más interés de olvido, en los que han vivido aquello de cerca o en los que lo ven en la distancia?
–Los chavales de ahora no saben nada de esto. Vivimos en la época en que tenemos toda la información al alcance de de de un dedo en el móvil y somos más ignorantes que nunca. , solo hay que ver la temática de los programas más vistos en nuestras televisiones. Puedes hacer una encuesta cuando quieras, sales a la calle y le preguntas a la gente que es ETA y los jóvenes no te saben decir nada y los mayores casi creo que tampoco. Y las cifras que deja ETA nadie las puede borrar. 22 niños asesinados. Pero también 149 policías, 56 militares, 206 guardias civiles. 14 taxistas, políticos, periodistas o personas que simplemente pasaban por ahí. Casi cien secuestros, miles de heridos, muchos mutilados… No se pueden olvidar.
–En su libro ha intentado nombrar a todas y a cada una de las víctimas, ¿Con qué objetivo? ¿Ha pretendido igualmente lanzar algún mensaje?
–Esta es precisamente una de las principales razones por las que este libro ve la luz. Si a la primera parte de la pregunta habría que responder que este libro es un homenaje a todas y cada una de las víctimas, a la segunda parte de forma tajante y sin duda hay que decir que también es un reproche, un gran reproche a quienes ampararon, alentaron y desde sus sillones jalearon cada uno de los actos de la banda en un proceso al que no me queda más remedio que calificar de «desfachatez», «ignominia» y «descaro». El silencio también es culpable.
–Tiene que ser duro salir a patrullar cada día sabiendo que puede sufrir un atentado en cualquier momento. ¿Cómo recuerda aquella época?
–Debuté en Bilbao con 22 años. Recuerdo que ese día le pedí a mi compañero que me enseñara los lugares donde se habían producido todos y cada uno de los eventos, y también recuerdo su cara cuando se lo pedía. Más adelante en San Sebastián, y posteriormente en Pamplona, hice lo mismo con otros compañeros de los que guardo un gran recuerdo aún hoy en día. Algún compañero tenía en su portal la diana con su nombre.
–¿Conoció a compañeros que fueron víctimas del terrorismo?
–En mi vida profesional he prestado servicio con cuatro compañeros que acabaron siendo víctimas de esa infame banda de asesinos. Les guardo un gran recuerdo y les dedico un capítulo especial, como no podría ser de otra manera. Sería ominoso y también poco honesto por mi parte no acordarme de ellos, y poner así mi granito de arena para que su memoria nos acompañe y nos haga más dignos. Además de su recuerdo se incluye alguna circunstancia que hacen que para mí, y espero que también para los lectores, sea este capítulo considerado como lo que ya he dicho antes. «especial».