Perfil
Puigdemont, el segundo cadáver que desentierra Sánchez
El expresidente catalán no importa a nadie y su vuelta conviene a menos. Es una china en el zapato del buscado gobierno tripartido de ERC, PSC y Podemos
Valero, Ruiz, Valdivia y Toledo son apellidos que comparten millones de españoles. Y a mucha honra. Sin embargo, uno de esos españoles los esconde detrás de su xenofobia: se trata de Carles Puigdemont Casamajó, cuyos orígenes familiares maternos echan raíces en Andalucía, concretamente en Almería y Jaén. Siguiendo su patrón racista, él sería un charnego, un perro, un descendiente de emigrantes de clase baja que vinieron de Andalucía o de Extremadura buscando un futuro mejor para su familia y que colonizaron Cataluña.
Con 60 años recién cumplidos, el expresidente catalán ya ha tenido varias vidas, todas regadas con dinero público, ese que según Pedro Sánchez no se malversa si eres independentista catalán y que la lógica jurídica considera que si se emplea en engordar tus intereses políticos es una malversación de libro, agravada, según mantiene felizmente un juez valiente apellidado Llarena (otro charnego burgalés que vivió en Cataluña), delito penado con 12 años de cárcel y 20 de inhabilitación. Hoy todo en él es ex: experiodista, exalcalde de Gerona, expresidente de la Generalitat de Cataluña, exvaliente que iba a proclamar la República catalana y escapó en el maletero de un coche cuando le pillaron, excandidato del partido heredero de Pujol, exsedicioso, exeurodiputado con inmunidad (a la espera de lo que diga el Tribunal europeo) y en las últimas horas, excadáver político, al que el experimentado desenterrador Pedro Sánchez Castejón, ha exhumado como efecto indeseado de su pacto con Junqueras y su despenalización del procés. Un cadáver que, con los calores de las urnas de mayo, podría descomponérsele al peor presidente de la democracia ante sus mismísimas narices electorales.
Mintió a los catalanes en 2017 llamando a la revuelta y a la unilateralidad y a la hora de la verdad salió huyendo
Como periodista fundó en 2004 el periódico Catalonia Today, en lengua inglesa, y su descriptible éxito todavía se estudia en las Facultades de Periodismo. Está casado con Marcela Topor, periodista rumana que presenta, por 6.000 euros al mes y solo ocho horas de trabajo, un programa de televisión en una red de canales pagados por la Diputación de Barcelona. El astronómico sueldo de Topor ha sido denunciado por Ciudadanos y PP en la Diputación, pero desestimada la moción por el resto de partidos como tributo al cobarde fugado. El marido de la presentadora y padre de sus dos hijos, conoce a la perfección la lengua de su esposa, como homenaje a las identidades minoritarias (Puchi dixit). De 2006 a 2011 fue alcalde de Gerona y su militancia independentista le catapultaron a suceder a Artur Mas, como candidato bien visto por la CUP: los de las camisetas zarrapastrosas hermanados con el exponente de la burguesía catalana más casposa. Es imposible mayor fantasía.
Mintió a los catalanes en 2017 llamando a la revuelta y a la unilateralidad y a la hora de la verdad salió huyendo para no pagar el precio por desafiar al Estado. En Waterloo, su Santa Elena particular de la que le va a rescatar el Gobierno de España, fundó un ridículo Comité de la República y barajó nacionalizarse belga, un país cuyo caótico sistema le ha dado cobertura legal con el concurso de su abogado, Gonzalo Boye, otro prenda al que la Fiscalía Anticorrupción pide diez años de cárcel por blanqueo de dinero del narcotráfico y buen amigo de etarras. No se me ocurre mejor metáfora –Puchi y Boye– de los renglones torcidos de Dios.
Desde hace cinco años vive en Waterloo, donde recibe 8.000 euros al mes como diputado europeo, más 4.320 euros para gastos varios y dietas de 306 euros diarios, sin contar la oficina que mantiene abierta en Barcelona, bautizada como Unidad Administrativa del Departamento de Presidencia, que cuesta al erario público 235.000 euros, gastados en enchufados y propaganda antiespañola. Su magisterio en forma de conferencias muy bien pagadas lo ha exportado a países tan nucleares para la diplomacia internacional como las islas Feroe y sin embargo sigue sin reintegrar los 2,3 millones de euros que, según una denuncia que investiga el Tribunal de Cuentas, se gastó en diplomacia exterior poco antes de fugarse a Bélgica, para lograr alianzas con vistas al referéndum ilegal de octubre de 2017.
Podría ser perfectamente un personaje de la novela picaresca, solo que con flequillo. Mientras pasea su impostura por Flandes, en Cataluña, sus antaño socios Junqueras y demás patulea le han birlado el procés, el hecho diferencial, el encamamiento con Sánchez y el presupuesto público. No importa a nadie y su vuelta conviene a menos. Es una china en el zapato del buscado gobierno tripartido de ERC, PSC y Podemos. Sigue en su delirante mentira mientras batalla judicialmente con España y prepara las maletas para volver en el Falcon de Sánchez y recordarle a su desenterrador que este muerto está muy vivo.