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Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene MonteroPaula Andrade

La crónica política

Tres jugadas posibles para la partida más arriesgada entre Sánchez y Podemos

Las cartas están boca arriba en la coalición por la reforma de la ley del 'solo sí es sí'. La cuadratura del círculo es complicada: él no quiere dejarse ganar y Montero no quiere perder

Nadie a estas alturas, ya ni siquiera Pablo Iglesias, duda de que Pedro Sánchez no tiene intención de adelantar las elecciones generales al mes de abril, como hizo en 2019. El presidente del Gobierno lo reiteró el pasado martes en el Senado, cuando habló de una legislatura a la que le queda casi un año de vida: «En los 11 meses que restan de legislatura vamos a continuar avanzando en nuestra agenda social», afirmó.

Tiempo habría aún, eso sí. Por ley, el decreto de convocatoria ha de publicarse en el BOE 54 días naturales antes de la fecha elegida, de manera que todavía tendría todo febrero y hasta mediados de marzo de margen para llamar a los españoles a las urnas a finales de abril, un mes antes de las municipales y autonómicas. Voluntad, ninguna, a pesar de que la coalición ha entrado en erupción a causa de la ley del 'solo sí es sí'.

Sánchez está dispuesto a agotar la legislatura con o sin Podemos en su Consejo de Ministros. De hecho, en la declaración final que los gobiernos de España y Marruecos suscribieron tras la Reunión de Alto Nivel mantenida el jueves en Rabat, se menciona específicamente la Presidencia española de turno de la UE, no por casualidad: «Marruecos destaca la importancia que concede a la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea durante el segundo semestre de 2023», rezaba ésta.

La pregunta es: ¿Podrá apurar su mandato hasta diciembre si finalmente impone una reforma de la ley del 'solo sí es sí' unilateral, sin consensuar con Irene Montero? El monclovismo cree que sí, de ahí que haya lanzado un órdago a la ministra de Igualdad y a su partido después de meses de inacción mientras el número de violadores y agresores sexuales no dejaba de crecer.

Las opciones

Las cartas están boca arriba y hay tres jugadas posibles. La partida definitiva, la más arriesgada, empieza ahora.

Jugada A. Que los ministerios de Justicia y de Igualdad alcancen un acuerdo antes del martes por la mañana (la nueva fecha tope que ha dado Sánchez) y el PSOE y Unidas Podemos presenten de forma conjunta la proposición de ley de reforma del 'solo sí es sí'. La cuadratura del círculo parece complicada, puesto que Sánchez no quiere dejarse ganar y Montero no quiere perder. De lograrla, estaríamos ante la enésima falsa alarma de ruptura de la coalición y, probablemente, no la última.

Pedro Sánchez junto a las ministras Irene Montero e Ione BelarraEFE

Jugada B. Que el acuerdo no llegue y el grupo parlamentario de Patxi López registre la próxima semana en solitario la proposición de ley por la vía de urgencia. Ello provocaría un enorme ruido ambiental en la izquierda y tensaría mucho la cuerda, pero no necesariamente la rompería. Durante la tramitación parlamentaria en el Congreso, ambos socios de Gobierno tendrían al menos un mes más para negociar –por la vía de las enmiendas parciales– y evitar el choque frontal. Es una posibilidad que la propia Montero deslizó el viernes en una entrevista en RNE.

La cuenta atrás no dudaría mucho más de cuatro semanas, puesto que al PSOE le han entrado tantas prisas que se plantea aprobar la reforma a través del procedimiento de lectura única. Esto es: un único debate en pleno el Congreso y otro en el Senado, tanto de las enmiendas a la totalidad como las parciales.

Jugada C. Que ni antes del martes ni durante el trámite parlamentario haya un acuerdo y el PSOE apruebe la reforma de la ley del 'solo sí es sí' con los votos de los de Alberto Núñez Feijóo. La entrada de los populares en la ecuación obligaría a los socios parlamentarios del Gobierno, a la llamada mayoría Frankenstein, a tomar partido: por Pedro Sánchez o por Irene Montero.

ERC, Bildu y Compromís se han pasado meses pidiendo al Ejecutivo que retoque la norma, pero la aversión de todos ellos al PP es tal que probablemente saldrían en desbandada y se decantarían por la ministra de Igualdad. No está claro lo que haría el PNV.

Si Sánchez aprueba la reforma sin Podemos y con el apoyo del PP se desencadenarían las diez plagas en la izquierda

Sánchez tendría su reforma, sí, pero a un alto precio. Porque la fotografía del PSOE enmendando la ley estrella de su socio de Gobierno gracias al PP y sin el apoyo de sus socios naturales desencadenaría las diez plagas de Egipto en la izquierda. Por eso ambas partes quieren alcanzar una solución negociada, y en ello siguen.

Llegados a este último escenario, hay otra gran incógnita. ¿Qué votaría Yolanda Díaz, que además de vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo es diputada? Las relaciones entre la gallega y el partido morado son ya lo suficientemente tensas como para añadirle una encrucijada así.

En Podemos se quejan de que, cada vez que vienen mal dadas, Díaz se pone de perfil en lugar de sacar la cara por la formación que la ha puesto donde está. Ya fuera con la ley trans, la de vivienda, el envío de armas a Ucrania o su decisión de borrarse de las elecciones municipales y autonómicas. Públicamente, Díaz ha intentado que el fuego cruzado de la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’ le roce lo menos posible, pero internamente está mediando para lograr un acuerdo.

Iglesias, que no quiere que la ministra de Igualdad dé un solo paso atrás, tiene una teoría. Cree que Sánchez quiere forzar la dimisión de Montero, o al menos hundir su imagen, para situar a Díaz como su única interlocutora en el espacio a su izquierda; porque la ministra de Trabajo es «dócil» y «manejable» y la de Igualdad, no.

Pero el presidente, más que nadie, necesita que Díaz y Podemos sigan compartiendo lecho electoral. Puesto que es muy difícil que Sánchez gane las elecciones (a juzgar por las encuestas), sus posibilidades para seguir en la Moncloa aun perdiendo ante Feijóo pasan necesariamente por un socio fuerte y unido en las urnas; y no por la división de la izquierda en tres. Así que poner a la vicepresidenta segunda en la tesitura de tener que decantarse por un bando, el de Sánchez o el de Podemos, no es un buen negocio para ninguna de las tres partes. Vienen días cruciales.