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Pedro Sánchez durante un mitin en BadajozEva Ercolanese/ PSOE

La crónica política

La trama del PSOE da un giro de guion inesperado a la moción de censura de Vox

El caso Mediador obligará a Sánchez a jugar como menos le gusta en el Parlamento: a la defensiva, él que es un político acostumbrado al ataque. No será ningún paseo triunfal, como esperaba

En el último debate que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo mantuvieron en el Senado, el pasado 31 de enero, el presidente del Gobierno empezó su intervención echando la vista atrás hasta los tiempos de Mariano Rajoy, que es algo que acostumbra a hacer.

Aquella tarde de invierno, Sánchez presumió ante sus señorías de que hace cinco años, con el PP en la Moncloa, los tres «principales desvelos» de los españoles eran «el paro, la corrupción, los problemas políticos, la economía en general y la independencia de Cataluña», enumeró. Acto seguido se vanaglorió de que la corrupción llegó a preocupar al 35 % de los españoles y hoy, gracias a él, «es un problema solo para el 5 % de la población». Ya aquel día el líder de la oposición le replicó que, por mucho que alardeara, él era el único presidente del Gobierno que había abaratado la corrupción.

Por entonces faltaban dos semanas para que el diputado Juan Bernardo Fuentes Curbelo renunciara a su escaño obligado por el escándalo y por su partido, dejando tras de sí un gran manchurrón de corrupción. Cuando el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, habló con «Tito Berni» para exigirle su cabeza, le dijo que el partido sabía que había fotos.

Pedro Sánchez con Juan Bernardo Fuentes Curbelo, alias Tito Berni

La primera pregunta que cabe hacerse es si Sánchez sabía ya de las andanzas de su diputado canario cuando sacó pecho en la Cámara Alta de lo limpio que tiene el ajuar socialista. Las dudas son razonables atando algunos cabos: aquel 31 de enero, mientras Sánchez se batía el cobre contra Feijóo en el Senado, se produjo una extraña dimisión en Canarias: la del director insular de Deportes del Cabildo de Tenerife, Ángel Luis Pérez Peña, que adujo «motivos personales». Cuando el polvorín del caso Mediador estalló, resultó que este último era uno de los implicados en la trama.

¿Sabía Sánchez de la existencia de la trama cuando el 31 de enero presumió de la honradez del PSOE en el Senado?

Casualidad o causalidad, lo cierto es que los dirigentes del PSOE recitan en Madrid y Canarias el mismo padrenuestro, y de ahí no se apean: «Nosotros atajamos la corrupción, no la encubrimos», como afirmó el propio presidente en Telecinco. No obstante, los socialistas están más volcados en atajar el escándalo suscitado que el caso en sí, porque está haciendo un boquete al PSOE de proporciones cósmicas.

Una nueva dimensión

Tanto es así que el caso Mediador ha dado una nueva dimensión a la moción de censura que Vox registró contra Sánchez el pasado lunes. Una mucho más procelosa y peligrosa para el presidente del Gobierno, que se las prometía muy felices confrontando su «modelo de país» con el de la derecha en la tribuna, según llevaba días coreando el orfeón monclovita.

La trama liderada por el exdiputado socialista, aderezada con mordidas, adjudicaciones irregulares, visitas al Congreso, alcohol, cocaína y prostitutas, ha provocado un giro de guion. La corrupción del PSOE pasará a ser el centro del debate, ironías del destino para Pedro Sánchez. Como irónico es que la famosa cena de los cabecillas de la trama con diputados del PSOE en el restaurante Ramsés se celebrara el 21 de octubre de 2020, el día en que Santiago Abascal e Ignacio Garriga defendieron desde el atril del Congreso su primera moción de censura contra el presidente del Ejecutivo.

La ocasión es inmejorable, y Vox la ha cogido al vuelo. «Una docena y media de diputados del PSOE han convertido el Congreso en un lupanar», señaló Abascal el pasado lunes, cuando registró la moción de censura. El líder del partido ha emprendido, este fin de semana, una gira por Canarias, fosa séptica del caso Mediador. El viernes estuvo en Santa Cruz de la Palma, el sábado en Las Palmas de Gran Canaria y este domingo en Santa Cruz de Tenerife.

Santiago Abascal y otros diputados de Vox registrando la moción de censuraEFE

Las dudas, críticas y hasta mofas que la izquierda y el PP han vertido sobre el candidato, el profesor Ramón Tamames, quedan en un segundo plano. El caso Mediador obligará a Sánchez a jugar como menos le gusta en el Parlamento: a la defensiva, él que es un político acostumbrado al ataque en casi cualquier circunstancia. En la Moncloa sostienen que no pueden desvelar aún si será el presidente quien dé la réplica a Vox (no está obligado a hacerlo). Afirman que la moción de censura todavía no ha sido calificada siquiera por la Mesa del Congreso –lo será el próximo martes– y que «cada cosa a su tiempo», porque se la toman «muy en serio». Sin embargo, pocos dudan de que Sánchez hablará. Y más teniendo un pozo negro bajo sus pies.

La corrupción ha protagonizado dos de las tres últimas mociones de censura en España, y lo hará también con ésta

Dos de las tres últimas mociones de censura en España han estado protagonizadas por la corrupción: la que presentó Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy en junio de 2017 y la de Pedro Sánchez en mayo de 2018, la única que ha triunfado en la historia de la democracia española. En la primera, y según atestiguan los diarios de sesiones de la Cámara Baja, la palabra «corrupción» fue pronunciada 283 veces durante las dos jornadas que duró el debate. En la segunda, la que acabó con el PP apeado del poder, fueron 164 veces.

Aquel 31 de mayo de 2018 en que Sánchez subió a la tribuna aún como líder de la oposición y candidato a la Presidencia comenzó el discurso más importante de su vida así: «Señorías, esta moción de censura es consecuencia de hechos gravísimos –insisto, hechos gravísimos– que de forma reiterada en el tiempo han ido sacudiendo a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación. Imágenes de descrédito político e institucional que exigen una respuesta contundente de esta Cámara, de los 350 diputados y diputadas aquí presentes, si se pretende –y ése es nuestro propósito– recuperar el valor y el sentido mismo de la política». El pasado es implacable.

En la de junio de 2017, el candidato propuesto a la Presidencia, Pablo Iglesias, arrancó su intervención de esta forma: «Creo que estarán de acuerdo conmigo en que los ciudadanos no se merecen desayunar cada día con un nuevo caso de corrupción en el que un servidor público llena portadas y telediarios por haberse dedicado a robar a los ciudadanos. Lo que venimos a plantear hoy aquí, señores del PP, es que España no puede permitirse más una situación en la que nuestras instituciones estén copadas por corruptos. Y creo que no miento si digo que esto lo piensan la mayor parte de los ciudadanos españoles, nos voten a nosotros o no nos voten (…). Lo que está en juego en estos momentos es la salud de nuestra democracia y de nuestro Estado de derecho». Hoy, por el contrario, Unidas Podemos se debate entre salvar al PSOE de una comisión de investigación en el Congreso por el caso Mediador o ser coherente con su propia historia.

Vienen semanas muy complicadas para el PSOE. Las dos últimas ya lo han sido. Lo de menos es ya la fecha que elija Sánchez para el debate y votación de la moción de censura, parapetado detrás de Meritxell Batet. Sea cual sea, no va a ser el paseo triunfal que pensaba.