El perfil
Clara Ponsatí, el oscuro veneno del separatismo
El juez Llarena la ha citado para el próximo 24 de abril. Solo volverá si puede montar otro circo y reírse de la Justicia española
Clara Ponsatí i Obiols, la consejera catalana que llenó de urnas ilegales los colegios en Cataluña el 1 de octubre de 2017, destila veneno por cada poro de sus recién cumplidos 66 años, que paseó por España hace unos días junto a su abogado, un imputado por colaborar con narcotraficantes, para desafiar a la Justicia española. En marzo de 2020, cuando Madrid empezaba a sufrir los estragos de la pandemia, con decenas de muertos en sus morgues, esta fanática independentista, profesora de Economía en Escocia, escribió un tuit, mezquino donde los haya, en el que se burlaba del sufrimiento de los madrileños: «De Madrid al cielo», escribió con saña, y su amigo Puigdemont lo retuiteó, aunque corrieron ambos a borrar la ignominia.
No era la primera vez que Ponsatí mostraba una inclinación, digna de análisis freudiano, por aplaudir la muerte de los que no son de su cuerda, especialmente si son los españoles que todavía hoy le pagan su estancia en Bruselas. El 26 de octubre de 2017, según relata en un libro que escribió el año pasado, cuando quedaban horas para la ilegal declaración de independencia, la hoy eurodiputada conminó a Puigdemont a que siguiera adelante, aunque corriera la sangre: «Con el planteamiento de no hacer nada si hay riesgo de muerte, no haríamos nunca nada», defendió. Eso sí, su inconsciente y cinismo la llevó a decir tiempo después que «yo creo que no la proclamaremos», como queda grabado en el documental El choque, que retrata la inconsistencia del separatismo.
Aunque es considerada en Junts como una de sus más intransigentes dirigentes, nunca ha hecho ascos a vivir del erario español
La consejera que huyó junto a su jefe cuando el Estado mandó detener a los autores del golpe de Estado en Cataluña, fue clave para organizar el referéndum ilegal. En julio de 2017, atendiendo la llamada de Puigdemont, dejó su trabajo en una Universidad de Escocia, para preparar el proceso independentista desde la Generalitat. Tras ser nombrada consejera de Enseñanza, guardó las llaves y los códigos de acceso de cada uno de los 2.200 colegios públicos electorales y mandó llenarlos de urnas los días previos. Para más inri, su propia Consejería fue la sede electoral de esa pantomima, organismo oficial que fue registrado la mañana del 1 de octubre por los Mossos, que no impidieron la manifiesta ilegalidad.
Aunque es considerada en Junts como una de sus más intransigentes dirigentes (contraria al compadreo de ERC con Pedro Sánchez), nunca ha hecho ascos a vivir del erario español. Primero trabajó como investigadora en el CSIC y luego, en 2013, saltó a la palestra porque se beneficiaba de la cátedra Príncipe de Asturias en Georgetown, que le fue revocada por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, tras hacer apología del separatismo usando fondos españoles. El entonces jefe de la diplomacia de Rajoy manifestó que había que evitar que una cátedra española sirviera para alentar el proceso separatista. La sobrina del que fuera diputado socialista Raimon Obiols acusó al Gobierno de someterla a una «purga política».
Mientras sus compañeros estaban en la cárcel, Clara reconoció hace dos años que todo el proceso independentista fue un enorme farol, confesión favorecida por la inmunidad y la tranquilidad que le procuraba su vida regalada entre Bruselas y Estrasburgo, cobrando 107.000 euros como europarlamentaria. Ha traicionado hasta al Gobierno de Escocia, de donde escapó para trasladarse a Bélgica, lo que puso en serios aprietos a la Justicia del Reino Unido, cuando la de España reclamó su extradición.
A la espera de que se sustancie la inmunidad que le proporciona su escaño europeo, así como la de Puigdemont, esta semana escenificó la supuesta vulneración de esa condición regresando a Barcelona, consciente de que su detención, una vez que Pedro Sánchez ha eliminado del Código Penal el delito de sedición, iba a ser efímera y que ya solo se enfrenta a la inhabilitación. El juez Llarena la ha citado para el próximo 24 de abril. Solo volverá si puede montar otro circo y reírse de la Justicia española. Por si acaso, su hijo, Jordi Malet Ponsatí, ha escrito en las redes: «Madre, ya he puesto el cava en la nevera».