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Pablo Iglesias e Irene Montero, puño en altoEuropa Press

La crónica política

Las cábalas sobre el regreso de Pablo Iglesias revuelven el gallinero de la izquierda

Con Podemos en guerra con Yolanda Díaz e Irene Montero –que era la gran esperanza de los morados– abrasada por la ley del 'solo sí es sí', las especulaciones se han disparado

A diferencia de lo que le sucedió al magnate Jack Woltz en El Padrino, Pablo Iglesias no ha despertado con una cabeza de caballo en su almohada. Pero sí con un barómetro del CIS igual de sanguinario, que el jueves le envió Pedro Sánchez. Justo el día en el que el pleno del Congreso votó a favor de la voladura de la ley del 'solo sí es sí', cuya onda expansiva sacudió los cimientos del Consejo de Ministros.

Esa encuesta de José Félix Tezanos era una advertencia no muy distinta a la que el actor John Marley recibió de la mafia en la célebre película de Francis Ford Coppola: será mejor –diría Sánchez– que os apartéis de mi camino, tú y Podemos.

El barómetro desciende al partido morado a la quinta posición electoral, situándolo en una intención de voto (6,7 %) incluso inferior a la que obtuvo Ciudadanos en las elecciones generales de noviembre de 2019 (6,9 %), cuando se desplomó y Albert Rivera dimitió al día siguiente.

Pero es que, además, encumbra a Yolanda Díaz al 10,6 %, y lo que es más importante: la deja a solo medio punto de dar el sorpasso a Vox, en disputa por una tercera plaza que va a ser crucial en esos comicios. Y, por si fuera poco, señala a Irene Montero y Ione Belarra como las ministras peor valoradas, lo cual tiene (de)mérito tratándose éste de un Gobierno mastodóntico de 23 miembros, incluyendo al presidente.

Una vez enterrada la ley Montero –o derogada, como asegura el PP–, los socialistas se han apresurado a proclamar, de momento sotto voce, el fin del ciclo de Podemos; representado por ese abrazo que las ministras Montero y Belarra se dieron el jueves en sus escaños, como dos náufragas que no tienen nada a lo que agarrarse, más que una a la otra. Si acaso, a sus carteras ministeriales.

Irene Montero y Ione Belarra se abrazan al final del debate de este juevesEFE

Es cierto que la ministra de Igualdad se ahogó, pero con las botas puestas. Y dejando claro que la muerte de su ley del 'solo sí es sí' no es el final. «Hoy, señorías, nos quedamos en minoría, pero vamos a seguir trabajando. Es lo que mejor sabemos hacer las feministas cuando conquistamos derechos, cuando retrocedemos y también cuando nos quedamos en minoría, seguir adelante», prometió desde la tribuna de oradores. O amenazó, según se mire.

¿Demasiada prisa?

¿Se están dando demasiada prisa el PSOE, e incluso Yolanda Díaz y su séquito de partidos socios, en dar por muertos a Podemos, a Iglesias y a Montero? Posiblemente. En las últimas semanas, en paralelo al proceso de floración de Sumar, diversos altavoces de izquierdas están difundiendo cada vez con más fuerza cábalas en torno a la vuelta de Pablo Iglesias en el medio plazo. A la política de partido e institucional, se entiende, porque de lo demás nunca se ha ido. De hecho, cada vez está más presente a través de sus múltiples púlpitos mediáticos.

Quién lo diría, él que hace no mucho criticaba a Felipe González y a José María Aznar en el programa de Risto Mejide por ser una «sombra siniestra» incluso para sus propios partidos, «drogadictos que necesitan tener esa presencia pública», decía Iglesias.

El runrún empieza a ser machacón en la Villa y Corte, que es siempre un bullir de especulaciones. Y tiene mucho que ver con que el plan B de Podemos frente al PSOE y a Sumar se ha estrellado al poco de despegar, como el cohete del multimillonario Elon Musk el jueves.

Iglesias contaba con que la ministra de Igualdad fuese la candidata de Podemos a las generales si es que no hay acuerdo con Yolanda Díaz y los morados deciden hacer la guerra electoral por su lado. Sin embargo, el desaguisado de la ley del 'solo sí es sí', y sobre todo su encastillamiento, han dejado la imagen de Montero absolutamente abrasada. Por más que la cúpula de su partido y del Ministerio de Igualdad hayan cerrado filas en torno a la ministra doliente. La que, en la moción de censura frustrada que en junio de 2017 Podemos presentó contra Mariano Rajoy, le espetó al entonces presidente del Gobierno: «Su tiempo se ha acabado». También afirmó entonces: «Queremos un país con derechos y a la altura de lo que nos merecemos».

Con Montero calcinada y sin recambio a la vista –ni Belarra, ni Lilith Verstrynge, ni mucho menos Isa Serra o Pablo Echenique–, ¿es factible el regreso del fundador, ése que una vez volvió de una baja de paternidad puño en alto en un cartel en el que se leía en mayúsculas «VUELVE» (con «EL» en color destacado)?

El cartel con el que Podemos anunció la vuelta de Iglesias en marzo de 2019Podemos

Quedan meses de suspense aún. De momento, Podemos tiene que pasar las elecciones municipales y autonómicas, con unos pronósticos más que pesimistas. Solo salvará los muebles si aguanta en la Comunidad Valenciana y sus pocos escaños (las encuestas le están dado cinco de media, tres menos que ahora) permiten que Ximo Puig reedite el Pacto del Botànic con Compromís y Unidas Podemos. Es el gran objetivo que se han marcado los socialistas para el 28-M.

No hay posibilidad de puerta grande para los morados en esas elecciones, pero tras ellas pueden entrar en la enfermería con una cornada mortal o con una herida menos grave. A partir de ahí, el escenario que se abre es una negociación con Yolanda Díaz en desigualdad de fuerzas en la que todo puede pasar. Los socialistas no ven descabellado que, si no hay acuerdo, Montero y Belarra abandonen el Gobierno a unos meses de las elecciones generales, para volver a declarar la guerra al bipartidismo, el heteropatriarcado, las cloacas mediáticas y demás poderes fácticos.

Llegados a ese punto, Iglesias tendrá que dar un paso al frente o uno al lado. Quienes lo conocen afirman que es capaz de todo. Incluso de preferir que gobiernen el PP y Vox, porque contra el sistema vivía mejor.