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Gloria Lago, presidenta de Hablamos Español

Gloria Lago: «La exclusión del español es un problema creciente. Asturias, Navarra y Aragón ya lo padecen»

La presidenta de Hablamos Español, acosada en sus inicios por su defensa del castellano, muestra su preocupación por el incipiente interés de las comunidades sin lengua cooficial en querer difuminar el valor del castellano

La defensa del español se ha convertido en su lucha diaria desde 2007. Pero el panorama lingüístico, lejos de mejorar, empeora. Además de en las comunidades con lenguas cooficiales, ahora Asturias, Navarra y Aragón se suman a la hispanofobia que relega al castellano a un nivel inferior. Así lo asegura Gloria Lago, presidenta de Hablamos Español, quien realiza una radiografía sobre la problemática de la imposición lingüística en España, el rechazo al castellano y el trabajo que realiza su asociación para combatirla.

–¡Qué lucha con la defensa del español! y lo más absurdo ¡en España!

–Sí, claro. Llevamos mucho tiempo intentando tener una política lingüística razonable. Que se respete el concepto de cooficialidad lingüística es la base de todo. Lo importante es entender qué significa la cooficialidad lingüística, con el que no hay ninguna lengua que tenga prevalencia sobre la otra, sino que sus hablantes tengan exactamente los mismos derechos en el ámbito oficial. Es un concepto que está totalmente establecido en cualquier otro país, en donde no se obliga a prescindir de la propia lengua como lengua vehicular ni en la educación, ni en la cultura, ni en las administraciones públicas. No puede ser lo que sucede en España, donde tenemos muchísimos chiringuitos para fomentar las lenguas regionales que son realmente agencias de colocación.

–Las quejas en el sector de la educación y de la administración son de sobra conocidas pero, ¿cuáles son las reivindicaciones en la cultura?

–Los autores que escriben en español en las comunidades donde hay lengua regional se quejan de no tener acceso a todos los premios, certámenes o ayudas públicas, ni tampoco a las ferias de libros que les ayudan. Eso no puede ser. Y el último eslabón es el de la toponimia, que parece que no es muy importante, pero sí lo es. Y no hay más que ver cómo reacciona el sector hispanófobo cuando usamos bien un topónimo en español.

–Háblanos del libro que acabáis de lanzar, El robo de los nombres de nuestros pueblos.

–Es un libro coral. Está escrito por personas que han estudiado a fondo el problema toponímico en España. Es un libro divulgativo de gran nivel en el que damos argumentos para que se entienda lo que ha pasado con la toponimia en España, que es un caso único en el mundo. Explicamos la procedencia con la documentación extensa e histórica que hay de los topónimos que han hecho desaparecer. Es como una especie de guía para poder argumentar cada vez que alguien quiera usar un Vizcaya o un La Coruña. Los casos de la comunidad autónoma vasca son los más graves en donde lo que han hecho es traducir al euskera y el término que existía en español lo han eliminado. Es un auténtico disparate. Es algo que no tiene parangón en un mundo civilizado. Sólo pasa aquí. Es falsear la historia y dar a entender que el español no es una lengua de esas comunidades. Es un inmenso timo.

Que se respete el concepto de cooficialidad lingüística es la base de todo

–Hablamos Español surge como un revulsivo a estas injusticias con el idioma. Cuéntenos, ¿cómo empezó todo?

–Hablamos Español realmente tuvo un antecedente: la Asociación Galicia Bilingüe, que pusimos en marcha a finales de 2007 porque estábamos en una situación de inmersión lingüística allí. En las elecciones de 2009 ganó el PP, que en campaña se había apoyado en gran medida en nuestras propuestas sobre el problema lingüístico, pero una vez que ganaron, el cambio fue mínimo. Seguimos trabajando durante un tiempo, pero realmente el Gobierno gallego nos cerró cualquier posibilidad de intervenir. Nos vetaron y pensamos en dejarlo pero convencí al equipo para hacer un último intento. Me puse en contacto con personas de otros lugares de España y decidimos presentar una iniciativa legislativa popular a nivel nacional, porque este problema estaba presente obviamente no solamente en Galicia. Conseguimos 500.000 firmas en un plazo récord, pero la Junta Electoral nos anuló 15.000 y no llegó al Congreso. No obstante, sí sirvió para que mucha gente en España conociera el problema y nos conociera a nosotros. Se unieron y de ahí surgió Hablamos Español.

–Los inicios no fueron sencillos, sobre todo para usted...

–Todo el tema de la lengua tiene detrás muchos intereses y mucho fanatismo. Los primeros años, en Galicia, fueron muy difíciles desde el punto de vista de la seguridad. Tuve que necesitar durante varios años protección policial en mi día a día y no podíamos realizar ningún acto sin protección. Me rompieron el coche varias veces, me lo llenaron de pintura, nos entraron en el garaje de casa, hicieron pintadas en la fachada de mi trabajo... hasta que se dieron cuenta de que no iba a desistir y los episodios ya fueron pasando a ser más aislados. Pero, aún hoy recibo llamadas...

–Ahora la asociación la forma una gran red de voluntarios...

–Desde que empezamos con Hablamos Español tenemos equipos en todas las comunidades autónomas que cuentan cooficialidad lingüística. Es un problema creciente y cada vez hay más personas que se suman. Ahora, por ejemplo, también hay problemas con la exclusión del español en Asturias, Navarra y Aragón, en donde se están potenciando otras lenguas para difuminar el valor del español como lengua común. En Asturias quieren declarar oficial la llingua, que no es ni siquiera el bable, pero aún no se han atrevido aunque ya empiezan a primarlo, a subvencionarlo y ya tienen la Academia de la Llingua. En Aragón, lo curioso es que hablan de dos lenguas diferentes, el catalán de Aragón y el llamado aragonés que se han sacado de la manga... Y en Navarra, ya hay un problema serio. Había una zona libre de la imposición del euskera y ahora ya empiezan a introducirlo, dan prebendas a los centros que lo utilizan... van poco a poco y yo creo que su proyecto es extender la inmersión hacia Navarra.

–¿Hablamos Español recibe algún tipo de ayuda económica?

–No. La asociación se basa estrictamente en voluntarios. Hemos querido ser siempre escrupulosamente apartidistas. No nos casamos con ningún partido. Y también consideramos muy importante hacer esto sin que nadie reciba ninguna retribución, porque desde el momento en que lo profesionalizas pierde su esencia y credibilidad. Además, la administración pública, que debería de ser la representante del pueblo, en nuestro caso es nuestra enemiga. Nos ponen todo tipo de trabas, utilizan todo tipo de triquiñuelas... Presentas un recurso de alzada y dicen que es solamente una petición de información para retrasar los plazos...

Tuve que necesitar durante varios años protección policial en mi día a día

–Pero han conseguido mucho. Ha habido sentencias favorables, han hecho muchos estudios...

–Hacemos una gran labor, sobre todo informativa y además de asesoramiento, hay muchísimos casos que no llegan a la prensa porque preferimos mantener al margen de los medios algunos casos porque son situaciones muy delicadas, y no podemos arriesgarnos a convertir en víctimas por segunda vez a esas personas que ya son discriminadas lingüísticamente en la escuela o en el trabajo. Todos los días tenemos un equipo de hasta cuatro personas voluntarias que dedicamos cuatro horas por las mañanas a atender llamadas y buscar soluciones y recibimos llamadas desde todas las comunidades. Hacemos una labor de asesoramiento y de apoyo para mucha gente. Es una labor que no se ve pero que está ahí.

–¿Sentís que cada vez la gente tiene menos miedo a hablar de esta problemática?

–Lo que notamos es que cada vez hay más gente informada. Pero el miedo sigue estando ahí. Todo lo que tiene que ver con el trabajo de uno o con sus hijos impone. Y por desgracia, vivimos en un país en el que a los malos les sale gratis lo que hacen.

–No contáis con el apoyo de las administraciones pero ¿qué pasa con la Unión Europea?

–Elaboramos una estrategia para dar a conocer ante determinados comisarios asuntos que nos parecía que eran cuestiones que podían competer a la Unión Europea. Preparamos una batería de preguntas, de petición de información, de reivindicación, de queja, etcétera. La preparamos muy concienzudamente y la enviamos a varios comisarios que eran competentes en esa materia, pero no nos respondían. Hasta que un día recibí la llamada de un funcionario que me dijo: 'Señora, yo estoy viendo que ustedes están mandando un trabajo enorme y me da muchísima pena porque no les van a responder. Se trata de un asunto delicadísimo, que aquí perciben que el Gobierno de España no quiere tocar y, por lo tanto, no les van a contestar. Dejen de enviar cosas porque no hay nada que hacer". Y realmente resultó ser cierto porque no nos contestaron nunca. La única manera de entrar en la Unión Europea es a través de la Comisión de Peticiones, pero ahí tienes que pedírselo a partidos políticos. Acabaremos por tener que hacerlo, pero no nos gusta.

Estamos desamparados pero llenos de razón. Es de sentido común lo que pedimos

–¿Os sentís desamparados?

–Totalmente. Desamparados y llenos de razón. Es que es de sentido común lo que pedimos, la ley lo ampara. España ha acogido una actitud bastante hipócrita y firma tratados que después no cumple, precisamente porque sabe que sí los cumple a los nacionalistas les podría perjudicar. Por desgracia, los abanderados de esas causas son personas que están obsesionadas con eliminar el español de la enseñanza.

–¿Hay esperanza de conseguir algún día la igualdad entre lenguas?

–El término igualdad es un poco confuso porque hay gente que lo entiende como que tenga que haber un 50 % en cada idioma. La cooficialidad podría ser mejor término. Puede haber bilingüismo en una comunidad, pero no tiene por qué haber personas que conozcan las dos lenguas al mismo nivel, eso es imposible y difícil. Pero sí es posible que haya igualdad de derechos lingüísticos. Nosotros ahora estamos muy volcados en el ámbito judicial y en el informativo. Creemos que es un paliativo. Cambiar los modelos de enseñanza es lo que más nos va a costar.