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Pedro Sánchez, en el acto de cierre de campaña del 28-M en Barcelona

Pedro Sánchez, en el acto de cierre de campaña del 28-M en BarcelonaEFE

Fin de la campaña

El PSOE se prepara para el control de daños ante el empuje de PP y Vox en toda España

Los socialistas terminan su campaña más errática y accidentada en años sin querer mirar arriba, confiando en que la movilización de la derecha sea menor de lo esperado. Y en el «relato»

España asiste atónita a esta fosa séptica en la que ha devenido la campaña electoral. Golpeando de lleno a un partido cuyo secretario general llegó a la Moncloa prometiendo tolerancia cero contra la corrupción y que se ha pasado los tres últimos días escurriendo un bulto demasiado grande: solo ha aludido a los escándalos de compra de votos tangencialmente, culpando a la derecha de «insultar, descalificar y embarrar» para frenar la movilización de la izquierda.

Precisamente el próximo jueves, en plena digestión –o indigestión, para algunos– de los resultados del 28 de mayo se cumplirá el quinto aniversario de aquella moción de censura en la que Pedro Sánchez proclamó cosas como éstas: «La corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a los poderes del Estado». «La corrupción merma la fe en la vigencia del Estado de Derecho cuando campa a sus anchas o no hay una respuesta política acorde a la entidad del daño que se ocasiona». Y «la corrupción destruye la fe en las instituciones, y más aún en la política, cuando no hay una reacción firme desde el terreno de la ejemplaridad».

Un lustro después, el mismo Pedro Sánchez ni siquiera ha enviado a la ciudadanía un mensaje de tranquilidad y confianza en el sistema electoral. En el PSOE nadie es ajeno a que la falta de credibilidad de su líder convertiría el remedio en algo peor que la enfermedad. Lo demuestra un vídeo de Sánchez de enero de 2021 que se ha viralizado ahora, pidiendo a la gente que vote por correo porque es «muy sencillo» y «seguro». En realidad, pertenece a la campaña de las elecciones catalanas de febrero de ese año. Y el líder de los socialistas defendía el voto por correo para que la gente que tuviera miedo a ir al colegio electoral en mitad de una pandemia no se quedara sin ejercer su derecho. Pero visto ahora le ha hecho otro flaco favor.

Como en la oscarizada película, los socialistas terminan su campaña electoral más errática y accidentada de los últimos años sin querer mirar arriba. Confiando, únicamente, en que la movilización de los votantes del PP y de Vox y de los exvotantes de Cs (absorbidos casi en su totalidad por el PP) sea menor de la que han venido vaticinando las encuestas. Preparando el control de daños, el famoso 'relato'. Y buscando culpables con nombres y apellidos: para unos, el jefe de Gabinete de Sánchez, Óscar López. Para otros, el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán.

Las expectativas del PSOE

De las diez comunidades en las que gobiernan, solo cuentan con mantenerse como primera fuerza en cuatro: Asturias, Extremadura, Canarias y Castilla-La Mancha. Y, sobre todo en Extremadura, no está claro que ello le sirva a Guillermo Fernández Vara para retener el gobierno: dependerá de Unidas Podemos. Por el contrario, se preparan para que el PP quede por delante en Cantabria, La Rioja, Navarra, Comunidad Valenciana, Baleares y Aragón. No obstante, confían en salvar algunas de esas plazas pactando con Unidas Podemos, marcas asociadas a Yolanda Díaz como Compromís, Bildu -en el caso de la Comunidad Foral- y partidos bisagra como Aragón Existe y el Pi (un partido regionalista balear).

El PSOE solo cuenta con mantenerse como primera fuerza en Extremadura, Asturias, Castilla-La Mancha y Canarias

A nivel municipal, todo apunta a que las tornas también cambiarán. En 2019, los socialistas aventajaron a los populares en 1,6 millones de votos. En esta ocasión, los pronósticos dicen que el PP sacará al PSOE no menos de medio millón de votos, aunque podrían ser el doble. Conservar Sevilla y hacerse con Barcelona son sus dos máximas aspiraciones. Aunque el candidato del PSC en la Ciudad Condal, Jaume Collboni, fue primer teniente de alcalde de Ada Colau hasta febrero.

De la importancia de Barcelona en la estrategia de control de daños del PSOE da cuenta el hecho de que el presidente del Gobierno cerrara este viernes la campaña electoral allí, en compañía de José Luis Rodríguez Zapatero y de Salvador Illa.

En el PP, por su parte, reina el optimismo. Más aún después de ver cómo la carrera electoral del PSOE ha acabado en siniestro total. «El sanchismo se tiene que enterar: la democracia no está en venta es impagable y vamos a defenderla el domingo votando», señaló Alberto Núñez Feijóo este viernes desde Albacete.

Alberto Núñez Feijóo y Paco Núñez en el cierre de campaña en Albacete

Alberto Núñez Feijóo y Paco Núñez en el cierre de campaña en AlbaceteDiego Puerta/ PP

El popular se reservó el último tramo de la campaña para la apelación al voto útil frente a Vox; apelación que los partidos tienen comprobado que solo funciona cuando uno va por delante. El líder del PP usó esa carta por primera vez -que no única- el domingo en la plaza de toros de Valencia. Porque, en esta ocasión, los socialistas sí han aprendido del error que cometieron en Andalucía: entonces les dijeron a los andaluces que un gobierno de Juanma Moreno con Vox era peor que las plagas de Egipto, y lo que consiguieron fue que hasta los votantes del PSOE apoyaran a Moreno para que pudiera gobernar en solitario. Esta vez, Sánchez apenas ha mencionado al partido de Santiago Abascal en toda la campaña.

Vox aspira a sorprender

En Vox afirman tener muy buenas sensaciones, extraídas del contacto con la gente en estos días. En la calle Bambú -sede nacional del partido- aseguran que sus resultados del domingo serán mucho mejores de lo que pronostican las encuestas. Y que Vox será determinante para que llegue el cambio a la Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón y el resto de las comunidades donde la moneda puede caer de cara para la derecha. Si es que el PP quiere, porque si en algo han insistido Abascal y los suyos en los últimos metros electorales es en que el PP se siente más cómodo pactando con el PSOE que con Vox. A raíz de declaraciones como las del candidato popular en Aragón, Jorge Azcón, que afirmó en El Mundo: «No descarto, en función del resultado, ofrecerle que la gobernabilidad pase por los dos partidos, PP y PSOE (…). Vox tiene que seguir en la oposición».

Santiago Abascal en Sevilla

Santiago Abascal en SevillaEFE

Si los intentos del PSOE por movilizar a su electorado parecen abocados al fracaso, en el caso de su socio en la Moncloa la incógnita aún está por despejar. Yolanda Díaz se ha pasado toda la campaña desdibujada, sin querer ofender a su espacio ni entrar verdaderamente en harina electoral hasta que el miércoles recaló en la Comunidad Valenciana. Y allí quedaron claras las contradicciones que tiene y tendrá que cabalgar, que diría Pablo Iglesias: pidió el voto para el candidato de Unidas Podemos a la Comunidad Valenciana, Héctor Illueca, y para el alcalde y candidato de Compromís en Valencia, Joan Ribó. El domingo, la líder de Sumar no votará en urna para no tener que enseñar a los periodistas si lo hace por Más Madrid o por Podemos: ha votado por correo.

Termina la campaña y empieza la cuenta atrás.

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