La conjura de Adriana Lastra: Sánchez intenta sofocar los primeros movimientos sucesorios
Los socialistas están ya en el postsanchismo. Las maniobras bajo cuerda para heredar el trono de su líder han empezado. Aunque el presidente haya tratado de cortar de cuajo la más evidente
Noche del 28 de mayo. María Jesús Montero, Félix Bolaños y Santos Cerdán cogen un taxi en Ferraz para acudir a la llamada de Pedro Sánchez, que había citado a los tres en la Moncloa. El trayecto dura apenas 10 minutos. Durante el viaje, la vicesecretaria general del PSOE, aún en shock, solo acierta a decir: «No lo entiendo, no lo entiendo», mientras sacude la cabeza contrariada. Los socialistas acababan de perder hasta el Ayuntamiento de Sevilla, la ciudad de la también ministra de Hacienda. No había consuelo para ella.
La escena parece sacada de un pasaje del Ensayo sobre la ceguera de José Saramago: «Ciegos que, viendo, no ven». Eso fueron los miembros de la dirección del PSOE hasta que las urnas hablaron. No lo vieron venir. No quisieron verlo.
Ahora sí. Ahora todos en el PSOE son conscientes de la gravedad de la situación y de que, probablemente, estos son sus últimos días en el poder antes de que el sanchismo se vaya a pique. No hay chalecos salvavidas para todos, pero Sánchez ha repartido los que había entre sus ministros y su equipo de confianza en Ferraz y la Moncloa, distribuyéndolos en los puestos de salida de las candidaturas electorales.
Que la directora de la Guardia Civil, Mercedes González, renuncie al cargo después de apenas dos meses para asegurarse un escaño en el Congreso arruina cualquier relato que, en adelante, quieran colocar los socialistas sobre una remontada heroica. Mal asunto. Cualquier experto en campañas electorales sabe que es vital que parezca que hay partido, para el ánimo del equipo y también de su electorado. Si un candidato va de perdedor, lo normal es que quede aún peor. En el inicio de la campaña de las elecciones generales de 2011, a Alfredo Pérez Rubalcaba se le ocurrió decir: «Es más fácil que el Madrid gane al Barça que remontar a Rajoy». Resultado: mayoría absolutísima del PP -186 escaños- y hundimiento del PSOE.
Las maniobras bajo cuerda para heredar el trono de Sánchez han empezado. Aunque el presidente haya tratado de cortar de cuajo la más evidente, excluyendo de las candidaturas electorales a algunos sus cabecillas. Pero no a la principal: su examiga Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE hasta que Sánchez la defenestró en julio de 2022, con la coartada de su embarazo de riesgo.
Adrián Barbón blindó a Adriana Lastra en el lejano octubre, al anunciar que sería la cabeza de lista al Congreso
Con Lastra no ha podido porque tanto ella como su íntimo Adrián Barbón, líder del PSOE en Asturias, lo tenían todo atado desde hacía tiempo. Barbón blindó a su amiga a principios del pasado mes de octubre, cuando anunció por sorpresa que Lastra volvería a ser la número uno al Congreso por Asturias. Carta en la mesa, presa. Por aquel entonces, la reacción del secretario de Organización del partido, Santos Cerdán, enemigo de la asturiana, fue furibunda: afirmó que le parecía «extemporáneo» anunciar los candidatos a las generales cuando faltaban -supuestamente- 14 meses para las elecciones y cuando ni siquiera estaban designados los candidatos a las municipales y autonómicas.
Sánchez siempre ha sabido de las intenciones de Lastra. Por eso hizo un último intento de atraparla en su tela de araña en marzo, cuando le ofreció ser ministra de Sanidad en sustitución de Carolina Darias. Pero para entonces la asturiana ya estaba zambullida de lleno en las intrigas postsanchistas, así que lo rechazó. Oficialmente, porque quería seguir centrada en su bebé. En la campaña del 28-M, ambos coincidieron en un mitin en Gijón. El líder socialista le expresó desde el escenario su «cariño» y «respeto». Sonó del todo artificial.
Como con ella no ha podido, Sánchez ha aplicado el garrote vil a quien fuera mano derecha de Lastra en Ferraz y en el Congreso: Felipe Sicilia, portavoz del PSOE hasta julio de 2022. Hasta el mismo momento en el que la asturiana salió por la puerta. El presidente ha excluido a Sicilia de la lista por Jaén, que hace cuatro años él encabezó, y también a la entonces número dos, Laura Berja. Otros jóvenes ajusticiados son Andrea Fernández en León y Omar Anguita en Madrid. Todos en el partido han captado el mensaje, pero los movimientos son imparables.
Otro dato: Barbón es uno de los tres únicos presidentes regionales del PSOE que no se ahogó en el tsunami del 28 de mayo, junto con Emiliano García-Page y María Chivite. Y otro más: Sánchez ha impuesto a la actual portavoz del PSOE, Pilar Alegría, como número uno por Zaragoza, en contra del criterio de Javier Lambán, que aun así decidió no plantar batalla. Y Alegría no le hace ascos a un futuro papel de soprano.
Tradicionalmente, los presidentes del PSOE han asentado sus victorias en Andalucía y Cataluña. En Cataluña el PSC de Salvador Illa está fuerte, pero Andalucía ya no es, ni de lejos, el terreno fértil que fue para el PSOE durante décadas: al contrario, es un secarral. ¿Tienen los socialistas delante al próximo o próxima líder del PSOE y aún no lo han reconocido? En cualquier caso, lo deseable para el partido es una transición ordenada, pilotada por Guillermo Fernández Vara. Pero, pero a juzgar por lo que ya se está cociendo, no es lo previsible.