El perfil
Puigdemont, el caganer que perdió la inmunidad
Después de que Pedro Sánchez prometiera traer a Carles Puigdemont i Casamajó para juzgarlo por ser el cabecilla de un golpe de Estado y haber malversado 2,3 millones de euros públicos (según investiga el Tribunal de Cuentas), el presidente del Gobierno sufrió un golpe de responsabilidad de Estado, un cambio de opinión (diría él), y lo que de verdad intentó es repatriarlo para indultarlo. Nos lo acaba de contar, dejando a Pedro con las vergüenzas fuera, el propio Puchi, desde su guarida belga, indignado porque la justicia europea (o parte de ella), le ha dejado sin inmunidad para saltarse la ley española, permitiendo así al juez Llarena reactivar la eurorden del Supremo.
Con sesenta años y la vida resuelta gracias a los impuestos que pagamos todos, Carles es hoy un forúnculo en el independentismo, al que ya solo aguanta su corte bufa y otra malversadora como él, la sucesora a la que designó digitalmente, Laura Borrás, a la que también se le pegó dinero ajeno y está imputada por prevaricación y falsedad en documento público. Marca de la casa. Si no fuera porque sobre él pesan responsabilidades penales gravísimas, y eso que Pedro Sánchez le ha aliviado de la de sedición, el patetismo del caganer de Waterloo movería a risa. Debajo de su densidad capilar, habita una mente ayuna de neuronas y repleta de desfachatez y cobardía.
Mintió a los catalanes en 2017: mientras llamaba a la rebelión contra el Estado, salió huyendo en un maletero camino de un país tan caótico como Bélgica, cuyo sistema judicial es especialmente laxo con los independentistas. Allí sestea viviendo de la contribución de los recalcitrantes independentistas y quién sabe si también del bolsillo de los españoles, mientras marea la perdiz para no pisar Soto del Real, de la mano de su abogado, Gonzalo Boye. Dios los cría y ellos se juntan: al letrado la Fiscalía Anticorrupción le pide diez años de cárcel por blanqueo de dinero del narcotráfico y se precia de ser amigo de etarras. O sea, Puchi y Boye, dos malos de libro, unidos por el mismo destino delincuencial.
En Waterloo, su Santa Elena particular, fundó un ridículo Consejo de la República; pero, para su desgracia, hoy todo en él es pasado: experiodista, exalcalde de Gerona, expresidente de la Generalitat, exvaliente que iba a proclamar la República catalana y escapó en el maletero de un coche cuando le iban a detener, excandidato del partido corrupto del corrupto Pujol, exsedicioso y ahora exeurodiputado con inmunidad. El Estado al que atacó ha demostrado, por lo menos en su vertiente judicial y con el juez Llarena a la cabeza, que no va a permitir que se vaya de rositas, pese a que Sánchez ha desprotegido nuestro Código Penal, vaciando del artículo 544 al 549. No obstante, nuestro Estado de Derecho le pide por el delito agravado de malversación 12 años de cárcel y 20 de inhabilitación. En Bélgica recibe 8.000 euros al mes como diputado europeo, más 4.320 euros para gastos varios y dietas de 306 euros diarios, sin contar la oficina que mantiene abierta en Barcelona, bautizada como Unidad Administrativa del Departamento de Presidencia, que cuesta al bolsillo público 235.000 euros, para pagar enchufados y propaganda antiespañola.
El delirante líder de Junts fue periodista ante que sedicioso. En 2004 fundó el diario Catalonia Today, en lengua inglesa, y su apabullante éxito profesional todavía se estudia en las Facultades del ramo. Está casado con Marcela Topor, colega rumana que presenta, por 6.000 euros al mes y solo ocho horas de trabajo, una bazofia televisiva en una red de canales pagados por la Diputación de Barcelona. El astronómico sueldo de Topor ha sido denunciado por Ciudadanos y PP en la Diputación, pero desestimada la moción por el resto de formaciones políticas, para evitar pisar callos en Waterloo. De 2006 a 2011 fue alcalde de Gerona y sus méritos separatistas le catapultaron a suceder a Artur Mas, como candidato convalidado por los zarrapastrosos de la CUP.
Mentiras con caducidad
Es un personaje de la novela picaresca, eso sí con un mocho por flequillo. Mientras batalla judicialmente con España, su socio Junqueras le ha birlado el Gobierno catalán, el hecho diferencial y hasta el encamamiento con Sánchez. Las encuestas vaticinan a todos los héroes del 1-O serios retrocesos dentro de quince días porque las mentiras también tienen fecha de caducidad. Puchi no importa a nadie y su vuelta conviene a menos: no le quieren ni los suyos. Está peleado hasta con Clara Ponsatí, otra lumbrera huida de la justicia después de creerse sus propios delirios. Ya ni ellos se aguantan.