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El socialista Pedro Sánchez (primer plano) y el popular Alberto Núñez Feijoo (detrás), en el debate electoralEFE

Contracrónica

Sánchez, tocado, vencido y hundido

Mientras su boca sonríe, le contradicen sus ojos y su tensión maxilofacial, que está a punto de estallar cuando escucha la retahíla de pederastas y violadores que han aliviado sus penas

Cuatro días preparando un debate, para de paso no pisar la calle que le recuerda su compromiso con Txapote, para terminar quejándose al moderador de que no le dejan hablar, interrumpiendo continuamente a su rival, como si en lugar del jefe del Gobierno de la cuarta economía europea fuera un vulgar tertuliano sin argumentos. Pedro Sánchez ha huido de la calle y ha elegido los platós. Ayer pudo comprobar que Otegi, Junqueras, el delito de sedición, el sí es sí, el populismo, la ley de memoria democrática también le persiguen aunque se esconda en un estudio de televisión. Y frente a ello, nadie compra ya la moto de Vox y PP son lo mismo. Y menos a Sánchez por si la vende sin frenos. El que gobierna con el brazo político de ETA se atrevió a pedir a Feijóo que condenara no el terrorismo sino el lema que le persigue hasta el Falcon: que te vote Txapote, algo que espontáneamente le recuerda la gente en la calle, no ningún partido. Pedro, a la desesperada, demostró ayer que está tocado y hundido, porque ya no le vota ni Txapote.

Acabamos de ver a un adolescente que cambia la sudadera por un traje de alpaca, que dice ser el presidente del Gobierno pero que tiene todas las trazas de ser un maula repetidor que necesita aprobar copiando y, si es menester, engañando a sus padres para que no le castiguen. Frente a él, un señor de Orense, serio, con el pelo recién cortado y con pinta de ganar oposiciones a notario, del que nadie dudaría si le tuviera que ceder la gestión de sus bienes. Pedro Sánchez Castejón llevaba una sonrisa sobreactuada desde que saludó a Vicente Vallés y Ana Pastor. En Moncloa, le dijo Óscar López, «dientes, dientes», para evitar repetir lo de avasallar a los periodistas, con el objeto de parecer simpático. Pero Sánchez y simpatía es un oxímoron. Enseguida demostró que es en el barro donde mejor se desenvuelve: llegó con la artimaña de interrumpir para no dejar hablar a Feijóo y así gastar el tiempo. Quería, como le recordó el líder del PP, que todo quedara en empate, pero perdió por goleada.

Mientras su boca sonríe, le contradicen sus ojos y su tensión maxilofacial, que está a punto de estallar cuando escucha la retahíla de pederastas y violadores que han aliviado sus penas gracias a él: un error jurídico, en palabras del presidente que creía que su zona de confort era atizar los acuerdos del PP y Vox y terminó magullado por sus viajes en Falcon, por su Pegasus particular, por sus 40 ministros nombrados, por los insultos que profiere a la oposición, por la compra de gas a Putin, por su inflación desbocada antes de la guerra. Le pidieron una firma para que las minorías no condicionen a la mayoría y que si quieres arroz…

Ayer vimos un presidente que quiere seguir siéndolo negando la verdad, el mayor negacionista de España, que no pudo negar que su vicepresidenta y próxima socia pide un referéndum de autodeterminación en Cataluña y País Vasco. No hay más preguntas señoría. Un presidente que parecía el aspirante pero era el presidente desde hace cinco años. Hasta en eso nos mintió.