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La presidenta del PP de Extremadura, María GuardiolaLu Tolstova

El perfil

La mujer que se tragó sus palabras para presidir Extremadura

Guardiola no quería tener en su Consejo de Gobierno a nadie de Vox y se enrocó en aquello de que «mi único patrimonio es mi palabra». No quería caldo, pero tuvo que tomarse una taza hasta el borde

Una lección muy aprendida en las consultorías de comunicación es que los políticos son los ciudadanos mejor alimentados porque tarde o temprano siempre tienen que tragarse sus palabras. María Guardiola (Cáceres, 1978) es un ejemplo palmario de que cuando uno no puede mejorar el silencio, es mejor callarse. Ella lo rompió para decir, en plenas negociaciones para formar Gobierno con Vox, que «no puedo dejar entrar a quien no condena la violencia machista» y, con vehemencia, descalificó al partido cuyo concurso, en mayor o menor medida, era imprescindible para convertirse en la primera mujer en presidir esa tierra de conquistadores y la segunda persona sin carné socialista.

Guardiola no quería tener en su Consejo de Gobierno a nadie de Vox y se enrocó en aquello de que «mi único patrimonio es mi palabra». No quería caldo, pero tuvo que tomarse una taza hasta el borde: la Consejería de Gestión Forestal y Medio Rural, a la que ha nombrado Santiago Abascal, que fue por cierto azote de Alberto Garzón. La crisis la tuvo que solventar Feijóo cuando comprobó que sus electores no iban a entender que los extremeños tuvieran que volver a votar por una extraña sobreactuación de alguien cuyos reparos podían ser respetados desde el punto de vista personal pero inaceptables desde sus obligaciones institucionales, que no eran otras que materializar el cambio que mandataban los extremeños. Tardó en entender que a ella los votantes la eligieron para gobernar, no para reconducir ideológicamente a un partido, de cuyos postulados se pueden disentir, pero cuyos cinco escaños eran imprescindibles para la investidura.

María la extremeña, como gusta llamarse, resolvió el entuerto con muchas lágrimas y un baño de realidad. Y esta pasada semana eligió el colosal Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, siguiendo los pasos de su compañero José Antonio Monago (guiado por su entonces gurú Iván Redondo), para tomar posesión a lo grande, vestida de blanco y con rojo carmesí en los labios. Entre los esculpidos Esculapio, Mercurio, Júpiter, Venus, Augusto, Medusa y Amón asumió una Comunidad, dirigida institucionalmente por mujeres a partir de este verano: Guardiola se añade a la presidenta socialista de la Asamblea (premiada con la lotería que repartió con su bloqueo la propia dirigente popular) y la jefa del Tribunal Superior de Justicia de la región, María Félix Tena.

La presidenta extremeña, de marido e hijos (Carmen y Jorge) del Barça y apellido culé, tiene una excelente imagen entre los que han trabajo con ella, que le reconocen una sólida formación académica –se graduó en Empresariales– y una habilidad gestora que engrasó durante su paso por la concejalía de Hacienda de Cáceres, donde forjó un carácter riguroso: allí solo se hablaba de números y cuentas, y se salía poco en los medios. La hoy presidenta no quería foco y sí trabajo. Elegida por Pablo Casado y García-Egea para sustituir a Monago, consiguió ser confirmada por Feijóo y ganar la batalla a su eterno oponente, Fernando Pizarro, el alcalde de Plasencia. Enseguida supo que si defendía un discurso moderado podría convertirse en una candidata transversal a la que respaldarían incluso los tradicionales electores socialistas de Ibarra o Vara, desencantados por la connivencia de este último con los desafueros de su jefe de Moncloa.

La estrategia de lavado de cara del PP extremeño la dirigió Santiago Martínez-Vares, exasesor de Zoido en el Ayuntamiento de Sevilla, que fue sacrificado cuando la fallida negociación con Vox casi hace saltar por los aires la posibilidad de Gobierno para la derecha. Pero lo cierto es que esa centralidad del partido fue un acierto rotundo y el voto casi biológico de la izquierda en Extremadura encontró acomodo en el PP de Guardiola. Una Comunidad bien subvencionada con dinero público, que durante 40 años se le había atragantado al PP, con el paréntesis de 2011 a 2015 de la efímera legislatura de Monago, quizá otro perfil indómito como el suyo.

El 28 de mayo puso una pica en la Asamblea de Mérida consiguiendo 28 escaños como 28 soles, igualando al PSOE, pero sin posibilidad de que la izquierda siguiera disfrutando de lo que ha sido casi un régimen socialista en Extremadura, que deja un déficit de 143 millones de euros, a falta de que se levanten las alfombras. Tanto fue así que el forense Vara presentó su renuncia en la misma noche electoral, pero finalmente todo ha sido papel mojado porque será premiado por su lealtad a Sánchez con un escaño de senador autonómico. Confirma así el expresidente que el refugio-spa de la Cámara Alta, sigue siendo una buena salida para cumplimentar los últimos años de cotización hasta la jubilación, sin tener que ponerse a trabajar como el común de los mortales.

Ahora, esta convencida feminista acaba de formar un gobierno compuesto por seis mujeres y tres hombres y se guarda para ella las competencias en Igualdad, al estilo de lo que hará Feijóo si hoy gana las elecciones. María, que persigue ser como su madre y su abuela, sus dos referentes, tiene ya las llaves de la vivienda presidencial extremeña situada en la avenida José Fernández López, «la casa del río», como es conocida en Mérida, entregadas por su último inquilino, que le dedicó en el relevo una cariñosa despedida: «Es tu momento, María».