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Los dirigentes del PP celebran haber sido la lista más votada el 23-J en el balcón de su sede en GénovaEuropa Press

Un escenario incierto

El dilema del PP sobre su estrategia respecto a Vox: entre el acercamiento y el desencuentro

Los populares fueron la lista más votada pero, con los números sobre la mesa, no puede formar gobierno como esperaba. Surge en sus filas la necesidad de preguntarse qué fallo y cuáles serán los pasos a seguir tras el 23-J

¿Distanciarse de Vox para ensanchar el electorado y atraer a votantes socialistas, o aproximarse a la formación de Santiago Abascal y recuperar al votante conservador? ¿Continuar con el giro al centro, o girar a la derecha? ¿Insistir en buscar acuerdos con el PSOE, o naturalizar los pactos con Vox? Son algunas preguntas que quizá estén hoy rondando en Génova, y entre el electorado del Partido Popular.

Aun sin saber qué escenario habrá a la vuelta de verano, si una repetición electoral o un nueva legislatura con Pedro Sánchez en La Moncloa, los populares se plantean si deben continuar con la estrategia seguida hasta ahora, en línea con las primeras opciones, o cambiar. Lo que sí han dejado claro es que cierran filas en torno al liderazgo de Feijóo.

Él y Abascal se reunieron a mediados de la semana pasada para analizar el panorama tras las elecciones, que, con los números encima de la mesa, les han dejado sin posibilidad de gobernar. Cada uno lo ha achacado a distintos factores, pero surge en ambos la necesidad de preguntarse qué falló para que el PSOE ganara un millón de votos y hoy pueda sumar para reeditar su Gobierno y para que la suma de sus respectivos escaños no sea suficiente como esperaban.

En busca de mayorías y de la centralidad

Cuando tomó las riendas del PP, hace más de un año, Feijóo lo erigió como el partido de las mayorías. Él acumulaba cuatro mayorías absolutas en Galicia, y esperaba gobernar en solitario, en las comunidades autónomas y a nivel nacional. En el Congreso de Sevilla, en abril de 2022, apeló a una política de «adultos», sin soflamas, y enunció su intención de «ensanchar el partido para sumar» y hacer del PP una formación donde cupiesen diferentes sensibilidades.

Se quiso entonces distanciar de Vox, apenas un mes después del pacto alcanzado con el partido de Abascal en Castilla y León, que también generó debate en Génova. Y durante el tiempo que ha seguido después, con la mirada puesta en este año electoral, Feijóo ha venido defendiendo una política basada en la centralidad y la moderación, alejada de «populismos», y una política de diálogo y de consensos.

El PP planteó en clave nacional las elecciones autonómicas y municipales, como un duelo entre Feijóo y Sánchez, y centró su objetivo en «derogar el sanchismo», como también hizo ante las generales. En sus mítines llamó a los votantes del PSOE desencantados con la deriva de su partido en manos de Sánchez, así como a los de Podemos que no quisieran que Vox tuviera poder de decisión en un futuro gobierno, y a los propios votantes de Vox, apelando al voto útil.

Tensiones por los pactos autonómicos

Las declaraciones de dirigentes del PP mostrando un acercamiento al PSOE y lanzando críticas y mensajes contra Vox provocaron el enfado de los de Abascal, que criticó a los populares por «amenazar» la alternativa y les acusó de «blanquear» a Sánchez al ofrecerle pactos y tenderle la mano.

Los acuerdos alcanzados con Vox en tres regiones, la Comunidad Valenciana, Extremadura y Baleares, en las dos primeras entrando en el Ejecutivo, fueron utilizados por el PSOE y Sumar como una baza política azuzando, de nuevo, el miedo a la «ultraderecha» para movilizar a su electorado de cara al 23-J. PP y Vox ya pronosticaron que generaría gran revuelo en el sector de la izquierda y sus terminales mediáticas, como ocurrió con el pacto entre Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo en 2022.

Precisamente por esa razón desde las filas populares se barajaba la opción de retrasar la firma de los pactos autonómicos hasta después de las generales. Sin embargo, y previo aviso por parte de los barones del PP de que hablarían con todas las fuerzas políticas para tratar de buscar apoyos para sus investiduras, la conformación de los Ejecutivos autonómicos, aunque a diferentes ritmos, llegó.

El líder popular valenciano, Carlos Mazón, fue el primero en dar el paso. Naturalizó su acuerdo, entendiendo que había que poner en marcha lo antes posible el Gobierno que habían demandado en las urnas los valencianos. En la región extremeña, en cambio, las declaraciones de María Guardiola contra Vox generaron un fuerte desencuentro que pudo conducir a una repetición electoral. No obstante, se dio por cerrado el capítulo y firmaron un acuerdo por el que Vox entraba en el Gobierno con una consejería. Tampoco gustó en Bambú que el PP eligiera pactar con el partido de Miguel Ángel Revilla en Cantabria; y las tensiones en Murcia contribuyeron, y aún lo hacen hoy, a encallar unas relaciones maltrechas.

Reunificar el centro-derecha

José María Aznar en su momento reivindicó la moderación y el diálogo, y consiguió aunar varias corrientes, desde conservadores y liberales hasta democratacristianos, bajo las siglas del PP, aunque entonces no existían otras formaciones en la derecha, apelando a una unión del centro-derecha español que pudiera ser percibida como una alternativa real al socialismo.

Mariano Rajoy también defendió la moderación. Sin embargo su contexto fue otro. Han sido traídas a colación en varias ocasiones las declaraciones que pronunció cuando se postulaba en 2008 como candidato a la reelección al frente del PP: «Si alguien quiere irse al partido liberal o al conservador, que se vaya». Se interpretó como una interpelación directa a la entonces presidenta madrileña Esperanza Aguirre, que era partidaria de no «rehuir» los debates ideológicos.

Es en la 'era Rajoy' cuando surgen dos nuevos partidos en el espacio a la derecha del PSOE, Ciudadanos, hoy extinto, y Vox, que se mantiene como tercera fuerza política nacional. Tras las elecciones, hubo quien defendió que mientras Vox existiese el centro-derecha no podría gobernar, o que mientras el centro-derecha se presentara dividido no se desbancaría a Sánchez.

Dentro del PP hay voces como la de Mazón o la de Isabel Díaz Ayuso que sí naturalizan los pactos con Vox, o la propia Aguirre, que estos días criticaba que algunos populares compren el «marco ideológico de la izquierda» que estigmatiza a los de Abascal y prefieran un PSOE fuerte. Frente a esa línea que aboga por pactar, coexistiendo con Vox, y por no dejar de defender –o volver a defender– ciertos postulados, otra parece apostar por reunificar el centro-derecha creciendo por el centro y sin mirar a Vox, como sostuvo recientemente Juanma Moreno. El PP tiene ante sí un dilema que aclarar antes de la próxima cita con las urnas, o bien en unos meses o, como tarde, dentro de cuatro años.