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Míriam Nogueras, Gabriel Rufián y Óscar PuentePaula Andrade

Pecados capitales

Las criaturas del doctor Frankenstein hablaron por él

Todas dijeron la verdad –que están cada vez más cerca de acabar con España– mientras él callaba. Y otorgaba

Después de la charlotada de Óscar Puente y del vergonzoso silencio del doctor Franckenstein, Feijóo entró en gracia. Primero porque pudo conciliar con el líder del tercer partido de la Cámara, Santiago Abascal, la gravedad de la hora que vivimos. Lejos de aquella intervención de Pablo Casado contra Vox, durante la moción de censura de este partido contra Sánchez, los electores de los dos partidos (que suman 11 millones de votos) necesitaban escuchar, más allá de las pullas partidistas, que hay un enemigo común. En palabras de Abascal: «Un enemigo del sentido común, autócrata que se aferra al sillón sin importarle el sufrimiento de mujeres, policías y trabajadores. El enemigo de los ciudadanos, de aquellos que esperan que los políticos no les roben la herencia material e inmaterial que han recibido, que es España». Es decir, Pedro Sánchez.

Luego salían al ruedo las del camarote de los hermanos Marx. El grupo mixto plus, en palabras felices de Feijóo. Empezó Lois; y Lois no es solo una marca de vaqueros. Es la portavoz de Sumar. Alguien debería explicar a los españoles, en castellano, gallego, euskera o catalán, quién es Marta Lois o qué es Sumar. A Lois le aplaudió mucho Errejón durante su turno de palabra. Así que, si a Íñigo le parece bien Lois, es que Lois es una enemiga de Pablo Iglesias e Irene Montero, que conspira con Yolanda Díaz para quitarle la paguita a los de Galapagar. La vasta (y basta) materia gris que derrocha la portavoz de Sumar le dio para reñir a Feijóo porque en la foto de los Pactos de La Moncloa no hay mujeres. Cómo se le ocurre presentarse a la investidura sin haber corregido una anomalía cuando el malvado Alberto tenía dieciséis añitos y ya era un antifeminista y fascista en potencia, que votaría dos años después a otro fascista, según el régimen sanchista, llamado Felipe González.

Gritaron todos porque si Sánchez no es presidente, con permiso de Puigdemont, ellos se van a las colas del paro y pasarán a ser fijos discontinuos

La presidenta de Sumar tuvo el cuajo de llamarle mentiroso a Feijóo, en presencia de Pedro Sánchez. Hay que tener unos arrestos como la catedral de Santiago para nombrar la soga en casa del ahorcado. Las adanistas podemitas, que sacan de la cárcel a los violadores, que creen que las mujeres les debemos los derechos conquistados por nuestras madres y nuestras abuelas, tuvieron que escuchar que no han inventado nada, que antes que ellas Luisa Fernanda Rudi fue presidenta del Congreso y Soledad Becerril, la primera ministra de la democracia, con permiso del comunista Enrique Santiago que incluye a Federica Montseny, ministra de la II República. Lois colapsó. Sobre todo, cuando el aspirante a ser investido le recordó a Yoli y a ella que son extraparlamentarias en el Parlamento de Galicia. Las que tantas lecciones dan y son el mismísimo redondel del dónut en su tierra gallega. Qué oportunidad para callar. Pero gritaron todos porque si Sánchez no es presidente, con permiso de Puigdemont, ellos se van a las colas del paro y pasarán a ser fijos discontinuos. Probarán de su medicina.

Salieron las amnistías fiscales socialistas, tres frente a una del PP. Feijóo tuvo que recordar los programas de Barrio Sésamo, que veíamos los de mi generación mientras comíamos pan y chocolate. Hasta que llegó Rufián. Y se colocó en la tribuna como si estuviera tomando una caña en un bar de Santa Coloma, su pueblo, allí donde perdió las elecciones frente al PSC. Acodado en la barra, pidiendo en catalán que alguien le sujetara el cubata, reveló cuáles son los problemas de los españoles: Soto, Bertín Osborne, Feijóo y Silvia Intxaurrondo. No la igualdad de los españoles, no la amnistía a políticos delincuentes, no la rebaja penal a los pederastas, no el indulto a los dirigentes corruptos. El problema, además, era el hermano de Ayuso y el Prestige. Ah, y Juan Carlos I.

Y cerró Marta Nogueras, la pieza más importante del Frankenstein, teledirigida desde Waterloo. Todas las criaturas del doctor Sánchez dijeron la verdad –que están cada vez más cerca de acabar con España– mientras Frankenstein callaba. Y otorgaba.