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Ana Martín

La encrucijada del PP: ¿cómo será su relación con Vox? Feijóo pretende lo más difícil

El pacto de investidura ha sido coyuntural. Consumada la derrota del candidato popular, en la esfera nacional los caminos de Feijóo y Abascal se separarán. El PP solo quiere de Vox a sus votantes

Madrid Actualizada 04:30

Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal posan para las cámaras en la reunión que mantuvieron el 5 de septiembreEFE

La mañana del 5 de septiembre, en una sala de la primera planta del número 36 de la madrileña Carrera de San Jerónimo, se produjo una imagen inédita. Por primera vez, Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal posaron juntos antes las cámaras para sellar el acuerdo por el que, los 33 diputados de Vox, se comprometían a apoyar la investidura del candidato del PP para gobernar en solitario.

Es decir, sin pedir entrar en un hipotético Ejecutivo y, lo que es más: con Abascal bendiciendo explícitamente la posibilidad de que el PP llegara a algún tipo de acuerdo con el PSOE, por altísimamente improbable que éste fuera. «Si esa posibilidad existiese, Vox desde luego no sería un obstáculo», señaló después él mismo en rueda de prensa. Durante esa comparecencia, Abascal también celebró la «nueva etapa en la relación» entre el PP y Vox.

¿Qué recibía a cambio Vox? La contrapartida se había producido cuatro días antes en Murcia, donde Fernando López Miras finalmente dio su brazo a torcer –persuadido por la dirección nacional del PP– y aceptó un Gobierno de coalición con Vox. Aunque en las elecciones autonómicas se hubiese quedado a dos escaños de la mayoría absoluta.

Al final de aquella mañana de comienzos de septiembre, este periódico pudo preguntarle a Feijóo en una rueda de prensa si esa «nueva etapa» de la que hablaba Abascal caducaría una vez que fracasase su investidura o tendría más largo recorrido. Su respuesta literal fue: «Nosotros tenemos unos pactos en algunos territorios con Vox y vamos a intentar cumplir la estabilidad y esos pactos. Evidentemente, no tenemos un pacto en el Congreso, ni en el Senado. Tenemos un acuerdo para la investidura y yo, en mi discurso de investidura, haré honor a ese acuerdo. Pero es evidente que somos dos partidos distintos y que, lamentablemente, en mi opinión, una de las causas por las que España se encuentra, después de más de 11 millones de votos, con 170 escaños y no con más de 190 escaños es la ruptura del espacio político del centro derecha en España».

La línea divisoria

En su contestación, Feijóo marcó sin ambages la línea divisoria. Dejó claro que los pactos estructurales que tienen el PP y Vox son los de los ayuntamientos y comunidades en las que gobiernan juntos. Y que, por el contrario, el de investidura era un pacto coyuntural. En esa alusión a la división del centro derecha que el líder del PP hizo aquel día está la respuesta a una de las grandes preguntas que ha dejado el debate de la investidura de Feijóo: ¿Cómo será la relación del PP y Vox a partir de ahora?

Una vez consumada la derrota del candidato popular, los caminos de Feijóo y Abascal se separarán. En la esfera nacional, los dos estarán en la oposición a Pedro Sánchez, pero cada uno por su lado. El PP solo quiere de Vox a sus votantes, que en buena medida piensa que le pertenecieron un día. De hecho, si hay algo que moleste a los de Abascal es ese concepto «patrimonialista» del voto que tienen –según ellos– los populares. Porque, aunque el electorado del PP y Vox procedan de la misma costilla, hay muchos votantes de Vox que jamás votaron al PP antes.

El PP pretende pescar en el caladero de Vox, mientras mantiene la caña echada al PNV

En el PP se han propuesto en esta legislatura pescar en el caladero de Vox hasta dejarlo en mínimos, al tiempo que mantienen la caña echada al PNV. Feijóo, que es un político a la antigua usanza, ansía un Gobierno en solitario con el apoyo externo de los nacionalistas vascos. Con Junts ya ha visto que no hay nada que hacer, por más que el líder del PP evocara los tiempos de la antigua y muy de derechas CiU durante el debate de esta semana. «Cuando pienso en ustedes y en Convergència i Unió no entiendo nada. ¿De verdad han cambiado tanto en tan poco tiempo?», le preguntó a la portavoz de Junts, Míriam Nogueras.

Santiago Abascal y, detrás, Aitor Esteban, portavoz del PNVEFE

Por partes. En lo que respecta a Vox, el PP considera que es un partido en retroceso. Y Abascal conoce perfectamente las intenciones de los populares. El martes, durante su debate de guante blanco con Feijóo, sí se permitió decirle: «Le ruego, señor Feijóo, que no se olvide usted ni su partido, nunca más, que Vox no es el enemigo y además que Vox no va a desaparecer».

A lo que el aludido replicó poco después: «Yo no sé si Vox va a desaparecer o no, no se lo puedo asegurar, pero desde luego lo que sí le aseguro es que entre el PP y Vox hemos sacado 600.000 votos más que entre el PSOE y Sumar. Y lo que sí le aseguro es que si el centro derecha en España no se hubiese fraccionado hoy tendríamos más de 190 escaños», repitiendo el argumentario de aquel 5 de septiembre. Abascal se lo tomó con sorna: «Tendrían, tendríamos… no sé cómo plantearlo. ¿Eso quién se lo ha dicho, las encuestadoras que les habían dicho que iban a tener la mayoría absoluta?», le preguntó.

Numéricamente, pasar de 52 escaños a 33 ha dejado a los de Abascal sin dos de las principales armas que usaron la legislatura pasada para tener visibilidad, diferenciarse del PP y hacer una oposición dura a Sánchez. No pueden presentar recursos de inconstitucionalidad porque se necesita la firma de 50 diputados. Y no pueden presentar mociones de censura porque se requiere la de 35 diputados, el 10 % de la Cámara Baja.

Esta legislatura Vox no podrá presentar recursos de inconstitucionalidad ni mociones de censura

La legislatura pasada, Vox presentó dos mociones de censura: una con Abascal como candidato y otra con el profesor Ramón Tamames. El PP de Pablo Casado votó en contra de la primera y el PP de Alberto Núñez Feijóo se abstuvo en la segunda. También presentó medio centenar de recursos ante el TC contra las leyes más ideológicas del Gobierno: la de Memoria Democrática, la ley trans, la reforma del aborto, la Ley Celaá de educación… Con la puerta del Tribunal Constitucional cerrada, Vox ha empezado esta nueva etapa llamando a la del Supremo: allí ha presentado una querella por prevaricación contra la presidenta del Congreso, Francina Armengol, por aplicar la reforma de las lenguas cooficiales antes (el martes 19 de septiembre) de que ésta hubiese sido aprobada por el Pleno (el jueves 21).

En lo que respecta al PNV, a pesar de la dureza con la que Feijóo y Aitor Esteban se hablaron el miércoles en el debate, los dos dejaron puertas abiertas. El portavoz del PNV le dijo por dos veces que «con estos mimbres, no», en alusión al apoyo de Vox a su investidura, pero que el maratón es muy largo. «Seguiremos, porque esto es un maratón, y seguiremos hablando», sostuvo Esteban. Y Feijóo: «Le tengo tanto respeto al PNV que jamás le utilizaría como un kleenex».

Gobernar en solitario, con Vox reducido a una decena de escaños y el PNV de sostén, parece más complicado que acabar viendo a Carles Puigdemont entre rejas. Pero los caminos de la política española se han vuelto inescrutables.