Manifestación contra la amnistía en Barcelona El constitucionalismo ganó en campo contrario
El constitucionalismo afrontó en Barcelona su prueba más difícil y la aprobó con nota. La convocatoria de Sociedad Civil Catalana tenía muchos retos que superar y suponía una prueba de fuego para los convocantes. Tanto estos como los partidos que le han dado apoyo han salido fortalecidos de la marcha. Por su parte, el independentismo ha comprobado, una vez más, que no tienen potestad para hablar en nombre del pueblo de Cataluña en su conjunto y Pedro Sánchez, que con toda seguridad hará oídos sordos a la calle, ya sabe que los 19 escaños que obtuvo en Cataluña no eran para regalarle a Puigdemont un billete de vuelta a casa ni para convocar un referéndum.
La manifestación ha tenido un gran éxito de asistencia a pesar del férreo silencio que sobre la misma fue impuesto. Los días previos a la manifestación la difusión que sobre la convocatoria realizaron los medios de comunicación próximos tanto a Moncloa como al gobierno catalán fue mínima y en la Plaza de Sant Jaume, sede de la Generalitat, se valoró como un error las declaraciones de la portavoz del Gobierno catalán tachando de anticatalanes a los ciudadanos que fueran a manifestarse. Excepto esa salida de pata de banco un manto de silencio cubrió la convocatoria. La consigna era clara: que pinche la asistencia; así, desde el entorno sanchista, se podrá hablar de falso alarmismo, en especial por parte del PP.
La respuesta de la gente no tuvo la magnitud de octubre de 2017 pero consiguió cubrir seis manzanas completas del Paseo de Gracia a pesar de que a diferencia de entonces el partido socialista no solo no apoyo la convocatoria si no que dio instrucciones claras a sus cuadros locales de no acudir.
Hace seis años el independentismo tras superar la perplejidad que le provoco la magnitud de la manifestación constitucionalista del 8 de octubre alegó que detrás de la misma había todo el poder de Moncloa; pero esta vez ese poder remaba en contra. En 2017 los catalanes constitucionalistas salieron de casa espoleados, entre otras cosas, por el discurso de Su Majestad el Rey: «No estáis solos». En esta ocasión si estaban efectivamente solos y el riesgo de que la manifestación desembocara en fracaso era grande.
Los partidos que han apoyado la convocatoria, PP y VOX, se sintieron cómodos siguiendo la consigna de la organización de no llevar símbolos partidarios ni acaparar la cabecera de la manifestación. A Feijóo, protegido por muchos de sus barones territoriales, entre los que sobresalía Díaz Ayuso, la más solicitada para los selfies, no le interesaba lo más mínimo coincidir con Abascal para evitar una foto de Colón; y este, a su vez, estaba cómodo paseando por unas calles que ha recorrido muchísimas veces.
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Pedro Sánchez habrá torcido el gesto. Poco acostumbrado a que le contradigan, el presidente en funciones tenía absoluta confianza en que su apabullante resultado de julio en Cataluña, 19 escaños, sería suficiente para que hoy el centro de Barcelona estuviera semidesierto como cualquier otro domingo. Pero la realidad es que gran parte de la muchedumbre que se agolpó en el centro de la Ciudad Condal salía de las bocas de metro de Plaza Cataluña procedente del Bajo Llobregat, el feudo y granero electoral socialista.