Tres incógnitas sin resolver sobre la desaparición de Álvaro Prieto en Sevilla
La Policía no da con el paradero del joven cordobés: toma declaración a sus amigos y revisa cámaras
Hallan un cadáver entre dos vagones de tren que podría ser el de Álvaro Prieto
La autopsia confirma que Álvaro Prieto murió electrocutado
A los padres de Álvaro Prieto los investigadores ya les han pedido una muestra de ADN del joven, de un cepillo de dientes o de cualquier otro objeto personal. Es el protocolo: como también lo es tomar declaración a los amigos y círculo cercano, a los trabajadores de Renfe de la estación de Santa Justa y a todo su entorno familiar. Además, están revisando las cámaras de seguridad tratando de ver hacia dónde se dirigía Álvaro.
Todas estas pesquisas policiales precisan de tiempo y mientras a los investigadores, por la cantidad de gestiones que deben hacer, se les queda corto, para sus padres cada minuto está lleno de miedo, incertidumbre y desesperación.
Grosso modo, el relato de lo que ocurrió la mañana de su desaparición parece claro. El joven había viajado en Ave desde Córdoba, donde vive, a Sevilla para salir de marcha. Tenía planificado el regreso en el tren de las 7.35 de la mañana. Mientras se divierte en la discoteca Theatre de la capital hispalense, se da cuenta de que son las 7.20 de la mañana y de que no llega a coger el Ave. Hay 45 minutos de distancia andando entre la discoteca y Santa Justa. Tan sólo 8 minutos en coche.
¿Por qué no cogió un taxi o un Uber? ¿Lo intentó y no había? ¿Evitó hacerlo por teléfono porque le quedaba poca batería en el móvil? Lo que está claro es que es un chaval atlético. Corrió para llegar, pero no lo consiguió. En el camino le mandó un mensaje a un amigo con el que había estado, en el que le informaba de que apenas le quedaba batería. Según la propia madre del joven un 24%.
Ese porcentaje puede parecer elevado y nada crítico para algunos móviles, pero dependiendo del aparato puede significar que se vaya a negro en cuestión de minutos. Usó el modo avión para evitar consumir batería, no sin antes avisar a su madre de que iba camino de la estación.
Al llegar a la estación de Santa Justa su tren ya no estaba. Gran parte de los testimonios del personal de Renfe aseguran que el chico les explicó que había perdido el tren y que su móvil había muerto. En el bolsillo no tenía ni dinero físico ni tarjetas para comprar otro billete. Disponía de una en teléfono, pero al estar apagado es como si no la tuviera.
Eso abre la puerta a la primera pregunta: ¿Ofrecieron los trabajadores de Renfe a Álvaro Prieto o les pidió él un teléfono para poder avisar a sus padres? Alguno de los testigos afirma que se le ofreció, pero Álvaro lo rechazó. ¿Por qué? ¿No se sabía sus números de memoria? Segunda pregunta: ¿Por qué no pidió o buscó un cargador para su móvil? Eso le hubiese permitido comunicarse con sus padres e incluso acceder a la tarjeta para comprar un nuevo billete a Córdoba. Todo el mundo dice que es muy responsable. ¿Se sentía culpable por haber perdido el tren y no quería gastar más dinero de la cuenta de los padres?
Lo que hizo fue tratar de colarse en un tren posterior que salía de Sevilla en dirección a Barcelona y que paraba en Córdoba. Los miembros de seguridad lo detectaron y le echaron de las instalaciones. Es un lugar público y, salvo alteración del orden público y la actuación de la Policía, nadie podía expulsarle del recinto.
Los testigos afirman que se fue caminando, y esa es la tercera pregunta: ¿A dónde iba? ¿Regresaba con su amigo? ¿Tenía la intención de hacer autostop? ¿Regresar caminando a Córdoba? Y es aquí dónde surge el verdadero misterio sobre su paradero porque nadie sabe lo que le ha pasado. Su madre cree que lo atropellaron o que se montó en el coche inadecuado. Según le contaron los padres a la Policía, Álvaro Prieto nunca se había ido de casa, ni sufría ninguna enfermedad mental, ni había discutido con sus padres, ni consumía drogas ni alcohol, tampoco tenía pareja, ni tenía una medicación pautada; un chico normal.
Por eso, las autoridades consideran que se trata de una desaparición de alto riesgo: ni conocía la ciudad, ni ha llamado a nadie desde su desaparición, ni se ha encendido su móvil. Sus padres temen que algo malo le haya pasado.