El perfil
Joan Laporta, un truhan, un señor
Temas como robos con presunto espionaje en las oficinas del FC Barcelona o negocios difíciles de explicar con repúblicas poco presentables como Uzbekistán acabarían con cualquiera…menos con él
Recientemente Julio Iglesias cumplió 80 años y entre las miles de felicitaciones que recibió el mayor de los astros de la música española no faltó la del presidente del FC Barcelona, Joan Laporta. Si bien la felicitación puede sorprender porque Joan Laporta, Jan para los amigos y los que quieren hacer creer que lo son, es muy independentista y Julio es merengue, la canción Soy un truhan, soy un señor es un verdadero himno de vida para Laporta.
Joan Laporta es un hombre con ninguna aversión al riesgo, sus enemigos –que no son pocos y no paran de crecer– lo consideran imprudente y sus amigos dicen de él que tiene una intuición casi única para captar el sentir de los aficionados del FC Barcelona.
Dos veces presidente del FC Barcelona, en ambas ocasiones ha ganado contra pronóstico. La primera vez derrotó a Luis Bassat, el prestigioso publicista tenía todos los apoyos necesarios para ganar, pero en campaña, Laporta se mostró más culé que nadie y se sacó de la manga el apoyo del más ilustre de los clientes de su bufete privado, Johan Cruyff, el único mito azulgrana que está al nivel de Messi.
En la segunda campaña, su olfato le llevó a concluir que tras años de sequía en Europa la autoestima del socio blaugrana estaba baja y plantó una lona gigantesca a pocos metros del Bernabéu, en el corazón del eterno enemigo. La campaña de Victor Font, el candidato llamado a ganar, trabajada durante años y con el apoyo de gran parte de establishment catalán, naufragó instantes después de que el diario Sport, la biblia diaria blaugrana, publicara la foto y el lema «Ganas de volver a veros» junto a una gran foto de Laporta.
El mandatario blaugrana hizo sus pinitos en política y en 2010 se presentó a presidente de la Generalitat obteniendo tres diputados
Laporta es un hombre que jamás rehúye la polémica, incluso parece vivir confortablemente entre crisis. Temas como robos con presunto espionaje en las oficinas del FC Barcelona o negocios difíciles de explicar con repúblicas poco presentables como Uzbekistán acabarían con cualquiera…menos con Laporta, aunque llegar siempre al límite no siempre termina bien. Su primera presidencia acabó de forma abrupta, en una moción de censura, y enfrentado a todos aquellos con los que había llegado a la presidencia del Barça, para «darle al Barcelona los mejores años de nuestras vidas».
Deportivamente, la primera presidencia de Laporta se cerró con dos Champions, un balance brillante. La segunda presidencia se está caracterizando por los problemas económicos, salidas constantes de ejecutivos, entre ellos Jordi Cruyff, y la búsqueda constante de dinero para las vacías arcas del Barça en lugares no siempre confesables y acompañado de Jaume Roures, el millonario ultraizquierdista y separatista que está detrás de todas las operaciones políticas y de poder oscuras que se fraguan en Cataluña. El abandono de aquellos que le acompañaron hasta la victoria que vivió en su primer mandato se ha repetido en esta segunda ocasión, pero de forma más acelerada, y actualmente Laporta ejerce de presidente y de CEO del club, todo a la vez.
Laporta además del fútbol tiene pasión por la juerga, míticas son sus fiestas literalmente bañadas en Moët en Luz de Gas, la discoteca de las elites barcelonesas. Su afición a la política la compartió con su ex familia política, pero desde perspectivas antagónicas. Su exsuegro, Juan Echevarría Puig, era un empresario de éxito, brillante y discreto, que trajo a España la firma de coches japoneses Nissan y en 1980 fue el candidato de Manuel Fraga a la presidencia de la Generalitat.
Su excuñado, Alejandro Echevarría, al que Laporta contrató como jefe de seguridad del Barça en su primer mandato, era miembro de la Fundación Francisco Franco. Cuando la noticia saltó a la prensa, Echevarría tuvo que abandonar la nómina del club. La mezcla entre trabajo y vida privada siempre ha acompañado a Laporta. En 2009 se descubrió que Flavia Massoli, relación de Laporta por esos días, había sido contratada y luego despedida del área de protocolo del Barcelona.
El mandatario blaugrana entre presidencia y presidencia del club hizo sus pinitos en política y en 2010 se presentó a presidente de la Generalitat obteniendo tres diputados y cuatro años más tarde se enroló en las filas de ERC para ser concejal del Ayuntamiento de Barcelona. En ambos casos no dejó la huella que deja en el ámbito futbolístico.
Su imputación por presunto amaño de partidos a través de los pagos durante años a José María Enríquez Negreira, vicepresidente del comité nacional de árbitros, no solo puede empeñar los éxitos deportivos pasados y recientes logrados por el Barça bajo el mandato de Laporta, sino que pueden llevarle a seguir el mismo camino por el que han pasado otros presidentes que le precedieron: José Luis Núñez o Sandro Rosell, y que no es otro que la cárcel.