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Jorge Sanz Casillas

¿Eso es todo lo que tienes?

Más de 90 minutos tardó Sánchez en nombrar la amnistía. Hasta entonces, la salmodia progre de siempre, evidenciando que en España hace tiempo que no gobierna el PSOE, sino el revoltijo de interesados que lo mantiene ahí con respiración artificial

Madrid Actualizada 14:11

Pedro Sánchez recoge sus papeles en la tribuna del CongresoEFE

Ahora que hay tanta gente releyendo la Constitución para colar como 'legal' aquello que no lo es, no está de más revisar lo que dice el artículo 99: «El candidato propuesto (...) expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara».

Pues nada de eso ha habido en el discurso de investidura de Sánchez: ni programa ni confianza. Solo hora y media de manual de resistencia y salmodia progre hasta que a los 90 minutos cantaron Gordo: la amnistía.

Durante 100 minutos, el presidente en funciones ha hecho un ejercicio loable de oposición al PP. Loable si tenemos en cuenta que es Sánchez quien ha gobernado España los últimos cinco años. «En muchos ayuntamientos el Partido Popular ha eliminado los carriles bici», ha llegado a decir, lo que da buena medida de la escala de prioridades del candidato a la presidencia del Gobierno.

A Sánchez se le han ido los primeros minutos en hablar de la emergencia climática y ha anunciado como «primer compromiso» el reconocimiento del estado palestino. Ha demonizado a la derecha conservadora, a la que ha ido a visitar a Bélgica para comprar siete votos con el dinero de todos; y luego ha criticado al argentino Milei, a Rajoy y a Putin, a pesar de que tiene previsto amnistiar a Puigdemont y Josep Lluís Alay, que mendigaron el apoyo de Rusia para financiar el chalé de Waterloo.

Al lado de la propuesta de Feijóo –que ofreció apuntalar la división de poderes, rebajar el IRPF o esclarecer qué pasa con Marruecos o los fijos discontinuos– el catálogo de ideas de Sánchez se resume en la salmodia progre de siempre: buses gratis, derechos culturales, ingreso mínimo vital (que está cronificando el desempleo) y auditar los abusos de la Iglesia. Cuestiones parciales que evidencian que en España hace tiempo que no legisla él sino el revoltijo de interesados que lo mantienen con respiración artificial.

Risas enlatadas

Sánchez tardó 90 minutos en mencionar aquello que le va a permitir repetir en el puesto: la amnistía.

Ha defendido su legalidad con la misma vehemencia con la que defendió lo contrario hace solo cuatro meses. Para entonces ya había dejado frases memorables: «Fuera de la Constitución y de sus reglas no hay democracia, sino imposición y capricho» o «Mientras yo sea presidente del Gobierno, toda la fuerza del Estado se dedicará a defender los valores democráticos». Risas enlatadas.

Dado que defender la amnistía por la vía de la ley resulta difícil, Sánchez ha recurrido a argumentos ideológicos como la «concordia», aquella que ha conseguido del Ebro para arriba a cambio de agraviar al resto del país.

No se ha molestado en explicarla porque no lo necesita: ya tiene los votos y las tragaderas para aprobarla. El texto de la norma, como ha escrito Ana Martín en este periódico, se parece mucho al presentado por el separatismo a comienzos de 2021. Se lo han dado escrito ya, como la tesis doctoral o sus memorias. Y que pase el siguiente.