El perfil
Miguel Ángel Oliver y la puerta giratoria que incomodó a Jordi Évole
Contrario a que los periodistas que cubren la información de Moncloa participen en tertulias de radio o televisión, su nombramiento para la Agencia EFE ha conseguido poner de acuerdo a medios de izquierda y derecha
En abril de 2018, cuando Pedro Sánchez aún se hacía pasar por regenerador de la vida pública, el PSOE anunció que presentaría una Proposición de ley para que el presidente de la Agencia EFE fuera designado «por una mayoría cualificada del Congreso de los Diputados». Eran los tiempos del Peugeot 407 y la chupa de cuero marrón, cuando acababa de imponerse a Susana Díaz en las primarias del PSOE y defendía, entre otras muchas cosas, que los jueces eligieran a los jueces.
Ha llovido mucho desde entonces (cada vez menos, según algunas mediciones), y cinco años después de aquello podemos afirmar que está más cerca la independencia de Cataluña que la del poder judicial.
El nombramiento de Miguel Ángel Oliver como presidente de la Agencia EFE es la penúltima puerta giratoria activada por un Gobierno que ya tiene afines en Correos, el CIS, el INE y hasta en el Constitucional. De la misma forma que para saber cómo de navajera es Yolanda Díaz conviene preguntar entre la gente de izquierdas, basta con darse una vuelta por El País para confirmar cómo de impúdico es el nombramiento de Miguel Ángel Oliver: «Pedro Sánchez sitúa al frente de EFE a una persona sin la más mínima apariencia de imparcialidad», escribían en un editorial reciente. «El nombramiento daña la imagen de la agencia y del propio Ejecutivo, primer responsable de establecer los estándares de decoro institucional en una democracia. Las críticas están plenamente justificadas».
Otro al que le ha incomodado esta designación ha sido a Jordi Évole, lo cual tiene bastante mérito si tenemos en cuenta que no le importuna hacerse fotos sonriendo con un terrorista como Arnaldo Otegi. «Proponer nombrar a quien ha sido secretario de Estado de Comunicación de tu gobierno como presidente de la Agencia EFE es un muy mal ejemplo de lo que tiene que ser la gestión pública de la comunicación de un Estado», escribía Évole, reafirmando que el rechazo a este nombramiento no es una ocurrencia de la «derecha política y mediática».
Miguel Ángel Oliver (Madrid, 1963) encadenó su prestigió al de Pedro Sánchez tras la moción de censura a Rajoy. Era la primavera de 2018 y el presentador dejaba Cuatro –su cadena de toda la vida– por la secretaría de Estado de Comunicación; un cambio que le colocaba, vocación aparte, dentro del 1 % de españoles que más cobra con un sueldo que supera los 120.000 euros anuales.
En el año 2019, su primer ejercicio completo como secretario de Estado, Oliver ingresó 126.124,03 euros, lo que le situaba junto a Iván Redondo como el mejor pagado entre los altos cargos de Presidencia (que son unos cuantos).
Ese mismo año ya dio muestras de su particular sentido de la democracia y la rendición de cuentas, cuando lamentó públicamente que los periodistas que acuden a Moncloa colaboran a menudo en tertulias de radio y televisión, como si eso fuera prueba de perdición o mala praxis.
—Ahora todos los periodistas de Moncloa son tertulianos. Todos —se quejaba en unas jornadas de periodismo organizadas por KPMG y la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE)—. Y eso no tiene nada que ver con la información. ¿O tiene algo que ver con que cada uno tiene una cuota determinada de activismo y de protagonismo mediático también, sobre cuál es su posición, qué es lo que dice y cómo inquiere en este caso al protagonista y al actor político (...) que ha sido elegido, que ha sido refrendado en las urnas?
Mascarilla y mordaza
Aquella era todavía la España prepandemia. Pero fue un año después, con casi todo el país bajo llave, cuando Oliver se ganó la reprimenda del oficio al que perteneció.
Aprovechando el confinamiento, el secretario de Estado impidió durante días que los periodistas preguntaran en directo en las ruedas de prensa. En un momento de máxima demanda de información, la secretaría de Estado estableció un sistema por el que los periodistas enviaban sus preguntas previamente, de tal forma que todas pasaban por el filtro y la supervisión de Moncloa. Era el propio Oliver quien luego las leía en voz alta.
El invento duró lo que tardaron en movilizarse los periodistas para denunciar que en países como Estados Unidos Donald Trump comparecía prácticamente a diario con una única restricción: la de no ocupar más del 33 % del aforo de la sala para evitar contagios.
Por cosas como esta hasta el diario El País considera a Miguel Ángel Oliver una persona poco adecuada para la presidencia de la Agencia EFE. Pero como lo fueron en sus respectivos ámbitos Lola Delgado, Magdalena Valerio, Juan Carlos Campo o Paquita Armengol. Para evitar que la tradición alcance a la agencia de noticias en español más grande del mundo, siempre se puede acudir a Sánchez y preguntarle si está a favor de lo que defendía en 2018... o si es tarde para otro «cambio de opinión».