El perfil
Nogueras, la deslenguada zarina de Puigdemont
Miriam es un bulldog del separatismo, de pelo lacio e imagen de influencer venida a menos. Cuando abre la boca solo expele oprobios dedicados a España
La Wikipedia de Míriam Nogueras i Camero (Dosrius, 1980) sería descacharrante, si no fuera por lo dramático que resulta que una diputada del Reino de España no tenga ninguna preparación: cero títulos. Dice la biblia biográfica de la posmodernidad que la todopoderosa zarina de Carles Puigdemont «tuvo intenciones de estudiar Derecho, pero finalmente no llegó a matricularse, y empezó a trabajar dentro de la empresa textil familiar». Es decir, la portavoz de Junts per Cataluña, que pisa el Congreso como si fuera el palacio de invierno de su jefe (Rusia en el corazón), tuvo intención de hacer algo provechoso –hasta se matriculó en comunicación audiovisual, que terminó dejando también– para acabar viviendo de la empresa de hilaturas de papá durante un año, de 2015 a 2016, hasta que encontró la bicoca de dedicarse a la política, primero como concejala de su pueblo y luego como diputada, cuando la fichó Jordi Turull para la lista del Congreso en las generales de 2015; de hecho, en su perfil social no acredita ninguna trayectoria profesional que no sea la política.
Miriam es un bulldog del separatismo, de pelo lacio e imagen de influencer venida a menos. Cuando abre la boca solo expele oprobios dedicados a España. Se ufana de que es antiespañolista y su carrera la ha cimentado sobre la propagación de noticas falsas para engordar el resentimiento de los catalanes separatistas respeto a nuestro país. Tras el golpe de Estado del 1 de octubre de 2017, negó que las empresas radicadas en Cataluña hubieran abandonado la Comunidad autónoma (más de 7.000 lo hicieron) y usó las redes sociales para alentar el golpe y desprestigiar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Ha dicho de España que es «un estercolero putrefacto» y «un nido de corruptos, analfabetos y fascistas» y como la nación que desprecia es un Estado de Derecho puede seguir diciéndolo sin que le ocurra nada. Destila racismo contra los españoles desde un escaño español, que ocupa desde 2016 y que le reporta 117.698,84 euros… españoles, a los que no hace ascos. Antes de insultar y señalar desde la tribuna del Congreso hace unos días al más puro estilo nazi a jueces y periodistas, su auténtica obsesión, obtuvo su minuto de gloria cuando en febrero pasado, en la sala de Prensa de la Cámara Baja, empujó y apartó la bandera española, que no le «representaba», para quedarse con la europea, que era la «chula». Como si no fuera europea por española y no por catalana. No tardó el líder del PP de Cataluña, Alejandro Fernández, en dibujar la personalidad de la tal Nogueras: «Está convencida de que pasará a la historia como Juana de Arco por desplazar metro y medio una bandera». Hasta su compañero soberanista (pero enemigo de partido) Gabriel Rufián, ironizó sobre lo «muy útil, súper útil» que había sido el gesto. Entre ambos existe una rivalidad rayana en la antipatía mutua para ver quién exprime más a Pedro Sánchez y, de paso, humilla al Estado. Durante la pasada legislatura, fue Nogueras la que afeaba el acercamiento de ERC al PSOE, exigiendo que no hubiera «más mesas falsas de diálogo». Ahora, es ella la que viaja a Suiza para capitanear otra mesa de diálogo con el mismo Gobierno, con la misma intención de vejar a España, con el miso propósito de declarar la independencia de Cataluña. Los siete preciados escaños de Puigdemont le han hecho cambiar de opinión y sentirse la última coca-cola en el desierto de Sánchez.
Hija de la burguesía textil catalana –tan responsable de los delirios separatistas– aprendió inglés en Indiana con la ayuda económica de su acomodada familia, que tenía una fábrica de hilos que tuvo que cerrar por la crisis del sector. Su juego marrullero y sus patadas al adversario lo ha aprendido sobre el terreno, puesto que juega al fútbol en un equipo de veteranas de Cardedeu, la localidad donde vive. En 2020 abandonó el PDECAt, que recogió los restos del saqueo de la familia Pujol, y se pasó a Junts con el iluminado Puchi como principal mentor.
Desde que Carles escapó en un maletero ha mantenido la chatarrería verbal del fugado, al que llama presidente de la República, al que sitúa en el exilio y a cuyo martirologio contribuye denunciando que es víctima de «una cacería». Amante de Queen, está casada con un piloto de helicópteros del servicio de emergencias con el que tiene dos niños de 12 y 14 años y logró colarse hace un año en la comisión de secretos oficiales de España, gracias a lo cual ha manejado información que trasladaba directamente a Waterloo para ser usada contra España en el Parlamento Europeo. Los periodistas que siguen las sesiones parlamentarias conocen bien sus modos barriobajeros y sus ínfulas por los pasillos del Congreso, posición de poder que ha aumentado tras el aberrante acuerdo de su partido con el Gobierno de España. Dicen que sigue llevando en el bolso de marca un DNI de la republiqueta catalana. Pero el que le sirve cada vez que va a rendir pleitesía a Puchi a Bruselas es el del Reino de España. El Reino que le paga para que nos cubra de improperios.